La economía alemana enfrenta el riesgo creciente de una recesión, con una contracción del 0,5% en el último trimestre de 2022 y una disminución del 0,1% en comparación con el mismo período del año anterior. Los mercados ya descuentan una segunda caída en el primer trimestre de este año, impulsada principalmente por la retracción del consumo y la persistente inflación, que ha llevado a un aumento de las tasas de interés.
Las ventas minoristas han sufrido una caída abrupta del 11,2% entre marzo de 2022 y marzo de este año, un indicador de alta frecuencia que generalmente anticipa la evolución del gasto real de los consumidores. De hecho, este indicador se encuentra en niveles aún más bajos que los registrados en febrero de 2020, antes de la pandemia.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la economía alemana retrocederá al menos un 0,1% en el acumulado anual de 2023, con la caída concentrada principalmente en el primer semestre del año. La política energética del Gobierno liderado por Olaf Scholz ha contribuido aún más a la recesión al encarecer drásticamente los costos de la energía. La decisión de Alemania de abandonar la energía nuclear es considerada incomprensible, incluso desde una perspectiva medioambiental. La política fiscal del Gobierno socialista no muestra signos de responsabilidad, ya que el déficit del sector público alemán alcanzó el 2,62% del PBI en el cuarto trimestre de 2022, según estimaciones oficiales, marcando el segundo trimestre consecutivo de aumento. El déficit se acerca peligrosamente al límite establecido por las cláusulas de Maastricht, que fijan un tope del 3% del PBI, incluyendo el pago de intereses de la deuda pública.