Conforme corre el año se hace más evidente de que la desaceleración de la economía peruana está intensificándose, apuntando a un 4% en el 2014. En marzo el PBI creció sólo 4, 9% y en abril (si bien aún no se conoce la cifra oficial) todo indica que se situará entre 2% y 3%, lo que estaría dando una pauta de crecimiento en torno al 4% para el primer semestre, no habiendo señales robustas de un posible resurgimiento del orden de 6% para el segundo semestre, como para poder cerrar el año encima de 5%.
La razón principal de este desplome no reside en factores externos, que por lo demás siempre existirán en una economía mundial de carácter cíclico, por naturaleza. Una primera razón principal es que no ha habido una política económica contra-cíclica que opere con consistencia y oportunidad ante las primeras señales de alarma, a pesar de contar la economía peruana con el mejor blindaje, por tener reservas internacionales excedentarias a raudales, una de las inflaciones más bajas y superávits fiscales persistentes por largos años. Se supone que ese blindaje existía para usarlo ante shocks externos tendientes a mermar el crecimiento por debajo de su potencial. A todas luces, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) no ha tenido la capacidad de gestión para imprimir calidad y celeridad al gasto, tanto a nivel central como de las regiones, provincias y distritos, como tampoco el Banco Central se ha mostrado suficientemente proactivo para reducir de un solo plumazo niveles de encajes absurdos para una economía estresada.
El MEF podrá decir en su descargo, para eso están los 25 presidentes regionales y los más de 2 mil alcaldes. Sin embargo, con esos bueyes había que arar o, en todo caso, debió decirle al país a tiempo de que esos no eran bueyes sino cangrejos, y los gobiernos regionales no eran tales sino antros del vicio y el despilfarro. Se debió decir a tiempo de que una economía asediada desde fuera sólo puede ser resiliente con un Estado reformado y reduciendo de 25 a no más de 5 a 8 el número de regiones.
Sin embargo, la razón principal de dicho desplome económico radica en la persistente pérdida de confianza empresarial durante toda la gestión del presente gobierno. Sin liderazgo político genuino la inversión privada se desinfla, lo que se contagia al consumo y gangrena al compás de la actividad económica.
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