Sistemas Económicos y Teorías del Desarrollo

La proximidad de las elecciones ha puesto en boga, especialmente entre partidos de izquierda, pedir una nueva constitución o al menos el cambio de su capítulo económico. El argumento más fuerte para pedir este cambio es que el actual modelo económico no ha solucionado el problema de la pobreza y ha agravado la desigualdad. Estos políticos sostienen que el modelo primario exportador y la corrupción asociada a la economía de libre mercado son las fuentes del colapso económico, del desempleo y la informalidad que la pandemia se ha encargado de desnudar.

Lo más grave con los planteamientos de los partidos de izquierda no está sin embargo en su pedido de cambio del capitulo económico de la Constitución sino en lo que plantean como reemplazo:  una nueva reforma agraria, quitarle la autonomía al Banco Central (abriendo la puerta para emisiones inorgánicas de dinero), crear empresas estatales, controles de precios y salarios y un largo etcétera. Lo que plantea la izquierda no es nuevo, ya ha sido probado en el Perú y en muchos países del mundo con funestas consecuencias. Ahí están los resultados de la Reforma Agraria de Velasco, la hiperinflación del primer gobierno de Alan García, la Unión Soviética, Cuba, Venezuela, Nicaragua y muchos más. Pareciera que para los de la izquierda no existieron la caída del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética.

¿Por qué insiste la izquierda en planteamientos probadamente fallidos? Porque su objetivo es ideológico. Su objetivo no es el bienestar del país, es la captura del poder para instaurar un sistema socialista a como dé lugar. El copamiento de las instituciones es sólo el primer paso de este proceso. Destruir el modelo económico consagrado en la Constitución es el siguiente paso. Para ello recurren a medidas populistas y demagógicas que en época de crisis económica y sanitaria encuentran eco entre la mayoría de la desinformada población. Lo peor es que estos cantos de sirena seducen, inclusive, a electores, principalmente jóvenes, de las clases económicas A y B.

La derecha peruana ha respondido a este vendaval de medidas populistas con una campaña de esclarecimiento de las bondades del modelo económico, exponiendo cifras que evidencian los avances logrados en reducir la inflación, crecimiento del PBI, reducción de la pobreza, aumento de la productividad, crecimiento de las exportaciones, etc. Sin embargo, las encuestas parecen indicar que el discurso de la izquierda va ganando.   La mejor prueba es que los candidatos de izquierda son los que más suben y hasta el candidato de Acción Popular, con una plataforma de izquierda radical, ha conseguido trepar a los primeros lugares.

Lo peor es que algunos candidatos de derecha también están cayendo en la tentación populista y ofrecen introducir topes a las tasas de interés, millones de puestos de trabajo temporales, cambiar la sede de la capital, donar su sueldo de presidente, agua y desagüe para todos, vivienda para todos, trenes de Tumbes a Tacna, decenas de autopistas, etc. El problema es que solo nos dicen las obras que quieren hacer pero no de donde va a salir el dinero para hacerlas. Hay muchas propuestas de gasto y muy pocas orientadas a generar riqueza o aumentar la productividad. Se piensa mas en como distribuir la torta que en hacer que crezca.

¿Por qué los candidatos recurren a anunciar medidas populistas y demagógicas? La respuesta es simple. Porque no tienen claro cuál es la correcta estrategia por seguir para lograr el desarrollo económico del país. Existe una confusión entre lo que es un sistema político-económico y lo que es un modelo económico y una estrategia de desarrollo.

Existen sistemas político-económicos como el feudal, el fisiocratismo, el mercantilismo, el comunismo, el socialismo, economía mixta y el capitalismo. La invención de la moneda, el comercio y los avances tecnológicos (Revolución Industrial) han definido el nacimiento, auge y decadencia de los diferentes sistemas político-económicos aunque estos pueden subsistir simultáneamente en muchos o pocos países.

Cada sistema político-económico tiene asociado un modelo de funcionamiento que generalmente se va perfeccionando en el tiempo de acuerdo con el instrumental matemático que los economistas tienen a su disposición. Así, el sistema capitalista ha ido evolucionando desde Adam Smith, pasando por Ricardo, para llegar a las escuelas marginalistas de Jevons, Walras, Hayek, Keynes, Samuelson, y Friedmann, entre otros, que han originado vertientes como el neoliberalismo, la escuela austriaca, el monetarismo, la economía social de mercado y otras. Nuestra Constitución adopta la economía social de mercado como modelo económico dentro de una concepción capitalista de libre mercado, respeto a la propiedad privada y subsidiaridad del estado en materia económica. El modelo económico, por sí solo, no garantiza el desarrollo, es una condición necesaria pero no suficiente.

