“Es la economía, estúpido” (“it´s the economy, stupid”), fue una frase muy utilizada durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George H. W. Bush, que lo llevó a convertirse en presidente de los Estados Unidos.
Poco antes de las elecciones de 1992, Bush era considerado imbatible por la mayoría de los analistas políticos, fundamentalmente debido a sus éxitos en política exterior, como la guerra contra Iraq. Su popularidad entonces había llegado al 90 % de aceptación, un récord histórico. En esas circunstancias, James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton, señaló que este debía enfocarse sobre cuestiones más relacionadas con la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas. Con el fin de mantener a los partidarios enfocados en los mensajes claves, Carville pegó un cartel en las oficinas de la campaña de Clinton con tres frases: (1) Cambio vs. Más de lo mismo; (2) Es la economía, estúpido; y (3) No olvidar el sistema de salud.
Estos mensajes cobran vigencia en nuestro medio, especialmente en esta segunda vuelta. Si comparamos los resultados de las elecciones para el Congreso de 2020 y los resultados de la primera vuelta vemos que la izquierda radical es la que más ha avanzado, desplazando a la izquierda tradicional. ¿Qué es lo que ha motivado un cambio tan drástico en tan poco tiempo? La respuesta es evidente, es el deterioro de la situación económica y la pérdida de credibilidad en el gobierno. Lo primero se refleja en el incremento significativo del desempleo y la informalidad (ver Gráfico 1) y lo segundo por el manejo incompetente de la pandemia por parte de los gobiernos de Vizcarra y Sagasti.
La izquierda radical ha utilizado hábilmente el descontento generalizado motivado por el desempleo y el colapso del sistema de salud (dos de los puntos levantados por el estratega de Bill Clinton) para levantar el primer punto de “cambio versus más de lo mismo”. Han centrado su mensaje en resaltar las diferencias de ingresos y de clase y el mal manejo de la pandemia para proponer “cambiar todo” empezando, por supuesto, con la Constitución. Lo paradójico es que su propuesta en realidad no representa un cambio sino un regreso al pasado, con ideas que han fracasado, tanto en el Perú como en todos los demás países que las han impuesto.
Tanto el desempleado como el informal, que es en realidad un desempleado camuflado, sienten que no tienen nada que perder con el cambio y por eso se alinean con el que ofrece y promete el cambio más radical. No les gusta en realidad el futuro que vislumbran si las cosas continúan como están, es decir no quieren mas de lo mismo. No quieren promesas de un país próspero en el futuro quieren trabajo y oxígeno ahora. A esta situación han colaborado la ineptitud de los gobiernos de los últimos 10 años que han contribuido a socavar las bases del modelo de economía social de mercado y crear un estado paquidérmico incapaz de atender los problemas de desempleo y salud generados por la pandemia. Se ha desandado lo que tanto esfuerzo costó a los peruanos construir. Los altos niveles de desempleo e informalidad son una prueba palpable de esta realidad.
A esta situación ha contribuido la demonización de la candidata de Fuerza Popular a las que se le han atribuido todos los males del país. Esta situación se ha logrado con la colaboración de grandes sectores de los medios de comunicación. Lo que no se percibe es que se ha logrado con la intervención directa de los últimos gobiernos y los medios de comunicación es pasar de un Congreso mal llamado “obstruccionista” a un Congreso “destructor” de la economía social de mercado.
¿Qué hacer para revertir esta situación que amenaza nuestra democracia? Lo más importante es sumarse al clamor popular de que se requiere un cambio. Pero sin embargo el cambio que se requiere debe orientarse a mejorar la gestión del país, hacerlo más eficiente, más competitivo, tanto en el Sector Público como en el Sector Privado. Simplificar todo para que sea más fácil generar empleos y formalizar la economia. Desarmar el andamiaje estatal excesivo que se construyó sobre la base de los cambios que introdujo Alberto Fujimori. Lo que existe hoy dista mucho de lo que se construyó en los años 90, representa un retroceso en la dirección estatista, herencia del funesto gobierno militar 1968-1980.
