El Perú atraviesa por la época de mayor incertidumbre desde los años de la hiperinflación de principios de los años 90’s debido a que, a pocos días del cambio de mando, aun no hay un rumbo claro en la política económica que aplicará el gobierno izquierdista de Pedro Castillo, más aún a la luz de su persistencia en convocar a una Asamblea Constituyente. La dilación de su proclamación por el Jurado Nacional de Elecciones agrava la situación, pues no ha permitido realizar una transferencia de mando normal, lo que viene retardando el aprendizaje y afiatamiento del equipo gubernamental entrante. Son más de 200 puestos claves, entre ministros, viceministros y demás altos funcionarios que Castillo tendrá que definir en estos días. ¡Qué nervios!
Esta incertidumbre se refleja en una creciente presión inflacionaria y una depreciación del sol frente al dólar. A junio la inflación acumulada en 12 meses llegó a 3,2%, medida por el IPC, aunque el IPC importado voló encima de 8%, afectado por la fuerte alza de los insumos alimenticios importados y la depreciación del sol frente al dólar. Al 14 de julio el tipo de cambio venta interbancario se depreció en 2,5% respecto a fines de junio (S/ 3,962 por dólar), acumulando 9,5% respecto al cierre de 2020.[1]
Ciertamente la presión inflacionaria no es un fenómeno meramente peruano. Viene subiendo en EEUU llegando a 5,4% en los últimos 12 meses, a 8,5% en Brasil, 52% en Argentina y 5,8% en México. Sin embargo, mientras sea un fenómeno transitorio (como todo indica que lo es en EEUU) sería manejable. El problema es que el Plan Bicentenario avalado por Pedro Castillo contempla medidas que implican una expansión fuerte de la emisión monetaria del BCR[2], que se suman a las promesas electorales que han despertado en la población expectativas altas de mejora inmediata.
Para nadie es un secreto cuál es la fórmula para una espiral inflacionaria: subida de los precios de los insumos y depreciación del sol, acompañados de un exceso de liquidez y ajustes periódicos (indexación) de los salarios. De mantenerse la autonomía del BCR la liquidez podría mantenerse a raya, pero las otras variables igual podrían volar si la credibilidad del ministro de economía es baja y, en general, el gabinete ministerial no genera confianza. Mientras más baja la credibilidad mayor será el costo de financiar el gasto público con endeudamiento, menor será la inversión privada y el crecimiento del PBI y del empleo.
Si, en medio de este escenario, aparece una tercera ola del Covid-19 que obligue a una nueva cuarentena, se produciría un cuadro agudo de recesión con inflación (estanflación) ante la aparición de severos shocks de oferta de diversos productos e insumos. En este contexto, en su desesperación el gobierno podría tentarse de implantar una política de congelamiento y control de precios que terminaría por derrumbar la confianza de los agentes económicos.
Esperemos que no sea así y Pedro Castillo tenga el tino de elegir bien a su equipo gubernamental. De esta decisión crítica dependerá no sólo el éxito de su gobierno sino su permanencia en el poder, en un ambiente político de fuerte polarización y cuestionamientos a la legitimidad de su elección. Es tan compleja la situación y es tan escaso el margen de maniobra para aplicar un impulso fiscal, que lo único que queda como receta es la excelencia gubernamental. Sin ella, la crisis gubernamental está garantizada. Ni el Congreso y ni siquiera los propios electores que marcaron El Lápiz en la segunda vuelta electoral serán pacientes con el error.
Tenemos que darnos con una piedra en el pecho de que el gobierno de transición no sólo esté dejando al gobierno entrante un proceso de vacunación acelerado, sino que además a junio de 2021 ha logrado reducir el déficit fiscal acumulado en 12 meses, de 8,9% del PBI a diciembre de 2020 a 6,4% del PBI a junio 2021, con una contención firme del gasto corriente.
No obstante, dependiendo de las señales de confianza que transmita el nuevo equipo de gobierno, la incertidumbre reinante ante un inminente cambio de políticas podría alterar la conducta de los agentes económicos, más aún de lo que ha venido haciéndolo. La economía podría tornarse mucho menos productiva y más especulativa, lo cual sería muy pernicioso para el ciudadano de a pie.
[1] Al 14 de julio el BCR ha realizado ventas spot en mesa de negociaciones por US$ 5.260 millones y ha subastado instrumentos cambiarios (Swaps cambiarios venta y CDRs), aumentando el saldo de estas operaciones en US$ 5.392 millones.
[2] Préstamos a tasas de 0% del BCRP al BN y Cofide para prestar a tasas bajas y un “Nuevo Reactiva Perú” por S/ 60 mil millones.