A la luz del DS-007-2012-PRODUCE, que prorroga la vigencia del programa A Comer Pescado, publicado recientemente y en el cual, en uno de los considerandos se aprecia una estadística del consumo per cápita de pescado en el Perú, llama la atención que las cifras no sean concordantes con la información oficial del Ministerio de la Producción.
El Decreto Supremo que modifica el Decreto Supremo N° 007-2012-PRODUCE, en uno de sus considerandos dice:
Que, de la evaluación efectuada por el programa, considerando los datos de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) 2013-2016, se evidencia que el consumo per cápita de productos hidrobiológicos a nivel nacional se ha incrementado a 14,6 kg en el año 2013, 15,4 kg en el año 2014, 16,2 kg en el año 2015, a 16,5 kg en el año 2016, manteniendo un crecimiento sostenido; asimismo, se ha identificado que la población de las zonas de la sierra del país son las que consumen la menor cantidad de productos hidrobiológicos en sus diferentes presentaciones, teniendo las zonas de la costa peruana un nivel medio de consumo y las zonas de la selva un nivel de consumo más elevado;
El anuario estadístico del Ministerio de la Producción correspondiente a 2015 (el del 2016 aún no se publica), dice:
PERÚ: CONSUMO PER – CÁPITA APARENTE DE RECURSOS HIDROBIOLÓGICOS SEGÚN TIPO DE UTILIZACIÓN, 2006-15 (KILOS / HABITANTE)
Dada esta discrepancia, ¿cuál es el real consumo de pescado per cápita en el Perú?
Sin embargo, en ambas fuentes de información el consumo aumenta. Pero otros datos, como los del informe “Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe 2017”, publicado por la FAO, el número total de personas que sufre hambre en el Perú alcanzó los 2,5 millones en promedio para el periodo 2014-2016, lo que supone un incremento de 100 mil personas con respecto a la medición anterior (2013-2015). Respecto a la malnutrición, la prevalencia del sobrepeso en menores de cinco años se encuentra muy cercana al promedio regional, alcanzando el 7,2%; mientras que la desnutrición crónica, aunque con reducciones importantes en los últimos cinco años, todavía afecta a cerca de 400 mil niños y niñas menores de cinco años (13,1%).
Lo que significa es que el consumo de pescado aumenta; pero en los sectores que económicamente pueden comprar la mayor parte de un pescado, que es más caro que el pollo. Esto muestra que la acción del Estado para incrementar el consumo no está funcionando en los sectores que realmente lo necesitan, sino en quienes no lo requieren como factor crítico para combatir la desnutrición.
El mercado peruano, en especial las poblaciones vulnerables más expuestas a la desnutrición y la anemia infantil, requieren de un nuevo enfoque por parte de la pesca artesanal, que es la principal fuente proveedora de pescado para el público más necesitado. Ello requiere de una visión apropiada de capacitación en buenas prácticas de manejo, de transformación, de conservación de las capturas y de educación y creación del hábito de consumo en el consumidor más urgido de proteína. No necesitamos promover el consumo en sectores de la población que ya lo consumen y no lo necesitan como proteína con la urgencia que otros. Tampoco podemos incentivar mayor esfuerzo de pesca sobre especies cuyos datos como biomasa y límites máximos de extracción aún no se conocen.
Promover el consumo de pescado sin evidencia científica de cuáles son los límites de captura por especie, es malo. Pero es peor destinar recursos del Estado para incentivar el consumo de pescados gourmets en restaurantes y en sectores de la población con suficiente capacidad adquisitiva para pagar por un producto que es caro en el Perú. Estos recursos pesqueros, salvo un par de especies como el bonito y la pota, están lejos de las posibilidades de compra precisamente de las poblaciones que más lo necesitan. Es a esos sectores hacia donde deben dirigirse los recursos y esfuerzos del Estado.
Dejar de lado a la niñez desnutrida y anémica para concentrarse en la gastronomía no está bien. Ahí debe funcionar el libre mercado, que compre lo que quiera quien pueda pagarlo. El Estado debe regular científicamente la extracción para asegurar la sostenibilidad de las especies y atender a las necesidades alimentarias de las mayorías, no de las minorías.
Creo que esto no se está haciendo con el enfoque adecuado. La organización más aparente y calificada para brindar este programa educativo, capacitador y de acompañamiento al pescador artesanal, que pueden extenderse al consumidor de las zonas más vulnerables, era y es lo que fue el EX CEP Paita, hoy Fondepes.
Solo es cuestión de voluntad y decisión políticas.