El populismo económico se caracteriza por promover políticas macroeconómicas con el fin de acceder al poder o perennizarse en él. La implementación de políticas populistas genera niveles de gasto gubernamental insostenibles y desencadena, tarde o temprano, elevados déficits fiscales y aumento de la deuda pública que requieren, luego, profundas políticas de ajuste que generalmente devienen en violencia social y cambio de régimen económico. El populismo se basa en la diferenciación dualista entre el pueblo y la elite, subrayando la desigualdad no deseada, para atraer las clases populares. El populismo económico no está asociado a una ideología, puede ser de izquierda o derecha.
Los sucesos de Venezuela, Argentina, Ecuador, Bolivia y Chile son ejemplos clásicos de las consecuencias de políticas económicas populistas. El Perú durante el régimen socialista implantado por Velasco Alvarado hasta el fin del primer gobierno de Alan García vivió un periodo de populismo económico de funestas consecuencias. El caso de Venezuela es un caso extremo cuyo desenlace tendrá gravísimas consecuencias sociales. El caso de Argentina es de pronóstico reservado, el gradualismo de Macri no ha resuelto el ajuste necesario y es probable que la situación del país se agrave con la vuelta al poder del ala populista de los peronistas.
Durante el gobierno de Correa el Ecuador llegó a registrar déficits fiscales superiores al 8% que se tradujeron en un aumento de la deuda pública de menos de 20% en el 2012 a 45% en 2017. Es decir, en menos de 5 años el Ecuador pasó de ser uno de los países menos endeudados de la región a un país insolvente que ha requerido el apoyo del FMI y organismos multilaterales para superar su crisis (ver mi Linterna de Popa de 212 del mes de octubre). En Bolivia la situación es similar a la del Ecuador, los déficits también superan el 8% del PBI y lo peor está por venir, debido a las necesarias medidas de ajuste que se deben adoptarlo más pronto posible.
En el caso de Chile, si bien la situación no era dramática como los casos de Ecuador y Bolivia, los sucesivos gobiernos socialistas vinieron perforando la situación fiscal vía subsidios crecientes al transporte público, educación y salud. La caída del precio del cobre y el bajo crecimiento económico, afectado por crecientes regulaciones, contribuyeron a agravar la situación. El intento de ajuste de las tarifas de transporte público fue el detonante de la violencia social, como lo fue la disminución de los subsidios a los combustibles en el Ecuador. En Chile, la reacción popular ha llevado a abrir el debate sobre la necesidad de cambiar el régimen económico de la constitución de Chile.
¿La situación en nuestro país es similar al resto de la región? Lamentablemente vamos en la misma dirección. Es verdad que la solidez de la economía peruana nos da cierta holgura, pero los acontecimientos en Chile, con una economía similar a la nuestra, no son un buen augurio. Si no enmendamos el rumbo ahora, tal vez mañana sea demasiado tarde. En el Gráfico 1 presentamos la evolución de los gastos del gobierno general en remuneraciones, inversión y bienes y servicios. Observamos que hasta el 2014 los gastos en inversión superaban a los gastos en remuneraciones y bienes y servicios. A partir de este año, las remuneraciones y los bienes y servicios (en menor grado) han continuado su marcha ascendente.
Las remuneraciones ya superan los 48,000 millones de soles, el doble de lo que eran en el 2012. En el caso de bienes y servicios (consultorías, publicidad estatal y otros servicios) hasta el 2016 crecieron por encima de las remuneraciones llegando a los 44,000 millones de soles en el 2016. El ministro Thorne de PPK intentó contenerlas, pero en este año han retomado su dinamismo y ya superaron los niveles del 2016. Mientras tanto las inversiones han quedado estancadas alrededor de los 35,000 millones de soles. En el 2012 necesitábamos menos de un sol para administrar 1 sol de inversión, actualmente necesitamos 1.33 soles para administrar una inversion de un sol.
Si medimos los gastos del gobierno como porcentaje del PBI (ver Gráfico 2), vemos que las inversiones están en su punto más bajo desde el 2012, apenas 4.7% del PBI mientras que las remuneraciones han pasado de representar el 4.7% del PBI en 2012 a 6.4% en 2019. Los gastos en bienes y servicios (consultorías y publicidad estatal) que venían reduciendo su participación en el PBI desde el 2016 han comenzado a repuntar significativamente y ya están alrededor del 6%. Sin embargo, el incremento en remuneraciones del Estado no se ha traducido en una mejora en los servicios que éste debe brindar.
El crecimiento de los gastos corrientes por encima de los gastos en inversiones es el resultado de medidas populistas iniciadas durante el gobierno de Humala, que no pudieron ser revertidas durante el primer año del gobierno de PPK y que han retomado fuerza durante la administración de Vizcarra. La persistencia en el uso de medidas populistas ha motivado primero la resurgencia de los déficits fiscales en la época de Humala y luego con PPK y Vizcarra que no se cumplan los objetivos de reducirlos a menos del 1%.
Los continuos y crecientes déficits fiscales vienen generando el incremento de la deuda pública. El patrón de comportamiento de la deuda pública observado en Ecuador, Bolivia y Chile se viene repitiendo en nuestro país. En el Gráfico 3 se presenta la evolución de la deuda pública como porcentaje del PBI. Observamos que el nivel de la deuda total después de caer hasta 18% del PBI en 2014, ha comenzado a elevarse y ya estamos bordeando el 26%, similar al nivel que teníamos en el 2010. La diferencia con el pasado es que ahora la deuda interna es la que crece mientras que la externa se ha reducido a 9% del PBI. El incremento de la deuda pública interna viene desplazando el crédito interno al sector privado (crowding out) y por ende del crecimiento de la economía.
Es verdad que la situación de la deuda pública aun no es critica como la de Ecuador, Bolivia, Argentina, o Venezuela. Pero la reciente experiencia de Ecuador y Bolivia nos enseña que en menos de 4 años un país puede pasar de tener los niveles más bajos de deuda/PBI a tener niveles críticos que deterioran la calificación de riesgo internacional, paralizan las inversiones y exigen ajustes drásticos. Todo ello como resultado de la acumulación de medidas populistas. El incremento frecuente e injustificado del sueldo mínimo (que afecta tanto al Sector Privado como al Sector Público), el aumento desmedido de los programas de transferencia monetaria, el aumento de subsidios a la vivienda, la universalización del SIS, el aumento de Pensión 65, aumento de sueldos públicos, etc., son ejemplos de medidas populistas que pueden tener réditos con el electorado en el corto plazo pero que son fuente de deterioro de las cuentas fiscales y presagio de ajustes fiscales y cambios al régimen económico en el futuro.