En los últimos días el dólar consolidó su tendencia bajista observada desde octubre de 2021. Acuérdense que al cierre de septiembre pasado había llegado a cruzar la barrera de los 4,1 soles (4,134), gatillado por el radicalismo del gabinete Bellido. La defenestración de éste ocurrida el 6 de octubre, conllevó la moderación del discurso del presidente Castillo, permitiendo que el dólar cierre dicho mes por debajo de los 4 soles (3,989). Tras un breve repunte en noviembre (4,032) motivado por la amenaza efímera de la ex premier Mirtha Vásquez de propiciar el cierre arbitrario de varias minas de Ayacucho, el dólar pudo cerrar el año debajo de los 4 soles (3,987).
Arrancando 2022 iba quedando claro a los agentes económicos que el proyecto cerronista de convertir al Perú en una nueva Cuba, no tenía mayor viabilidad con una mayoría opositora en el Congreso y un presidente sin norte izquierdista, ni de centro ni de derecha.
Un presidente cuya única aspiración no va más allá de mantenerse en el poder el mayor tiempo posible, a como dé lugar. Una hoz y martillo transformada en un albur de impacto incierto a mediano plazo, con una economía que a corto plazo puede seguir respirando, al compás de una vacunación cumplidora y una vaga probabilidad de salida constitucional al desgobierno.
Por ello al cierre de enero de 2022 el dólar bajó un escalón más, situándose debajo de 3,9 soles (3,843), describiendo así una propensión devaluatoria frente al sol en un contexto de bonanza de precios internacionales que favorece los flujos de exportación de las economías emergentes.
El Perú no es la única economía emergente que atraviesa severos problemas de gobernabilidad que ve fortalecer su moneda frente al dólar. De hecho, el peso chileno fue una de las monedas que más se apreció en enero, en un sólido 3% que es de magnitud similar al alza del precio del cobre.
Hay que tener en cuenta que el repunte del sol frente al dólar se da también en el contexto de un Banco Central de Reserva (BCR) que desde septiembre de 2021 venía aplicando una política de normalización progresiva de su política monetaria, presionado por una creciente expectativa inflacionaria, de una magnitud no vista desde la crisis internacional de 2008.
El 10 de febrero el dólar bajó otro escalón más, al alcanzar una cotización menor a los 3,8 soles (3,7256), fecha en la que el BCR anunciaba la decisión de su nuevo directorio de elevar la tasa referencial de 3% a 3,5%; manteniendo el mismo ritmo de subida (de 50 puntos básicos por mes) aplicado desde octubre de 2021, con el anterior directorio. Esta última subida no sólo ha tenido una importancia cuantitativa, sino también cualitativa, dado que da una señal de que el barco mantendrá su curso, a prueba de nóveles marineros en tripulación.
Sabido es que, al subir sus tasas de referencia, el BCR no sólo contribuye a frenar las expectativas inflacionarias, sino que también modifica la relación entre tasas de interés internas y tasas de interés externas.
Dado que la Reserva Federal de EEUU aun no inicia su anunciada subida de tasas referenciales, la persistente subida de las tasas peruanas implica una elevación de la rentabilidad relativa del mercado peruano, aprovechable por los “capitales golondrinos”, lo que refuerza el valor relativo del sol.
En su última sesión la FED decidió mantener sus tasas de referencia en un rango de 0% a 0,25%, el menor nivel posible. Es posible que en marzo arranque su senda de subidas ya anunciada, aunque también caben más postergaciones. Apenas arranque esta senda entraremos a un nuevo escenario de renovada presión alcista del dólar en el Perú.
Hacia adelante, hay que tener en cuenta que muchas empresas deben pagar el impuesto a la renta entre febrero y marzo, además de tener que pagar bonos anuales a sus ejecutivos, lo que aumentará la demanda estacional de soles y, por ende, contribuirá a la apreciación del sol frente al dólar.
En conclusión, el dólar viene bajando mayormente por una persistente mayor oferta de dólares en el mercado propiciada por la bonanza exportadora, el influjo de capitales golondrinos ávidos de ganancias de muy corto plazo, y la menor fuga de capitales que inspiran tanto la inviabilidad del cerronismo puro y duro como la percepción de que el actual estado de ingobernabilidad se hace cada vez menos sostenible y no llega a quitarle mayor oxígeno a la economía a corto plazo.
Por ahí se viene diciendo que el dólar bajó porque el nuevo premier, Aníbal Torres dice sentirse un socialdemócrata, o porque su gabinete de ministros (especialmente armado para juntar los votos convenidos en contra de una eventual vacancia) inspira mucha confianza a los agentes económicos. ¡Nada que ver hacketones!