Todos los países industrializados han desarrollado su sector agropecuario como paso previo a su transformación en países del primer mundo. Hace unos siglos, la mayoría de la población de los países industrializados vivía del sector agropecuario como lo hace la mayoría de la fuerza laboral en el Perú hoy día. Según el INEI uno de cada cuatro trabajadores peruanos (el 25 %) labora en el sector agropecuario. Hace 37 años (1979) esta proporción era de uno de cada tres (el 35 %). En países industrializados esta proporción es de uno de cada cien trabajadores (1 %). Estas cifras son una clara evidencia del camino que le falta por recorrer al Perú para llegar al primer mundo. En esta entrega analizamos algunas estadísticas del sector agropecuario peruano y a partir de ellas proponemos algunas soluciones.
Según los datos del IV Censo Agropecuario del 2012 realizado por el INEI, de las 128.5 millones de hectáreas (ha) que tiene el territorio nacional, menos de un tercio (30.1 % o 38.7 millones ha) son de uso agropecuario. En el año 1961, apenas 17.7 millones ha (13.7 % del territorio nacional) eran consideradas de uso agropecuario. Este incremento es el resultado de las grandes obras de irrigación y la mejor utilización del agua que ha permitido la incorporación de tierras antes consideradas eriazas.
De las 38.7 millones ha, más del 57 % se encuentra localizado en la Sierra (ver Cuadro 1). Es justamente en esta región donde se encuentran la mayoría de trabajadores del sector agropecuario y es la región que concentra los más bajos índices de productividad agropecuaria y como consecuencia donde se registran los mayores índices de pobreza.
La reducción de la pobreza en la mayoría de los países industrializados está asociada a la migración de los trabajadores del sector agropecuario a otros sectores, gracias al aumento de la productividad del sector agropecuario. En el Perú, el trabajador agropecuario, especialmente en la Sierra, apenas produce para su subsistencia debido a su baja productividad. Como consecuencia, no demanda bienes manufacturados. Cuando su productividad aumenta, el excedente sobre su consumo de subsistencia se convierte en demanda de bienes manufacturados y servicios. El incremento de la demanda de estos bienes y servicios es el que crea la demanda por puestos de trabajo fuera del sector agropecuario y una migración de la fuerza laboral del sector agropecuario a otros sectores.
Como consecuencia de lo anterior, el verdadero desarrollo económico no será posible si no se logra un aumento de la productividad del sector agropecuario suficiente para generar excedentes que permitan un incremento de la demanda de productos y servicios no agrícolas y la reducción de la fuerza laboral agropecuaria como porcentaje de la fuerza laboral total.
Según el IV Censo Nacional Agropecuario, el principal problema que limita el aumento de la productividad del sector agropecuario es la falta de agua. La falta de agua es un problema que afecta no solo a la actividad agropecuaria en la costa sino a la actividad en la sierra también. Mayor disponibilidad de agua permitiría aumentar el aérea cultivada de cada parcelero y por lo tanto aumentar su productividad.
¿Cómo aumentar la disponibilidad de agua para las 38.7 millones ha? La respuesta radica en el uso de la tecnología. De las 38.7 millones ha, 31.6 millones corresponden a bosques y pastos naturales y 7.1 millones a áreas de cultivo. De los 31.6 millones de bosques y pastos naturales se estima que 10 millones se podrían convertir en tierras de uso forestal de alta productividad utilizando la técnica de “sembrado de agua”. Se estima que la inversión requerida para habilitar 10 millones ha sería de US$ 5,000 millones (US$ 500 por ha). Asumiendo una rentabilidad promedio por ha de US$ 10,000, el PBI potencial a obtener de esta inversión sería de US$ 100,000 equivalentes al 50 % del PBI actual. Este tipo de rendimiento se podría lograr en un plazo de 10 años, tiempo requerido para la maduración de los proyectos forestales (crecimiento de los árboles).
En el caso de las 7.1 millones ha de áreas de cultivo, el aumento de productividad se asocia a la masificación del uso del riego tecnificado. En la actualidad de las 7.1 millones ha dedicadas a áreas de cultivo, 4.5 millones son de secano (agua de lluvia), y solo 2.6 millones están bajo riego (ver Cuadro 2). De los 2.6 millones ha bajo riego, 1.6 millones son regadas por gravedad, 0.8 millones no se siembran por falta de agua, y solo 0.2 millones utilizan riego tecnificado.
El riego por gravedad en conjunto con canales de conducción del agua tiene una eficiencia muy baja. De cada 3 litros de agua que se captan en la parte alta de la cuenca o se almacena en un reservorio solo un litro es utilizado por la planta, el resto se pierde por evaporación o por filtraciones al subsuelo.
Experiencias realizadas en la India y en Israel demuestran que cuando se reemplazan los canales de distribución por tuberías de distribución de agua conjuntamente con el reemplazo del riego por gravedad por riego tecnificado, la eficiencia del aprovechamiento del agua aumenta tres veces. En otras palabras, el uso masivo del riego tecnificado conjuntamente con la sustitución de los canales de irrigación por tuberías de distribución de agua para uso agrícola permitiría aumentar tres veces el área bajo riego.
Estimamos que la introducción de este cambio tecnológico permitiría incrementar las hectáreas bajo riego de 2.6 millones a 4.5 millones (asumimos que este incremento vendría de tierras actualmente consideradas eriazas y parte de tierras actualmente en el régimen de secano). El aumento de productividad por la introducción de esta tecnología se estima en US$ 20,000 por ha. La inversión requerida para la introducción de esta tecnología, basada en la experiencia de otros países como Israel y la India, se estima en US$ 1,500 por ha. La inversión total requerida sería de US$ 6,750 millones (un valor ligeramente superior a la Refinería de Talara). El rendimiento que se obtendría con esta inversión sería un incremento del PBI de US$ 90,000 millones. Esta inversión se podría realizar en el transcurso de 10 años.
Si sumamos los aportes de la introducción de la tecnología del “sembrado de agua” a la conversión a riego tecnificado de las tierras bajo riego se podría obtener en 10 años un incremento del PBI de US$ 190,000 millones, es decir un incremento de casi 100 % del PBI actual. Este incremento no toma en cuenta el impacto indirecto que el crecimiento del PBI agropecuario tendría sobre los otros sectores de la economía.
Simulaciones con nuestro modelo PREDICE de este escenario de inversión apuntan para un crecimiento real anual promedio de más del 7 % durante los 10 años del horizonte de proyección. Adicionalmente, nuestras simulaciones indican que el crecimiento del sector agropecuario erradicaría la pobreza en el periodo de proyección.