Lo que aparentemente la mayoría de nuestros políticos no tienen claro es que dentro de cada sistema político-económico existen diferentes estrategias o teorías del desarrollo. Entre las más conocidas dentro del sistema socialista y economía mixta está la “Sustitución de Importaciones” propiciada por la CEPAL en los 60 y adoptada por Velasco, la “Teoría de la Dependencia” de la escuela estructuralista o más recientes dentro de un sistema capitalista como “Desarrollo basado en Exportaciones” o el “Consenso de Washington” que propiciaron las multilaterales en la década de los 90. Estas estrategias o teorías del desarrollo tratan de responder por qué dentro de un sistema o modelo económico subsisten países mucho más pobres que otros, o inclusive por qué dentro de un país subsisten bolsones de pobreza.

Las teorías de desarrollo tuvieron su auge en la década posterior a la segunda guerra mundial. La teoría del Gran Salto (Big Push) de Rosenstein Rodan para romper el círculo vicioso del subdesarrollo; la  teoría de los eslabonamientos hacia adelante y hacia atrás de Hirschman; las teorías de los premios nobel Arthur Lewis (Desarrollo Económico con Suministros Ilimitados de Mano de Obra”) y Theodore Schultz (Crecimiento Económico y Agricultura) fueron consideradas como la solución a la pobreza de los países en desarrollo, pero cayeron en desuso para ser reemplazadas por teorías para combatir el endeudamiento y la hiperinflación, muy comunes en los 80 y que dieron paso al surgimiento del Consenso de Washington.

Como lo ha señalado en su libro “Desarrollo, Geografía, y Teoría Económica” el premio nobel Paul Krugman, el recetario del Consenso de Washington es una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo económico integral de una economía social de mercado. La estrategia de desarrollo no puede ser igual para todos los países. La estrategia de desarrollo va a depender de las condiciones iniciales de cada país y del contexto internacional. Los casos de la China, India y otros países asiáticos son claros ejemplos de la importancia de las condiciones iniciales y el contexto internacional del desarrollo de un país. En este contexto, el desempleado, el informal y el pobre en general no es el problema es la solución.

El caso de nuestro país ilustra claramente la carencia de una estrategia de desarrollo. Hemos asumido que la instauración del modelo de economía social de mercado y la adopción del recetario del Consenso de Washington serían suficientes para eliminar la pobreza y aumentar la productividad de la economía. Lamentablemente no se tomaron en cuenta las condiciones iniciales y el contexto internacional. No se tomó en cuenta que más del 70% de la población estaba desempleada, era informal o pobre con niveles de productividad muy por debajo de la mayoría de los países de la región. En esta situación el proceso de globalización y el avance tecnológico en la informática y las telecomunicaciones que debería ser una fuente para el desarrollo beneficia principalmente a un limitado sector de nuestra economía, ya que la mayoría no se encuentra integrado a la economía moderna.

Lo más grave es que en los 10 años últimos años, los gobiernos han aplicado políticas equivocadas. El crecimiento del gasto estatal se ha orientado a mayor burocracia, de dudosa efectividad, en lugar de fortalecer la infraestructura. Además, se incrementado cada vez más la intervención estatal en la economía con tramitología y trabas que han impedido un funcionamiento eficiente de la economía, han fomentado la informalidad y han traído consigo una cada vez mayor nivel de corrupción. La pandemia ha acentuado esta brecha. Lo que está mal entonces no es el modelo económico sino la falta de una clara estrategia de desarrollo y la gestión pública.

¿Cuál debe ser nuestra estrategia de desarrollo en estas circunstancias? Definitivamente no debe ser el de cambiar de modelo económico. Pero tampoco debe ser esperanzarnos a que todo va a volver a la normalidad una vez que todos estemos vacunados contra el COVID 19 y que la informalidad es una válvula de escape al desempleo. Necesitamos de una estrategia que elimine el desempleo, la informalidad, la pobreza y aumente su productividad, pero no en un plazo de 10 años, sino de forma inmediata.

Necesitamos de un shock de empleo productivo y formal ahora. Un shock de inversiones en minería o de grandes proyectos de infraestructura no van a resolver el problema del desempleo o informalidad en el corto plazo. Necesitamos de un Gran Salto (Big Push) que eleve en el corto plazo la productividad de los más pobres del país. Los nueve millones de pobres se encuentran concentrados en las zonas altoandinas y en los asentamientos urbano-marginales de las grandes ciudades del país. La solución no pasa por darles empleo temporal, más bonos y subsidios ni más transferencias monetarias. La solución pasa por tener una clara estrategia de como ayudar a estos compatriotas a que den un gran salto en su productividad. La estrategia para este tipo de desarrollo existe. Es necesario divulgar que candidatos ofrecen esta alternativa. El elector tiene la palabra.