Tal y como ocurría a mediados de la década de los ochenta, la izquierda política goza de la supremacía regional dejando pocas chances a los gobiernos de derecha y aún más con la victoria de Lula en Brasil. No obstante, a diferencia del pasado, hoy ocurre que el Departamento de Estado de EEUU y la Cancillería de la Unión Europea ven dicha situación con buenos ojos.
Esta situación preocupa, puesto que ya sin el contrapeso internacional, los nuevos gobiernos de izquierda de la región tienen la cancha libre para embarcarse en programas de gobierno sin brújula y en proponer reformas insustanciales, lo cual conduce hacia presidentes con niveles de aprobación que caen rápidamente y la ingobernabilidad prematura.