En el Perú aún somos poco conscientes de las implicancias que conlleva la Cuarta Revolución Industrial. Mientras aquí el Estado sigue anquilosado en un paternalismo populista, los fundamentos de la competencia entre países y empresas vienen cambiando a una velocidad vertiginosa. Y durante la pandemia el cambio se ha acelerado aún más, por impulso del trabajo remoto y la interconexión en redes, lo que ha venido ampliando el aprovechamiento de las ventajas de la difuminación de la inteligencia artificial y el internet de las cosas entre las esferas física, digital y biológica.
Las implicancias directas para las economías emergentes como el Perú son rotundas. Por el lado negativo, nos afectará la rápida sustitución del trabajo humano por robots y sistemas digitales, dejando a los humanos sólo actividades que implican un alto dominio de la técnica o que son intensivas en alta creatividad artística y conocimientos científicos y tecnológicos.
Sin embargo, por el lado positivo, el Perú podría verse ampliamente beneficiado de la creciente demanda mundial por minerales estratégicos (litio, uranio, cobre, plomo, zinc, estaño, plata, platino, tierras raras, calizas, coltán, niobio, berilio, molibdeno, etc.) derivada de dicha “Cuarta Revolución Industrial”. La misma que viene siendo acentuada por la acelerada sustitución de energías fósiles por energías renovables, fuertemente demandantes de minerales estratégicos.
Estos minerales estratégicos son imprescindibles para la fabricación de automóviles híbridos y eléctricos, ordenadores, baterías recargables, teléfonos móviles, cámaras digitales, DVDs, tubos fluorescentes, turbinas eólicas, placas solares, telescopios refractarios, imanes permanentes muy potentes, etc. Algunas tierras raras, junto a elementos altamente radioactivos y contaminantes como el torio, el uranio y el plutonio, son críticos para la fabricación de reactores. Otros sirven para producir detectores de humos, aparatos para evitar la polución, visores nocturnos, rayos láser, aparatos de comunicación, GPS, armas de precisión, etc.[1]
Estas mega tendencias son irreversibles y ante ellas lo inteligente es que el Estado peruano deba dar un giro de 180 grados en sus políticas. De un Estado burocrático paternalista, populista y mercantilista ofertante de una educación pública no pertinente y de baja calidad, debemos pasar a un Estado eficientista, proveedor de una educación vanguardista.
Se necesita un Estado musculoso para desarrollar una educación pertinente y de calidad, así como para impulsar un desarrollo minero sustentable que sea palanca de desarrollo industrial diversificado. Los peruanos mejor preparados deben ser los que ocupen las plazas de maestros y de funcionarios públicos.
Un primer peldaño debe ser la introducción de una «educación técnica y digital para el trabajo» como opción en los dos últimos años de la secundaria, para que al salir del colegio nuestros jóvenes ya estén listos para trabajar o perfeccionarse en institutos técnicos superiores de calidad, que brinden una formación en alternancia o dual, capaz de brindarles competencias técnico-productivas con solvencia práctica.
El sistema educativo debe tener como eje a nuestros niños y jóvenes, dentro de una concepción de la educación como esfuerzo persistente de estudio y meditación orientado a cuestionar la realidad, en un afán de descubrir respuestas relevantes que contribuyan a adaptarse a ella y cambiarla al unísono con los demás.
En este contexto, el maestro sólo cumple un rol supletorio, orientador y facilitador del proceso de descubrimiento de los estudiantes. Para ello es fundamental fortalecer la carrera meritocrática de desarrollo profesional del docente, por niveles de formación continua articulados a un sistema de evaluación y monitoreo permanente asociado a nombramientos y aumentos salariales en función a méritos de aprendizaje en 4 ejes: capacidades educativas (actualización de conocimientos sobre las materias), capacidades pedagógicas (actualización sobre los métodos educativos), capacidades humanas (atender demandas de tipo afectivo, emocional y social), capacidades investigativas (aportes a través de un trabajo de investigación aplicado a su realidad local).
Indudablemente que la currícula escolar debe ser mejorada, adecuando sus contenidos a las competencias requeridas para desarrollar las vocaciones productivas de cada zona del Perú. Currícula educativa pertinente, elaborada a partir del reconocimiento de nuestra diversidad cultural y lingüística. Pero sin ideologismos y nutrida de competencias en ciencia, tecnología, artes y matemáticas desde los primeros años de la primaria.
De otro lado, se necesita un Estado capaz de establecer reglas de juego claras y estables que permitan atraer a los inversores más innovadores a escala mundial, interesados en explorar y explotar nuestros ricos yacimientos desarrollando parques tecnológicos y cadenas de valor agregado para la producción de baterías, automóviles eléctricos, equipos de producción de energías renovables, entre otros.
Con un esquema 80 (para el Estado) 20 (para el privado) indudablemente que no se logrará atraer inversionistas serios, sino tan solo piratas y filibusteros. La nueva “Era de los Minerales Estratégicos” que toca hoy a nuestra puerta, al igual que la “Era del Guano y del Salitre” o la “Era de la Pesca”, no durará eternamente. Al cabo de dos o tres décadas, el progreso tecnológico hará que la demanda por minerales estratégicos disminuya.
Sería suicida caer en el pantano de la ideología anti minera y pro cocalera que fomenta Perú Libre. Desde las culturas pre-incas el Perú ha sido siempre país minero y sabido es de la reputación internacional que se había ganado el Tahuantinsuyo por ser el reino del oro, hasta tal punto que fue la expectativa de volverse ricos y no otra cosa lo que en mayo de 1527 animó a los así llamados “Trece caballeros de la isla del Gallo”, a optar por acompañar la expedición de Francisco Pizarro de conquista del Imperio Inca, tras dos años y medio de viajes hacia el sur soportando todo tipo de penurias que hizo que la mayoría de sus huestes desertaran.
No podemos desperdiciar la oportunidad de desarrollar la minería del litio y el uranio en Puno. Las reservas estimadas por el trabajo de prospección y muestreo realizado desde agosto de 2017 en Macusani (capital de la provincia puneña de Carabaya) por la empresa Macusani Yellowcake, subsidiaria de la canadiense Plateau Energy Metals, permite colegir de que se trataría no sólo del yacimiento de litio más grande del mundo, sino que además sería de la mayor pureza. Por ser un yacimiento en roca (no en salares, como en Chile, Bolicia y Argentina), sus costos de producción serían muy competitivos.
El Congreso debería dar una ley que permita negociar la conformación de un joint venture con Plateau Energy Metals, a fin de asegurar la construcción de una refinería y llevar adelante un plan de industrialización y exportación de carbonato de litio, baterías, automóviles eléctricos y uranio. También se requerirá desarrollar un marco normativo para la explotación de minerales radioactivos, que permita prevenir consecuencias medioambientales, sin frenar el proceso de inversión.
[1] Ma Dolores Algora Weber (2021), El impacto geopolítico de las tierras raras en el orden internacional. Centro de Seguridad Internacional, Universidad Francisco de Victoria. Madrid.