Es primordial hacer llegar a toda la población el mensaje de que lo que pregona Perú Libre en realidad no es un cambio, es “más de lo mismo” porque es un retroceso hacia el modelo Velasquista, al que siguieron dos décadas en las que disminuyó el ingreso per cápita y se generó una hiperinflación sin precedentes. El estatismo que propone Perú Libre no solo traerá más ineficiencia al concentrar decisiones en funcionarios estatales, sino también traerá, inevitablemente, más corrupción y la pérdida de la democracia. El estatismo es todo lo contario a lo que propone Fuerza Popular. El modelo que propone el candidato de Perú Libre ahuyenta la inversión privada que es la generadora de empleos (ver Gráfico 2) y es la que han venido practicando los gobiernos de Vizcarra y Sagasti. El ejemplo de Venezuela es la mejor muestra de lo que sucedería. Los desesperados esfuerzos que viene haciendo el candidato de la izquierda radical para negar lo que está en blanco y negro en su plan de gobierno son solo una burda maniobra electoral.
Además, es importante transmitir el mensaje de que el cambio no es patrimonio de la izquierda radical. No ser de izquierda no significa estar en la posición de “más de lo mismo”. Lo que ofrece Fuerza Popular, y que debe ser la propuesta de un país unido y de ancha base, es un rescate de los años de retroceso que hemos vivido en los últimos 10 años y que la pandemia se ha encargado de desnudar. Y ese rescate comienza por solucionar los problemas de la salud y el desempleo. La población demanda oxígeno y empleo para ahora.
Es irresponsable también, como hace el plan de gobierno de la izquierda radical, ofrecer empleos redistribuyendo la riqueza, nacionalizando las empresas y los medios de producción. Propone una nueva reforma agraria para redistribuir las tierras existentes. Es decir, no busca generar más riqueza, sino redistribuir la existente, lo cual no genera mayor empleo sino mayor dependencia del Estado, como ocurre en Venezuela donde para acceder a bienes y servicios básicos se requiere carnet.
FP propone un cambio radical en la forma de actuar del gobierno, buscando la generación de empleo en forma inmediata, mediante una acción conjunta del sector privado y el gobierno. Aparte de simplificar procedimientos y eliminar restricciones para atraer inversiones, el gobierno fomentará y dará su apoyo a millones de campesinos, y microempresarios mediante la ejecución de miles de pequeñas obras en el sector rural (reservorios, canales, vías de acceso, postas médicas, escuelas) y viviendas en las zonas urbano-marginales. Estas miles de obras, que serán ejecutadas con la mano de obra de las zonas beneficiadas elevarán la productividad de los más pobres y posibilitará una reactivación económica, no solo de los sectores mas deprimidos, sino de toda la economía, impulsando el círculo virtuoso de crecimiento de la demanda interna, mayor inversión privada, generación de empleo, y mayor demanda interna.
En el campo de la salud, las diferencias son aún más saltantes. Mientras que la izquierda radical no contempla ni una medida para combatir la pandemia, el plan de gobierno de FP tiene un programa coherente que tiene como metas el combate al virus con pruebas moleculares, aislamiento y trazabilidad de los nuevos casos, mejoramiento de la red primaria, compra de plantas de oxígeno y vacunación de todos los peruanos antes de fin de año. En un desesperado intento de ultima hora la izquierda radical ofrece con un claro sesgo ideológico, traer vacunas cubanas y nacionalizar los servicios de salud como estrategia de combate a la pandemia. Resta saber si el electorado sabrá discernir entre las alternativas de cambio: (i) vuelta al pasado con pérdida de la libertad y democracia; o (ii) cambio total de enfoque en la gestión estatal para fomentar la actividad de todos los peruanos con igualdad de oportunidad para todos.