La credibilidad del Instituto del Mar del Perú

La anchoveta, asi como otros recursos, generan polémica y controversia en cuanto a su regulación, que tienen que resolverse objetivamente.

El escenario ideal y más optimista es un informe técnico con recomendaciones  científicas irrebatibles que deberían surgir del alto nivel de eficiencia, exactitud y seriedad que inspira el ente científico. Por tanto, el primer problema a atender está relacionado con crear las condiciones que lleven al Instituto del Mar del Perú a generar confianza.

Cuando en 2011 la administración pretendió hacer una auditoría científica a la institución para validar sus procesos y reforzar su calidad como ente investigador, la industria y mucha gente salió a los medios a criticar la medida, argumentando que era una entidad de prestigio reconocida internacionalmente y que la auditoría era ofensiva, poniendo en riesgo la credibilidad de sus informes y recomendaciones. La oposición fue tenaz.

Pero como ahora la opinión del ente científico no es favorable a los intereses comerciales de la industria, se le cuestiona por todos lados y se exigen pescas exploratorias o cualquier otra acción que permita cambiar el resultado de la investigación a satisfacción de los interesados.

Es decir que, cuando la opinión científica favorece al negocio es válida; pero cuando no lo favorece, no lo es y se exige seguir investigando hasta que el resultado sea el que la industria quiere. Eso es una suerte de manipulación, para lo cual emplean eficientemente a los medios de comunicación y a  algunas organizaciones. Estrategia ante la cual el Estado carece de capacidad de respuesta.

Con un ente científico poco creíble (como lo presentan en el actual caso de la anchoveta 2015), no se pueden tomar decisiones acertadas y oportunas. Es un poco la realidad y el mensaje que las reacciones del sector hacen llegar a la ciudadanía.

Hay que recuperar entonces al IMARPE a través de una nueva ley orgánica, para que se convierta en un organismo autónomo, dirigido por el mejor científico que pueda conseguirse, para que se reestructure y se le dote de los recursos económicos adecuados. Entonces, sus informes y recomendaciones deberían dejar de ser observados porque serían creíbles, serios, objetivos y estrictamente imparciales  por ser puramente científicos.  Perú, que es el país donde se desembarcan los volúmenes más grandes de pesca del planeta, merece un ente científico dirigido exclusivamente por científicos de talla internacional.

No sería, ni es su responsabilidad ni función, opinar desde el punto de vista laboral, social o económico. Esa es tarea de la administración de pesquería.

La institución nació bajo la administración y dirección de la Marina de Guerra. Lo que pudo haber sido apropiado en su momento. Hoy en día el  escenario ha cambiado y es tiempo de que se libere de la tutela de la Armada. No es válido ya que por ley, su presidente sea un vicealmirante en situación de retiro. Es hora de tecnificar la dirección de la entidad, dándole de total autonomía y libertad, sin dejar el menor espacio a la posibilidad de presiones, manipulación o la corrupción.

Mantener a la Marina de Guerra del Perú al frente del Instituto no es técnicamente apropiado ni tampoco una garantía de independencia ni de eficiencia. La entidad requiere de una dirección estrictamente científica del más alto nivel internacional.

Con este primer paso, la autoridad de pesquería, de acuerdo a la normatividad vigente, que tiene la potestad y la obligación de regular las pesquerías, tendría un documento de trabajo incuestionable. Le quedaría entonces la tarea de evaluar las necesidades de la población laboral, de las empresas y de las biomasas de peces en cuanto a su sostenibilidad en beneficio de las generaciones futuras para finalmente contrastarla con las necesidades del país en el mediano y largo plazo.

Con una base científica incuestionable, el reto es diseñar mecanismos de información para la población pesquera y no pesquera, apropiados y eficientes para que estén debidamente informados de la situación de los recursos pesqueros. También es necesario desplegar adecuada capacidad de concertación con los gremios pesqueros, la industria y la ciudadanía.

Finalmente la decisión del Estado se toma en base a la recomendación científica y los intereses del sector; pero también los de la Nación. El Perú está comprometido, además, con los objetivos de desarrollo sostenible que han reemplazado a los objetivos del milenio y no puede perder de vista que asegurar la sostenibilidad de las pesquería es su deber y su función principal.

Pero esto es tarea del próximo gobierno, en el cual seguramente se recompondrá la estructura de poder y de influencias en el sector pesquero.

Para efectos de la segunda temporada de pesca de anchoveta del 2015, el Estado tiene una decisión que tomar y tendrá que asumir las responsabilidades de los efectos que sus decisiones puedan generar en el corto y en el mediano plazo.

Las autoridades y funcionarios de hoy, la mayor parte de los cuales con toda seguridad ya no estarán en sus cargos en el siguiente gobierno, tienen una gran responsabilidad por las decisiones que tomen, cuyos efectos serán evaluados por el próximo gobierno. La Nación entera los observa.

Como dice la fórmula de juramentación de los ministros “si así lo hicieren que Dios y la Patria os premie, y si no que él y la Patria os lo demanden”. El problema es que así hubiese delito, ni Dios ni la Patria formulan demandas. Por tanto quedará en manos de los funcionarios del próximo gobierno la evaluación de las decisiones tomadas en los pocos meses que le queda a la actual administración y las acciones que deriven de ella.

La FAO ha efectuado un reclamo por más investigación y apoyo económico para lograr una pesca sostenible en la cumbre mundial de Conxemar y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), bautizada como I Foro Internacional de Stakeholders [actores, agentes] de la Pesca que fue clausurada el 9 de octubre. La organización exige el apoyo de gobiernos, empresas e investigadores para conseguirla.

«Mirando al futuro, la buena gestión pesquera dependerá más de las personas que del pescado en sí mismo», señaló el subdirector general de Pesca y Acuicultura de la FAO, Árni Mathiesen.

Marcos Kisner Bueno