La deflación europea y la efectividad de la política monetaria

Por Percy Correa, director de MAXIMIXE Escuela

Un nuevo fantasma recorre Europa. El fantasma de una deflación generalizada que agrave el estancamiento económico actual de los principales países del continente europeo, conduciéndolos a una recesión plena. Actualmente, de los 19 países de la Zona Euro, 12 registran  tasas negativas de crecimiento de sus índices de precios, siendo Grecia y Chipre los más afectados. Y, entre las 5 economías más grandes, Francia es el único país donde se registra una tasa de incremento de los precios de signo positivo (0, 1% anual en el pasado mes de diciembre). Existe en consecuencia un riesgo muy alto que en dichos países se verifique una situación de reducción de precios  que complique y agudice la presente crisis financiera y económica. Por ejemplo, el incremento del valor real de todas las deudas expresadas en euros; ello en una coyuntura donde el cumplimiento del servicio de la deuda nominal cada vez es más difícil, lo que en particular pondría al sistema bancario europeo en una situación muy delicada.

A fin de evitar que los precios desciendan, el Banco Central Europeo (BCE) recientemente aprobó la realización de una política de mercado abierto a partir del próximo mes de marzo, para adquirir títulos con grado de inversión denominados en Euros, emitido por gobiernos (deuda soberana), agencias de la Zona Euro e instituciones europeas, en el mercado secundario. Las compras están previstas para realizarse hasta el mes de septiembre del 2016, por un monto de 60 mil millones de euros/mes, o hasta que la inflación anualizada se acerque a la meta de 2%. Las adquisiciones se harán en proporción al aporte de capital de los países al BCE. Y además existirán límites a las compras de valores: no más del 25% de una emisión determinada y no más del 33% de la deuda de un emisor. Se anunció también que si para dicha fecha, la inflación no se aproxima a la meta indicada, el programa de compras será prolongado. En la actualidad, el BCE adquiere un aproximado de 13 mil millones de euros/mes, por lo que en realidad se trata de una expansión de tales compras en un monto de 47 mil euros/mes. En este sentido, sigue los pasos de la Reserva Federal, el Banco del Japón y el Banco de Inglaterra; pero a juicio de algunos críticos, la medida además de relativamente pequeña, es tardía, debido a la resistencia de las autoridades económico alemanas, y otras, que no favorecen estas medidas  monetarias expansivas.

Según el presidente del BCE, Mario Draghi, “la Zona Euro no tropezó por problemas en el lado de la oferta, sino porque la demanda colapsó”. Esto es, aparentemente la crisis se debe a la falta de demanda agregada y por ende, la expansión de la misma a través de la reducción de las tasas de interés y el  incremento del crédito, gracias a la expansión de las reservas  bancarias que la compra de títulos genera, sería una solución o alivio efectivo, al menos en el corto plazo, en concordancia con la doctrina keynesiana tradicional. Pero existen voces discrepantes importantes, como la de la sra. Christine Lagarde, directora del FMI, quien declaró que las medidas adoptadas por el BCE no serían suficientes para alcanzar la recuperación europea. Más bien, sugirió, “faltan reformas estructurales de fondo que le permita a la Zona Euro ganar productividad y competitividad”.  Esto último por cierto, es coherente con la visión de la economía que sostiene que la política monetaria solo posee efectos transitorios y que no resuelven los problemas de fondo. La antigua disputa académica sobre si la política monetaria es eficaz o no para resolver una recesión, reaparece en los escenarios de la política económica. Los que la encuentran poco o nada eficaz, señalan que la adquisición de nuevas y mayores reservas por parte de los bancos no asegura automáticamente que estos las utilizarán para conceder más créditos, ni que las familias y particulares tengan la confianza suficiente para elevar sus gastos, ni que las empresas tengan suficiente confianza como para expandir sus inversiones. En las palabras de algunos de los polemistas de los años 60 y 70 del pasado siglo, “se puede llevar el caballo al río, pero no se puede obligarlo a beber”. Al respecto, como todo economista recuerda, Keynes dedujo de su modelo que los efectos de la política monetaria  no son ni predecibles y/o contundentes, motivo por el que abogó por el empleo más bien de la política fiscal (reducción de impuestos y elevación del gasto público), y razón por la que sus críticos lo denunciaron como un “comunista encriptado”.

Mientras tanto, el euro continúa depreciándose frente al US dólar, la libra esterlina y el yen, registrándose cotizaciones mínimas en años: 1, 12 US$/euro (la menor desde setiembre del 2003); 75 peniques/euro (la más baja en 7 años) y  133, 5 yenes/euro (la menor en 14 meses). Se menciona que eventualmente el tipo de cambio dólar/euro  podría llegar a la unidad, pues cuando la Reserva Federal  permita el alza de las tasas de intereses, las presiones a la baja del euro se verán reforzadas. La depreciación del euro frente al dólar permitiría elevar las exportaciones a los Estados Unidos principalmente, pero  quedan dudas si ello sería lo suficientemente  importante como para ayudar a contener efectivamente la fase descendente del ciclo económico por el que la zona euro atraviesa. Y todo ocurre en un contexto social cada vez más preocupante por el fortalecimiento de los partidos políticos contestatarios de las instituciones financiero-económicas europeas y de sus políticas, en países como Grecia, Francia, España, etc. Indudablemente, el panorama europeo es muy incierto a tal extremo que eventualmente en el deseo de aprobar políticas monetarias y fiscales independientes, fomentado por sentimientos nacionalistas, el mismo concepto de Unión Europea pueda, ser puesto en entredicho.