Nuevos vientos para incentivar la inversión privada en infraestructura

La brecha de infraestructura en el Perú bordea los US$100.000 millones. Para reducir dicha brecha se requiere introducir mejoras o innovaciones en la institucionalidad y mecanismos de participación de la inversión privada en proyectos de infraestructura pública, lo que incrementará la atractividad de las oportunidades de inversión que ofrece el país.

El régimen de participación y promoción de la inversión privada del Perú está enmarañado de procesos y regulaciones que reducen el interés y generan incertidumbre para los inversionistas, principalmente extranjeros. Se necesita inversión privada no sólo por el nivel de capital requerido sino también por la complejidad de los proyectos, y además porque el Estado no está en condiciones de gestionar los riesgos y garantizar un estándar de servicio que maximice los beneficios sociales.

Para atraer la inversión privada el Estado debe (i) asegurar un régimen de protección de inversiones e incentivos económicos muy agresivos, y, (ii) establecer un modelo de negocio ganar-ganar que le permita, previa evaluación en tiempo razonable, concertar un acuerdo de inversión que optimice la rentabilidad social y privada del proyecto a desarrollar.

Adicionalmente, la institucionalidad de promoción de la inversión privada tendría que reinventarse desarrollando (i) una nueva propuesta de valor acorde a las necesidades de atracción de inversión que el país requiere, (ii) redefinir su organización, políticas, procesos y procedimientos, su estructura orgánico- funcional que se ha tornado ineficiente, eliminar tiempos innecesarios y muertos y optimizar la productividad de sus recursos humanos y técnicos, (iii) reducir la discrecionalidad en funcionarios clave, transparentar el proceso de toma de decisiones y de la información, para optimizar la toma de decisiones, y reducir la incertidumbre en cada hito de los procesos en términos de resultados esperados y tiempos de ejecución, y (iii) reconvertir su filosofía orientándola hacia un modelo por objetivos basado en una política de costo de oportunidad de las inversiones, así como potenciar sus recursos humanos buscando elegibilidad por meritocracia y dotarlos de una mayor mística y vocación de servicio y con orientación hacia una productividad por objetivos/resultados por unidad de tiempo.

Los que transitamos con inversionistas a diario vemos con decepción como para algunos funcionarios del Estado involucrados con la promoción de la participación de la inversión privada el tiempo para evaluar y decidir el momento de las inversiones no cuenta, sendos proyectos duermen años y meses en Ministerios, Proinversión y Gobiernos Regionales a la espera de soluciones que en la mayor parte de los casos depende de una decisión gubernamental sencilla, pero los funcionarios a cargo de dichas acciones no tienen ni la menor idea de lo que es el costo de oportunidad de las inversiones, y para colmo de males muchas veces se interrumpe el proceso porque se cambia funcionarios o éstos se van de vacaciones (aunque parezca irónico).

Todo este clima que desfavorece la inversión privada explicaría porque Inversionistas de proyectos que se forjaron 5, 7 ó 10 años atrás ya no tienen el mismo interés ni su costo de oportunidad los animaría a seguir adelante en muchas de las inversiones que el Perú aún las proyecta y exhibe como posibles de ejecución futura; mientras que por otro lado, los beneficios sociales que esos proyectos debieron generar en tiempo pasado, seguirán rezagados por muchos años más.

Para cambiar esta situación, basta ver como los regímenes de promoción y desarrollo de inversiones que en el mundo que han alcanzado relativo éxito son los que han apostado por (i) una organización institucional moderna bajo un modelo por objetivos soportada más en reglas claras que procesos con discrecionalidad no razonable de sus funcionarios clave, (ii) un equipo con amplísima experiencia y dominio de las industrias, exento de caudillismos y con una elevada vocación de servicio, (iii) mecanismos muy ágiles e innovativos con incentivos muy competitivos para atraer a los mejores inversionistas privados de industrias líderes, y (iv) varias fórmulas innovativas y atractivas de participación de la inversión privada.

Los nuevos aires que generarían dichos cambios harán que el mercado de inversionistas privados, con tesis de inversión el financiamiento de infraestructuras púbicas, mejorará su percepción de riesgo y elevará su atractividad por este tipo de inversiones. Todo esto ayudará a la concurrencia de un mayor número de inversionistas, facilitando al Estado el acceso al capital y al know how en las mejores condiciones para generar la rentabilidad social óptima.

Queda claro que el Estado sólo requerirá hacer estudios técnicos y tomar la iniciativa estatal de realizar promoción de la inversión privada en proyectos que efectivamente lo requieran para su puesta en valor cuando los mismos en las condiciones actuales no sean atractivos para la inversión privada. Sin embargo, cuando la necesidad de infraestructura ha sido identificada ya sea por el Estado o por un inversionista, el rol del Estado debería focalizarse en facilitar la inversión privada correspondiente, y en sectores en los que se requiere su participación en la formulación y estructuración del proyecto de inversión, el Estado debería actuar de manera ágil, efectiva y oportuna, para lograr que se maximicen los beneficios sociales en tiempo y magnitud y la inversión privada se desarrolle en el tiempo del costo de oportunidad del inversionista.

Bajo un entorno de apertura a la inversión privada, es saludable que el Estado también facilite la promoción directa de inversión privada en infraestructura que se oriente a brindar un servicio de uso público, para coadyuvar a: (i) corregir fallas de mercado, (ii) mejorar los costos de transacción de los usuarios, (iii) incrementar y adelantar beneficios sociales de los usuarios, y (iv) reducir brechas de inversión en infraestructura. En este sentido, puede decirse que cuando mejora la infraestructura pública y/o privada, se genera más valor para la sociedad en su conjunto. ¡Bienvenida inversión privada!