Sin vacuna o tratamiento preventivo contra el virus y la incertidumbre masiva asociada con sus riesgos, el Covid-19 se ha convertido en una amenaza común para toda la humanidad, y dado que el miedo representa una emoción humana clave, la economía del comportamiento puede ser útil en la lucha contra el mayor riesgo para el crecimiento económico mundial.
Como en todo evento pandémico, existe la imperiosa necesidad de los gobiernos del mundo de equilibrar los beneficios percibidos de la auto precaución (salud incólume y esperanza de vida) con los costos percibidos de la misma (costos monetarios, de tiempo y psicológicos de la cuarentena).
Dado que en una pandemia una persona infectada corre el riesgo de infectar a muchas otras, luchar contra el Covid-19 se convierte de inmediato en un bien público y es allí donde radica el mayor desafío para las autoridades gubernamentales. Según los economistas del comportamiento, las personas rara vez se comportan de manera racional e imparcial al tomar decisiones de costo/beneficio de bienes públicos en escenarios de alto riesgo. A menudo usan atajos mentales que afectan su percepción de riesgo y reacción.
Una epidemia como la del Covid-19 crea un ambiente de excesiva incertidumbre bajo la cual la percepción de riesgo de los humanos está impulsada por una fuerte sensación de falta de control. La reciente compra de máscaras, desinfectantes, artículos de primera necesidad y papel higiénico tanto en el Perú como en el resto del mundo, demuestra con creces dicha aseveración; a ello se debe aunar la propagación de noticias falsas, rumores y desinformación a través de las redes sociales. Todo esto propicia el surgimiento de dos sesgos:
- El sesgo retrospectivo. Una vez que las personas saben que se ha producido un evento, se engañan a ellas mismas pensando que desde un principio ellas sabían que eso iba a ocurrir. Con las decisiones gubernamentales en constante evolución, el sesgo retrospectivo puede hacer que las personas perciban cualquier información nueva sobre la lucha contra el Covid-19 como algo inevitable. Esto puede hacerles creer que los funcionarios ya deberían haber sabido hacia dónde se dirigía la situación, haciéndoles cuestionar la credibilidad de los esfuerzos del Gobierno.
- El sesgo de disponibilidad. Se juzga la probabilidad de un resultado en función de lo rápido que aparece en nuestra mente. Por ello si los medios de comunicación en forma continua presentan poderosas imágenes de miedo y terror al Covid-19, las personas no valorarán el riesgo por la morbilidad del virus sino por las creencias preexistentes, popularmente llamadas sesgos de confirmación, y juzgarán que los riesgos son mayores cuando provocan emociones más fuertes.
Ante dicha situación, muchos especialistas en economía del comportamiento han presentado de manera individual una serie de sugerencias para que los gobiernos eliminen la presencia de ambos sesgos y logren que el efecto del “miedo al coronavirus” esté más amortiguado de lo que actualmente está. A continuación, hemos recopilado las más importantes recomendaciones:
- Abordar los sesgos de disponibilidad y retrospectivo mediante la comunicación de hechos, planes de acción y el papel esperado de los ciudadanos de manera clara y a tiempo. Proporcionando aclaraciones sobre alguna información errónea visible en los sitios web del Gobierno, sobre todo ahora que los anuncios tienen naturaleza diaria.
- Revelar completamente los riesgos de Covid-19 y el resultado final del contagio comunitario. Diseñar para ello un monitor de riesgo codificado por colores (verde para leve, amarillo para medio, rojo para grave) y colocarlo en los sitios web del Gobierno de forma que alerte de manera temprana que los esfuerzos están dando resultado.
- Facilitar a las personas la búsqueda de información auténtica sobre el Covid-19. Anunciar fuentes oficiales a través de WhatsApp, TV, radio y prensa escrita. Además, ayudar a las personas a localizar rápidamente los teléfonos a los cuales llamar si tienen síntomas.
- Construir un correcto modelo mental para los ciudadanos, mediante mayor publicidad en los sitios web del Gobierno a los casos de recuperación de Covid-19 que a la cantidad de casos y víctimas infectados (sin con ello restarle importancia a la gravedad del asunto).
- Establecer la norma social deseable al mostrar videos/clips de audio de personalidades públicas de confianza que alienten la auto precaución, expresen empatía y solidaridad con los pacientes, aprecien a los trabajadores de salud de primera línea y destruyan los mitos relacionados con el virus.
- Reforzar los mensajes de precaución repetidamente a través de frases pegadizas, mnemotécnicos o imágenes que muestren las nuevas normas sociales como lavarse las manos durante 20 segundos, alentar a las personas a quedarse en casa y a designar a una sola persona por familia para hacer las compras de bienes esenciales.
- Aprovechar las reglas predeterminadas por el Covid-19 para que sea una norma permanente el colocar desinfectantes de manos/dispensadores de jabón junto a las puertas de entrada y vestíbulos de oficinas, ascensores centros comerciales y cualquier lugar con alta concentración de personas.
Estos esfuerzos hacia una comunicación efectiva de riesgos por parte de las autoridades públicas y privadas ayudarán a construir la credibilidad de las medidas gubernamentales, brindarán a las personas orientación anticipada y permitirán que se normalice la incertidumbre.
El Covid-19 está golpeando a la humanidad donde más le duele: la mente. Una vez que reconocemos el poder del comportamiento individual en las epidemias, las percepciones conductuales no son una elección sino una necesidad en nuestra acción colectiva contra el Covid-19. De cualquier manera, el coronavirus vivirá durante décadas en la mente de las personas. Nuestros pasos de hoy respecto a la epidemia decidirán la forma en la que esta vivirá en nuestra memoria.