En cada proceso electoral salta a la palestra el problema de las altas tasas de interés que cobran los bancos y las bajas tasas que pagan a los ahorristas, que convierte al Perú en uno de los países con mayores márgenes bancarios (diferencial entre tasas pasivas y activas) a nivel mundial. Lo cual tiene una incidencia negativa en la inversión y el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas.
Entonces surgen voces que reclaman que la autoridad fije tasas de interés máximas, como sucede en el 40% de las economías del mundo. De hecho, un estudio del Banco Mundial afirma que el control de tasas de interés es una política bastante extendida entre países desarrollados y en desarrollo.[1]
Dicho estudio refiere que EE.UU. y el Reino Unido utilizan límites absolutos a las tasas que cobran las entidades financieras supervisadas. Mientras que 32 países aplican límites relativos en el cálculo de sus tasas máximas; de ellos 26 usan tasas de referencia endógenas.
De hecho, en Perú rige un régimen de tasa absoluta máxima de interés compensatorio, pero se aplica exclusivamente a las personas naturales o jurídicas que no forman parte del sistema financiero supervisado. La ley peruana considera que prestar dinero por encima de esa tasa máxima (que actualmente está alrededor de 44,5%) es usura.
Sin embargo, las entidades financieras supervisadas gozan de la prerrogativa de poder cobrar con toda libertad cualquier tasa. En algunos casos llegan a cobrar tasas estratosféricas, del orden de 150% o 200%, principalmente en créditos de consumo, con las cuales no sólo cubren los costos y los riesgos asumidos, sino que se obtienen ganancias que en otros países son nítidamente de usura.
De hecho, Chile aplica un régimen de límites de usura, que utiliza un tope relativo tomando como referencia una tasa de interés nominal endógena (determinada en el mercado de crédito).[2]
En muchos países se aplican políticas explícitas para prevenir una elevada concentración bancaria, para prevenir las colusiones entre entidades financieras y los abusos de posición dominante, que en banca pueden adquirir las modalidades muy complejas y son muy difíciles de controlar por parte de las autoridades.
Como se sabe Perú es uno de los países con mayor concentración bancaria a nivel mundial. Aquí un solo banco concentra alrededor de un tercio del crédito y los depósitos del sistema bancario, mientras los cuatro bancos más grandes concentran más del 80%.
A mayor concentración bancaria, mayor es el riesgo de que se produzcan colusiones tácitas o explícitas entre bancos, lo que conlleva a que se cobre tasas de interés más altas por los créditos y a que se pague tasas de interés más bajas por los depósitos, respecto a un escenario de competencia bancaria abierta.
Las ventajas de escala que poseen los grandes bancos les permite reducir costos unitarios, disponer de más y mejor información y diversificar el riesgo crediticio y operativo, en desmedro del resto de entidades del sistema que no cuenta con dichas ventajas.
Un banco muy grande representa un riesgo sistémico elevado que deriva de un riesgo moral: en cuanto su eventual quiebra podría desencadenar una crisis de todo el sistema, sus accionistas perciben un incentivo perverso, a sabiendas de que la autoridad irá siempre a su rescate para evitar su quiebra, manteniendo políticas menos prudenciales que las que aplicarían si no hubiera llegado a tener ese tamaño.
Por tanto, para proteger a los ahorristas y reducir las tasas de interés, es importantísimo reducir drásticamente la concentración bancaria, para lo cual es imprescindible elevar la competencia bancaria.
Para ello se debe fomentar el ingreso de nuevos competidores al mercado, y el desarrollo de economías de escala entre instituciones más pequeñas que los bancos (cajas municipales, cajas rurales, edpymes, etc.) dedicadas a las microfinanzas, a través de la creación de vehículos institucionales trasversales especializados, intensivos en tecnología. Introducir y gestionar tecnologías nuevas y complejas es muy difícil en entidades pequeñas, lo que limita severamente su competitividad frente a los bancos.
La competencia bancaria tiende a desaparecer en tanto existan altas barreras de entrada, que fundamentalmente dependen de las reglas de juego que impone la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS) para el otorgamiento de autorizaciones de organización y licencias de funcionamiento de nuevas entidades.
En tanto la SBS puede interpretar la ley de bancos, tiene potestad absoluta para encender luz roja o verde a cualquier inversionista que pretenda incursionar en el mercado financiero peruano. Un poder inmenso que se justifica sólo en la medida en que sirva a su rol protector de los ahorros del público y a su rol promotor de la competencia, la innovación tecnológica y las inversiones en la banca peruana.
Para bajar las tasas de interés sosteniblemente, sin afectar la disponibilidad de crédito para los usuarios del sistema financiero, es fundamental reducir la concentración bancaria reduciendo las barreras de entrada de nuevos competidores bancarios y, a la vez, aplicar una política de límites de usura con tope relativo que tome como referencia una tasa de interés nominal endógena, como lo viene haciendo Chile.
[1] Henríquez y Maimbo (2014), Banco Mundial.
[2] Hurtado, Agustín (2016), “Efecto de la regulación a tasas de interés en el mercado de crédito bancario”, tesis para optar el grado de magíster en economía, Universidad de Chile.