Los resultados de conteo rápido al 95% revelan que el nuevo Congreso tendrá una composición muy distinta a la que tuvo el Congreso disuelto. De un Congreso con amplia mayoría de derecha, concentrada en un solo partido (Fuerza Popular) en alianza con el Apra, pasaremos a un nuevo Congreso muy fragmentado, corrido hacia el centro y, en menor medida, hacia la izquierda.
La derecha está conminada ahora a la solitaria presencia de Fuerza Popular, comprimida a un 6,9% del electorado (12 curules), muy menudo frente al aplastante 26% que obtuvo en 2016 que le permitiera obtener 71 curules de un total de 130.
Si bien Fuerza Popular logró pasar la valla de ingreso al Congreso con ese 6,9%, muestra un debilitamiento agudo, puesto que ese porcentaje está muy por debajo del 15% o más que llegó a detentar como núcleo duro por muchos años. Es el costo de su empecinado obstruccionismo a la labor del Ejecutivo y su incapacidad para constituirse en oposición propositiva.
Además, su nueva bancada ya no contará con el soporte del Apra como aliado estratégico que, al haber alcanzado apenas el 2,6% de los votos válidos, quedó fuera del Congreso, poniéndose en peligro de extinción hacia 2021.
Se afianza, en cambio, un centro político con 47,4% de los votos válidos (Acción Popular 10,1%, Frepap 8,8%, Podemos Perú 8,2%, Alianza por el Progreso 8%, Partido Morado 7,7% y Somos Perú 5,6%). Por cierto, se trata de un centro variopinto, con tintes populistas y capacidades propositivas muy heterogéneas, pero que converge en la necesidad de consolidar la lucha anti corrupción y en contribuir constructivamente a la labor del Ejecutivo.
Acción Popular pretenderá tener el liderazgo de este centro, aunque tendrá que lidiar con un díscolo Daniel Urresti que logró ser muy votado gracias a sus dotes histriónicas y camorreras.
A pesar de haberse despintado Julio Guzmán en su calidad de líder del Partido Morado, a raíz de sus pobres presentaciones en los medios, éste es quizás el partido que contará con los mejores representantes dentro del nuevo Congreso. Una buena articulación entre ellos y los representantes de Acción Popular podría contribuir a ganar buenos grados de gobernabilidad, que al Perú le hacen mucha falta.
La izquierda fragmentada (Unión por el Perú 6,9%, Frente Amplio 6,1%, Juntos por el Perú 5,1%) ha llegado a sumar 18,1% del electorado, pudiendo ser una segunda fuerza si logra concertarse, aunque se sabe de antemano que eso es y ha sido tradicionalmente una tarea muy difícil.
El ascenso de Anturo Humala a través de Unión por el Perú, por encima de otras fuerzas de izquierda más sensatas, es un aviso de alerta acerca de la posibilidad de que el radicalismo nacionalista podría ser un plato agrio dentro del Congreso y un banquete caótico para 2021.
A pesar de no tener el Ejecutivo una representación en este nuevo Congreso, tendrá más predicamento que con el Congreso anterior, sobre todo con las fuerzas centristas.
Así vamos entrando a la última curva previa a la meta electoral de 2021, con un ecosistema político en recomposición radical respecto a lo que fue hace tan solo un par de años. El escenario previsible es uno con una derecha sin PPK, sin el Apra, sin Solidaridad Nacional y con el fujimorismo en picada. Ello debido a los escándalos de corrupción en los que terminaron involucrados muchos de sus líderes y también a su labor obstruccionista frente al Ejecutivo.
Hay espacio para el surgimiento de un nuevo partido de derecha que sea honesto y decente, así como para un nuevo partido de centro izquierda con visión de largo plazo.