Nuestra pesquería requiere de cambios. Pero ¿sería esto posible?
En un sistema en el cual dar leyes requiere mucho tiempo y en el cual los funcionarios del sector no duran el tiempo suficiente para hacer algo significativo, probablemente no sería posible.
Sin un interés total y un seguimiento constante por parte de la Presidencia de la República, la ejecución de un plan de reformas, aún encargándolo a un Ministro íntegro, honesto y con conocimiento de la problemática sería imposible.
Por otro lado, ni la autoridad de pesquería ni los partidos políticos han presentado una agenda o un proyecto de políticas de Estado para la pesquería que sugiera reformas de fondo. El Acuerdo Nacional tampoco tiene un instrumento de políticas apropiado a las necesidades de cambio actuales del sector pesquero.
En este contexto, solo sería posible pensar en dos o tres objetivos de corto plazo que puedan formar parte de una política de gobierno y que se puedan ejecutarse en el tiempo que dura un gobierno.
Estos objetivos deben ser consensuados entre administrados, administradores y sociedad civil.
Las acciones básicas deben proveer difusión de información sobre el sector, estimular el interés por parte de la ciudadanía por estos temas y mostrar integridad y despojo de cualquier interés de parte.
En un medio en el cual nadie puede controlar efectivamente el cumplimiento de las normas, la mejor garantía del cumplimiento de las mismas, en especial las de protección al recurso y al ambiente, será que aquellos que de una u otra forma actúan en el sector, asuman conciencia de que detrás de la norma hay una lógica irrefutable y una necesidad incuestionable.
La introducción de un modelo educativo para el sector se torna cada vez más un imperativo. Este modelo debe ir más allá del mero entrenamiento técnico para los pescadores y tripulaciones. Debe ampliar su radio de acción a todos los trabajadores de la industria pesquera en tierra, a todas las comunidades de pescadores marítimos y continentales y difundir información a las poblaciones costeras y aledañas a ríos y lagos.
Debe ir más allá de lo tradicional y educar en temas de protección al ambiente y a las poblaciones ícticas, debe incursionar en temas que tengan por objeto crear conciencia sobre la necesidad y responsabilidad compartida de proteger los ecosistemas y el futuro de los peces, como elemento clave para garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria.
La definición de objetivos estratégicos y su inclusión en un plan de gobierno o política de gobierno o de Estado, es apenas el primer paso. Es una declaración de intenciones, es el inicio del camino. En términos prácticos, los cambios o reformas estructurales se activan únicamente a través de los instrumentos de gestión apropiados, los cuales son una ley, decreto supremo, resolución suprema o resolución ministerial. Mientras una política o un objetivo estratégico no aterricen en cualquiera de estos documentos de gestión, no dejan de ser una declaración lírica que muestra voluntad política; pero no una decisión política con efectos reales.