Ayer la bolsa de valores de Lima reaccionó con euforia elevándose 8,6% y el sol pegó un salto de 2% frente al dólar ante los resultados de la primera vuelta electoral que hicieron pasar a la segunda vuelta a Keiko Fuijmori (39,8% de los votos) y Pedro Pablo Kuczynski (21%) al 93% del escrutinio. La razón principal de este comportamiento fue la supervivencia de dos candidatos percibidos como pro-mercado y la exlusión de la candidata Veronica Mendoza que terció con el 18,8% de las preferencias, quien encarnaba una ruptura con la economía de libre mercado, ante el temor de que la economía llegara a ser manejada por el mismo equipo de académicos de izquierda que elaboró el Plan de “La Gran Transformación” desechado por Ollanta Humala días antes de su elección.
La euforia se explica por el sentimiento de pánico que produjo en los agentes económicos la acentuada subida de la candidatura de Mendoza en las últimas semanas, presagiando su eventual pase a la segunda vuelta. Los próximos días y semanas estarán signados por un sentimiento optimista que, más allá de ayudar a inyectar dinamismo a un mercado bursátil frenado por una expectatica de caída del precio del cobre, contribuirá a reanudar una amplia gama de proyectos de inversión medianos y pequeños. Tras la asunción de mando el 28 de julio por parte de quien resulte electo presidente, podría acentuarse el sentimiento optimista, alentando una rápida recuparación del índice de confianza empresarial y el ídice de confianza del consumidor. Dentro de este marco, el segundo semestre se muestra auspicioso para reforzar el repunte de la construccion, y una moderada recuparación del dinamismo del comercio y los servicios, teniendo como telón de fondo la notable expansión de la producción minera, que viene de atrás. Al cierre del 2016 MAXIMIXE estima que la economía podría crecer entre 3,7% y 4%. El propio FMI ha revisado al alza su proyeción para el Perú, desde 3,3% a 3,7%, en tanto la redujo para América Latina en 0,2%, situándola en -0,5%, describiendo una evolución recesiva por dos años consecutivos.
Sin embargo, conforme pasen los meses pudiera suceder la paradoja de que el gobierno entrante se convierta en más populista que el saliente. Pues, si bien Keiko y PPK mantienen una postura pro mercado, su compromiso para realizar reformas sustantivas no está plasmado en sendos planes de gobierno, siendo indispensables para elevar la productividad y generar una senda sostenible de crecimiento con mayor equidad social. De hecho, ninguno de ambos candidatos ha dado muestras de estar dispuesto a jugarse por una profunda reforma del Estado.
El principal problema que confrontaría Keiko de llegar al poder es la polarización social y política, dado que al menos una mitad de la población del país es radicalmente anti-fujimorista. Por ende, en su gobierno la presión social será posiblemente mayor a la que confrontó el gobierno saliente, y dada la imagen dictatorial y militarista heredada del gobierno de su padre, la eventual presidenta se vería en una difícil disyuntiva de tener que adoptar una política represiva, que desataría una espiral de violencia incontenible. Salvo que sorprenda con un estilo de liderazgo persuasivo efectivo, que no se le conoce hasta ahora. Su amplia mayoría en el Congreso podría ayudarle mucho a avanzar con medidas efectivas, aunque juega en su contra el hecho de que no cuenta con un equipo sólido para el manejo de la economía, en el cual apenas son destacables su candidato a la primera vice-presidencia, José Climper, empresario conocedor del sector agricultura y Enrique Vásquez, especialista en temas sociales. El plan de gobierno de Keiko es muy genérico en cuanto al manejo económico. Y los pocos planteamiento sobre la materia asustan, como la pretensión de echar mano al fondo de estabilización fiscal para cerrar la brecha de infraestructura.
Por su parte, si bien PPK goza de un equipo económico con mayor reputación y un plan económico más procesado, muchos de sus planteamientos tienen un sabor populista newyorkino, sin tren de aterrizaje a la realidad del Perú. Por ejemplo, la idea de reducir el Impuesto General a la Ventas (IGV) de 18% a 15%, bajar el Impuesto a la Renta de 28% a 10% y otorgar incentivos tributarios a la pequeña y mediana empresa, todo ello bajo la hipótesis de que el fisco terminará recaudando más en algún momento, no se sabe cuándo, asumiendo que aquí en el Perú la denominada Curva de Laffer es una regla de oro, como lo puede ser en economías desarrolladas sin mayor presencia de informalidad y con bajos niveles de concentración económica. “El primer año caerá el ingreso del IGV S/.2.000 millones. Pero al segundo año los 600 mil que pagan IGV regularmente serán 800 mil y al tercer año 900 mil” ha declarado PPK a la revista Caretas.
No obstante, en una economía eminentemente informal y altamente concentrada como la peruana, estas medidas reducirían la recaudación drásticamente, generando un forado fical inmenso que sería tapado con un fuerte endeudamiento interno y externo. El equipo de PPK jura que el déficit fiscal no pasaría del 3% del PBI; sin embargo, tranquilamente podría empinarse por encima de 5% al segundo año, lo que daría lugar a que las calificadoras de riesgo castiguen la calificación crediticia del Perú, elevándose las tasas de interés y exacervando las presiones inflacionarias y de desequilibrio externo. PPK también pretende hechar mano a los recursos del fondo de estabilización fiscal para poder “mejorar los salarios en el sector público». Es decir, mejorar salarios a una masa de empleados públicos que ha venido creciendo a ritmo de 43.000 por año durante el gobierno saliente, sería quemar los pocos recursos remanentes después del jara kiri tributario planeado, dejando nada para financiar la inversión pública. Es contradictorio que a punta de aumentos remunerativos se pretenda «generar tres millones de puestos de trabajo en 5 años»; toda una Odisea difícil de imaginar. Ofreció elevar el sueldo mínimo a S/ 850, aunque Ollanta Humala no ha querido darle ese gusto haciéndolo él recientemente, generando con ello efectos negativos en la formalización del empleo y en la estabilidad económica de las pequeñas y microempresas.
Así que el romanticismo de los mercados con el nuevo gobierno puede durar muy poco si ambos aspirantes al sillón presidencial no corrigen sus flojas propuestas económicas.
¿Cuál de ambos candidatos tiene mayor probabilidad de llegar a sentarse en el sillón de Pizarro? En principio, Keiko está más cerca de alcanzar el 51% del electorado, por haber llegado ya a casi 40%. Es factible que llegue a un entendimiento con el APRA y si, además, logra arrastrar a parte de los votos flotantes de los partidos chicos y un pedazo marginal de los electores que maracaron la flor de Mendoza en el sur, podría aproximarse y pasar la valla. Por su parte, PPK buscará un acuerdo con esa izquierda y Acción Popular para lograr remontar su bajo 21% y así voltear la tortilla. Sin embargo, lo más probable es que, de un lado, se tope con una consigna de votar viciado en la izquierda y, del otro lado, con una postura neutral en AP, que dejaría a los fervorosos barnechéveres en la absoluta libertad de votar por cualquiera de ambos candidatos o votar viciado. En este escenario, serían los votos barnecheistas los que estarían dirimiendo si PPK es o no es.