En anteriores artículos y comentarios en LinkedIn hemos reflexionado sobre la situación de la comercialización de alimentos de origen agrario para abastecer la demanda nacional peruana. Si bien el primer tramo de la cadena de valor es la producción primaria y sus productos y servicios de apoyo, un nudo grande ocurre en la ruta entre la finca y los minoristas.
1.- Dos realidades. Es pertinente diferenciar entre agricultura para el extranjero y para abastecer el mercado nacional. En el primer caso los precios están bien definidos, variedades, temporadas, volúmenes y otros requisitos del comprador. Hay espíritu asociativo y cooperativo, estímulos a la calidad y sanciones para quienes la incumplen. Además, las organizaciones están bien gerenciadas.
2.- Mercado interno. En el caso de quienes atienden el consumo nacional, la situación es distinta. Son muchos productores individuales, se ofrecen volúmenes menores, venden a acopiadores y transportistas, los precios se fijan sin mayor rigor, las mermas en el acopio y transporte son altas, sin premios por calidad, la gestión empresarial es débil. La prosperidad campesina, un sueño.
3.- Comercialización, gran tema de agenda. No solo para alimentos sino para los negocios en general es vital invertir en capacidades para detectar oportunidades y trazar ideas y modelos de negocios con enfoque al cliente. Si bien en Perú aún el comercio tradicional predomina sobre el moderno, el rezago en destrezas y pensamiento empresarial en los mercados pesa cuando la crisis obliga a diferenciarse.
4.- Capacidad gerencial. Me vino a la mente un artículo de Luis Guillermo Novoa Soto quien reclamaba con énfasis una nueva capacidad gerencial para el campo (‘Expreso en el Agro’. Mayo 9, 1991). Pasaron 30 años y muy poco se ha hecho en ofrecer cursos o diplomados de gerencia rural, en que el conocimiento lo impartan escuelas y entidades regionales evitando el centralismo.
5.- Devoción al margen alto, poca vocación por el volumen. Al mismo tiempo, prima en los negocios una predilección exagerada por el margen y poca visión de rentabilizarse mediante el crecimiento de ventas y la diversificación. Hoy, con el menguante poder adquisitivo del consumidor, muchas empresas y negocios se estarán viendo en aprietos para mantenerse a flote.
6.- Logística y perecibilidad. Realizada la cosecha el agricultor selecciona, acopia y almacena. Si la cosecha se echara a perder con facilidad abrevia las operaciones y vende su mercancía a los comerciantes locales o la envía (muchas veces a granel y selecciona en destino) a un mercado mayorista u otro expendio urbano. Son pocos los centros de empaque en las zonas de producción.
7.- Acopio de información. La información que hoy se obtiene de las declaraciones de ingreso de alimentos del interior del país en las garitas de acceso a las ciudades es insuficiente, impide un mapeo de fincas para análisis y planeación, entre otros temas. ¿Por qué no usar datos del Censo Nacional Agropecuario (2012), el primero georreferenciado, que permitiría mejor estadística y gestión agraria?
8.- Formación de precios. Se dan casos de productores que podrían vender sus menestras en chacra a 50% más de precio de aguardar dos o tres meses más después de cosechar, en caso de contar con almacenamiento y alguna liquidez como adelanto. Es obvio que la intermediación invierte en acopiar para que luego de pocas semanas obtener márgenes más que favorables.
9.- Mercados mayoristas. Se trata de grandes superficies ubicadas en lugares de acceso fluido de ciudades, que centralizan los negocios de alimentos y una importante variedad de bienes. A ellos acuden comerciantes minoristas y consumidores. Por lo general son propiedad privada, aunque el más notorio y moderno del país es el GMML de la Municipalidad de Lima, ubicado en Santa Anita.
10.- Miles de comerciantes y alta derrama económica. El empleo que generan estos centros de abasto mayoristas es excepcional tanto dentro como en sus vecindarios. Por su relación con la rentabilidad de la agricultura familiar y la pandemia estos mercados se han convertido en un lugar clave para la bioseguridad y la alimentación saludable e inocua que fortalezca el sistema inmune de la población.
Un país como Perú con su tesoro de alimentos nativos de la agrobiodiversidad, sus cocinas regionales y gastronomía, requiere mercados mayoristas modernos, ordenados y bien gerenciados. Se impone una urgente inversión en mejoramiento de instalaciones, sistemas informáticos y priorizar las buenas prácticas de manipulación de alimentos, que abran las oportunidades de nuevos negocios para miles de ciudadanos deseosos de hacer empresa en medio de tantos cambios.
Y por el impacto de la poco transparente y atrasada operación de estos mercados en los millones de agricultores familiares y del medio rural. Al mismo tiempo, para recuperar empleos y contar con sistemas más eficientes de bioseguridad frente a futuras amenazas. Para ello se requiere voluntad política para liderar la coordinación de sectores del gobierno nacional, gobiernos locales y regionales ya que los mercados mayoristas están en las mayores urbes del país. Pasemos a la acción ya.