Pedro Castillo sacó ventaja frente a Keiko Fujimori en el conteo rápido al 100% del universo de votos (PC 50,2% versus KF 49,8%). Si bien el escrutinio de la ONPE al 42% de las actas, arroja un resultado distinto, con Keiko por encima (52,9% versus 47,1%), éste no tiene validez estadística, por ser producto de una simple sumatoria de las actas que han ido llegando, que son las más cercanas geográficamente.
Más precisión tiene el conteo rápido al 100%, pues se sustenta en una muestra estadísticamente representativa del universo de votos, con un margen de error de apenas +/- 1%. Este conteo ya incluye los votos del extranjero (que al parecer favorecen a Keiko ampliamente), por lo cual conforme el escrutinio oficial avance y se incorporen los votos de provincias y sobre todo los rurales, es posible que la brecha entre Keiko y Castillo se acorte y eventualmente éste pueda desplazarla al segundo lugar.
Como se trata de una votación muy ajustada, igual hay que esperar con tranquilidad varios días hasta que la ONPE alcance el 100% del escrutinio, para saber fehacientemente quién será el nuevo presidente del Perú. Pese a episodios puntuales de cédulas electorales marcadas felizmente identificadas a tiempo, hasta ahora no existe evidencia de fraude, aunque vendría bien la vigilancia ciudadana hasta el final para evitarlo.
Mientras tanto ya se puede adelantar un balance y evaluación de la campaña electoral. Queda claro que Keiko pudo remontar en toda la costa norte, pasando por Lima hasta Ica (las zonas económicamente más beneficiadas con el modelo económico), no tanto debido a sus propuestas sino a la fuerte campaña “anti comunista”, que contó con la invalorable colaboración del persistente protagonismo mediático de Vladimir Cerrón.
En contraposición, había un voto indeciso que teóricamente pudo haber sido capturado por Castillo, pero lo perdió tanto en el debate de los equipos técnicos como en el debate final entre ambos candidatos, en los cuales quedó en evidencia su carencia de una propuesta sólida. El mismo hecho de haber presentado un ideario extremista como plan oficial, sucedido luego por un plan económico y luego el denominado “Plan Bicentenario”, elaborados por diversos equipos desconectados entre ellos, proyectó una imagen de falta de preparación para asumir las riendas del gobierno.
Todos estos traspiés mostraron la alta resiliencia de la candidatura de Castillo, pues no minaron la gran masa de seguidores anti fujimoristas que pudo arrastrar apenas pasó a la segunda vuelta. Apenas Castillo fue bajando los decibeles de la partitura radical que le puso Cerrón, pudo sumar a ese voto anti fujimorista los votantes de los segmentos C, D y E atraídos por su identidad étnica con el candidato, a lo cual ayudó su sencillez personal y familiar, en contraste con la altivez de Keiko y su entorno familiar.
Si bien nada está dicho en definitivo, Castillo tiene buenas posibilidades de ganar y esto de por sí ya es motivo de mucha preocupación para la mitad del país que no votó por él y, sobre todo, para las empresas y los inversionistas que son los que mueven la economía. Queda mucha ambigüedad en su discurso respecto a temas tan sensibles como expropiación/nacionalización de empresas mineras, intangibilidad de los ahorros, autonomía del Banco Central de Reserva, prohibición de importaciones, uso del fondo de pensiones privado para crear un banco de los trabajadores, etc.
Castillo ha dado señales de querer distanciarse de Cerrón y correrse más al centro. El mismo Jaime de Althaus -tan duro de roer- lo reconoció ayer en un programa televisivo. Según dijo, pareciera que Castillo no pretende expropiar sino ponerle un impuesto a las sobreganancias mineras; algo que ya se dio en Chile y se aplica en otros países. No obstante, la comunicación de sus propuestas económicas ha seguido empantanada.
En fin, sólo queda decirle a Castillo que vaya tomando conciencia de que una cosa es ser candidato y otra muy distinta es ser presidente. Por ejemplo, mañana el dólar seguramente va a pegar otro brinco fuerte y seguirá un rumbo inestable hasta el cómputo final de la ONPE. Si él ya empezara a pensar como presidente y no sólo como candidato, en lugar de acusarme a mí y a otros analistas por afirmar que es el “factor Castillo” el causante de la subida del dólar, debiera empezar a pensar en las cosas que debiera hacer para calmar el mercado. Por ejemplo, anunciar que de ganar las elecciones su gabinete de ministros será altamente técnico y velará por la responsabilidad fiscal. Que convocará a personalidades del mayor prestigio para realizar el cambio al que la gran mayoría de peruanos aspira, garantizando la estabilidad de la economía.
Si cunde el pánico financiero hasta antes del 28 de julio, su gestión sería cuesta arriba, así como su estabilidad en el cargo en un país con tan bajo nivel de gobernabilidad como Perú. Dada la falta de confianza que su candidatura inspira en la mitad de los peruanos, tendrá que imaginarse una manera de generar un shock de confianza y credibilidad que trascienda la esfera empresarial e internacional, que se proyecte incluso a forjar una reconciliación entre trabajadores y empresarios, limeños y provincianos, hombres y mujeres.
Como dijera el ácido y agudo George Bernard Shaw, “la vida no tiene más que dos tragedias. Una es no alcanzar lo que más deseas de corazón; la otra es alcanzarlo”. Si en unos días Castillo logra su deseo de convertirse en presidente de la república, mirará al horizonte y encontrará un gran vacío que no podrá llenar con nada, sino es cambiando rotundamente su manera de ver la economía y las empresas. Así como el Perú necesita cambiar, los peruanos también necesitamos cambiar, empezando por sus líderes.