Rezago, desigualdad y dualidad productiva

Mucho del rezago y la desigualdad de la realidad peruana no se dejaban ver con tanta crudeza hasta la llegada de la pandemia del coronavirus 19 y su larga cuarentena que convocó al fantasma del hambre. Ya no solo la escasez y carestía de medicinas, oxígeno e infraestructura fueron una dolorosa muestra de la tragedia social que vive nuestro país. La pérdida de trabajos y la precariedad del empleo asolan a las familias en las zonas pobres de las ciudades.

El país se prepara para recuperar el paso luego de esta dura prueba. Que aún no se supera, es cierto, pero habrá que tomar más riesgos porque los costos del largo confinamiento para la economía son también peligrosos. Comienzan a reabrir los negocios y se sopesará la capacidad del país para recuperarse luego de un evento tan catastrófico como imprevisible. Se busca que las condiciones en que operen servicios, talleres y fábricas estén dentro de prácticas de bioseguridad que eviten nuevos contagios y brotes que nos regresen al encierro sanitario.

Se aprestan a trabajar los artesanos que producen los ricos quesos de Cajamarca y Moquegua. Nancy Cóndor desde Carhuamayo consigue sus macas para convertirlas en preciada harina. Los agricultores familiares de Pucará cosechan sus hortalizas orgánicas para las mesas populares. Los fruticultores de Calango y Huarochirí hacen lo propio al igual que los pequeños procesadores de aceite de oliva de Yauca y La Yarada. Así como en el campo también en las ciudades una legión de mypes retomará la lucha por el sustento: los conglomerados de calzado, ropa, muebles y comercio tradicional, comparten con los productores y artesanos del campo sus pesares y esperanzas.

En esta línea leímos un interesante articulo de Piero Ghezzi (‘Dos caminos’) donde el exministro reflexiona sobre los retos productivos del país. Refiere que ‘nuestros problemas económicos estructurales son múltiples, pero nuestra ‘dualidad económico-productiva’ es central. Hay dos Perú. Uno moderno, formal, de productividad relativamente alta, que convive con otro, informal, con Mypes de productividad baja (y estancada)’.

La dualidad consiste en que los dos Perú marchan cada uno por su lado. Al otro Perú, al de las Mypes y la informalidad, no se le dedica la atención y las políticas públicas que permitan a sus micro y pequeños negocios las condiciones para salir adelante. Así, la crisis es una oportunidad para atenderlos, mejoren su productividad, calidad y se inserten en negocios más dinámicos.

Ghezzi afirma que el avance económico del Perú de las últimas décadas fue precario y dispar. Y que revertir la dualidad económico-productiva es una responsabilidad compartida porque el mercado ha fallado en resolverla mientras que el Estado no tiene capacidades para hacerlo solo y que por tanto, la solución tendrá que trabajarse colaborando. ‘Hay que combinar la espalda financiera y las normas del Estado con la capacidad innovadora y disciplina del mercado’.

Añade que si bien se pueden aplicar medidas macro y microeconómicas que aplaquen los daños a familias y empresas, la precariedad mostrada por la pandemia deja ver que éstas no serán suficientes. El coautor de ‘Qué se puede hacer con el Perú’ refiere que la economía nacional ya estaba mal desde antes de la pandemia y que la reactivación debe ser planteada con políticas públicas que busquen una transformación estructural de nuestra economía. Y que si bien los problemas estructurales son muchos, la dualidad económico-productiva es prioritaria.

Ghezzi manifiesta que el Perú informal es invisible para el Estado, que no lo entiende ni lo refleja en sus políticas públicas. Que es más fácil prorrogar la Ley de Promoción Agraria que lograr la integración productiva de cientos de miles de pequeños agricultores familiares en cadenas agroexportadoras. Como consecuencia de lo dicho, las mejoras de las Mype son resultado del “chorreo” del crecimiento y no producto de políticas públicas que busquen deliberadamente fortalecerlas.

Cita el exministro el caso exitoso de la agricultura de costa que muestra el dualismo productivo ya que mientras el boom agroexportador es de grandes empresas integradas, pocos agricultores familiares participan pues están dedicados a cultivos para abastecer el consumo nacional de alimentos. En un mismo espacio coexisten empresas de alta productividad mundial con otras de bajísima productividad.

Ante esto Piero Ghezzi propone una urgente política pública que propicie una colaboración entre empresas grandes o medianas (tractoras) y Mypes, microfinancieras y Estado, a fin de identificar qué falta -asistencia técnica, financiamiento, riego tecnificado, infraestructura- para que un número mucho mayor de Mypes agrarias se asocien y alcancen los estándares que les permita insertarse en cadenas de valor agroexportadoras.

A pesar de casi 30 años de crecimiento ininterrumpido el fracaso en revertir el problema de la dualidad productiva obliga a trabajar dejando de idealizar los logros de los noventa que no han superado la citada dualidad. Coincidimos con Ghezzi que la diversificación productiva es una de mejores estrategias contra el dualismo y la falta de generación de empleo formal.

Finalmente, van algunos comentarios para complementar la propuesta de Piero Ghezzi:

1.- El mercado internacional funciona con reglas claras y eficiencia. En el mercado nacional, ocurre todo lo contrario. El acopio y distribución de alimentos es obsoleto y genera inequidades en el reparto de la riqueza en las cadenas favoreciendo a las ciudades en detrimento del campo.

2.- Si bien existen casos exitosos como los de los agricultores familiares cafetaleros, que han establecido equipos gerenciales de primer nivel, aun mantienen una agenda pendiente en productividad y reconversión de cultivos. Eso no opaca sus logros como la diversificación de la cooperativa Norandino con su planta de procesamiento de cacaos finos de alta tecnología.

3.- De lo anterior se deduce que si existe un mercado que aprecie y pague la diferencia de calidad (orgánica, comercio justo, etc), combinado con organizaciones con habilidades gerenciales y enfocadas a la calidad, éstas fortalecen su asociatividad, invierten en comercialización y tecnología que las lleva a la diversificación productiva.

4.- En realidad sembrar para abastecer a los mercados del país es para cientos de miles de productores una fuente de marginación. El sistema alimentario nacional (buscar nota en este blog) que va de la chacra a la mesa familiar debe ser reconstruido, buscando su sostenibilidad, desde la alimentación saludable, el acopio y la agroindustria rurales y los mercados de abasto urbanos. Sin rentabilidad para los productores familiares no habrá éxito frente a la dualidad.

5.- El rezago en habilidades de negocios y organización que se observa en la agricultura que atiende el mercado interno es el mismo o tiene la misma naturaleza del rezago de los comerciantes de los mercados de las ciudades, y de los protagonistas de los conglomerados populares en ropa, calzado y muebles, entre los varios clústeres que hay en el país.

Hasta ahora se ha privilegiado a las inversiones en infraestructura sobre aquellas que crean y estimulan las habilidades blandas en las Mypes, como la organización y asociatividad, las habilidades de negocios y la cercanía con las tecnologías. Del lado del Estado también es urgente fortalecer la carrera pública y capacidades en los tres niveles de gobierno para acompañar los procesos de cambio que son dinámicas no necesariamente con resultados en el corto plazo.

La propuesta de Ghezzi abrirá un rico debate para en medio de la adversidad ver a lo lejos una luz.