No han transcurrido ni dos meses de gestión y ya se sienten las consecuencias de la errada política económica que intenta implementar el nuevo gobierno. El tipo de cambio se ha disparado, la inflación ha superado largamente el rango meta del BCRP, la agencia Moody’s ha rebajado la calificación de la deuda soberana y de los principales bancos del Perú, incluido el Banco de la Nación, el desempleo se mantiene elevado y la informalidad continúa creciendo. La retracción de la inversión privada y la fuga de capitales se agudiza día a día.
A diferencia de otras crisis generadas por factores externos, la actual ha sido causada mayormente por errores de sucesivos gobiernos. Desde Humala, pasando por Kuczynski, Vizcarra y Sagasti, se han venido cometiendo errores en materia económica, errores que la antitécnica cuarentena decretada por el gobierno de Vizcarra se encargó de desnudar y que este gobierno, en lugar de revertirlos, los viene agudizando.
Dos errores han sido gravitantes en el deterioro económico. El sesgo anti-inversión privada, especialmente minera, iniciada con Humala y el aumento desmedido del gasto público corriente y de la burocracia estatal, en desmedro de la inversión en educación, salud e infraestructura. Grandes obras faraónicas de dudosa rentabilidad como la nueva refinería de Talara y el gaseoducto del sur han contribuido a revertir los superávits fiscales, símbolos de la solidez financiera peruana, que se obtuvieron hasta el año 2013, en déficits crecientes que se tradujeron en incrementos de la deuda pública y que obligaron a cambiar los topes de la ley de transparencia y responsabilidad fiscal.
La situación económica del país, a pesar de la bonanza de los precios del cobre, se encuentra en una situación crítica, ya que no ha conseguido recuperar ni siquiera los niveles de actividad previos a la pandemia. El sector turismo continúa deprimido y la amenaza de una tercera ola a nivel mundial impedirá el restablecimiento del flujo de turistas en el corto plazo. La aparente recuperación de la recaudación tributaria es una quimera que se explica por los mayores precios de los minerales y los productos de importación y por la devaluación de la moneda. El verdadero problema de la economía peruana es el desempleo y la informalidad (que equivale a desempleo camuflado o subempleo) y que son las principales causas del incremento de los niveles de pobreza.
Los recientes mensajes del ministro de economía y del presidente se han centrado en anuncios de mayor gasto público a través de bonos, subsidios y empleo temporal. Sin embargo, poco o nada se ha anunciado para promover la inversión privada y el empleo formal permanente. Hasta la fecha no se ha definido la permanencia o no del presidente del BCRP ni se han anunciado los nuevos integrantes de su directorio. Mientras tanto se insiste con medidas populistas en los diferentes ministerios, que en su mayoría carecen de experiencia y capacidad técnica para integrar el esfuerzo coordinado que se requiere para implementar un programa coherente de reactivación económica.
El indicador del nivel de actividad de la economía que se divulga con mayor prontitud es la demanda de electricidad que publica diariamente el Comité Ejecutivo del Sistema Interconectado (COES). Mientras los datos del PBI más recientes son los del mes de julio, se conoce la demanda de electricidad al 11 de septiembre. Estos datos revelan que la economía se encuentra estancada desde el segundo trimestre (ver Grafico 1). Es de esperar que esta tendencia continúe mientras no se despejen la incertidumbre y expectativas negativas sobre la Asamblea Constituyente y el directorio del BCRP, para permitir que se recupere la inversión privada y, con ella, el empleo productivo formal.
¿Por qué va a continuar el estancamiento económico? El mayor desempleo y la mayor informalidad se han traducido en una caída de más de 20% de la masa salarial, respecto a los niveles prepandemia. Los bonos y subsidios que viene entregando el gobierno para mitigar la pérdida de poder adquisitivo no son la solución porque son solo medidas temporales. Lo único que se logra con la entrega de bonos es aumentar el déficit fiscal y el nivel de deuda pública. La posibilidad de aumentar el salario mínimo tampoco es una solución porque solo lograría que se pierdan más empleos formales, se incremente el gasto estatal, se reduzca la recaudación fiscal y se incremente la informalidad. Es un error del gobierno creer que la actual crisis tiene su origen en la falta de demanda cuando el problema es de falta de inversión privada que genere mayor empleo formal y generación de riqueza.
Durante la crisis que se agudizó durante la pandemia el BCRP ha logrado contener la volatilidad del tipo de cambio y la inflación. Sin embargo, la incertidumbre generada por el nuevo gobierno, que escapa al control del banco central, ha generado una elevación del tipo de cambio que ha podido ser mayor si no fuera por la intervención del ente emisor. La incertidumbre política, la elevación del tipo de cambio y el aumento de precios de materias primas y fletes a nivel mundial, que son factores que escapan al control del banco central, han motivado que la inflación salga del rango objetivo. En este contexto, no se entiende las razones del actual gobierno para seguir prorrogando la designación de las nuevas autoridades del ente emisor.
¿Qué medidas se requieren para restablecer el equilibrio en el precio del dólar y el aumento de la inversión privada? La medida obvia es aplicar “un shock de confianza” que cambie las expectativas de los agentes económicos. Este shock de confianza debe incluir la designación de un equipo solvente en el directorio del BCRP que de preferencia mantenga en la presidencia a Julio Velarde. La otra medida sería el cambio de ministros seriamente o, mejor aún, una renovación integral del gabinete y su sustitución por un gabinete de técnicos que garanticen la vigencia de la Constitución, en especial del capítulo económico.
Mientras el gobierno no promueva la inversión privada con medidas que eliminen la incertidumbre, difícilmente se generará nuevo empleo formal y mayor producción. Sin inversión privada la economía continuará deprimida. La inflación seguirá elevándose, alimentada por un tipo de cambio creciente que se traducirá en mayores pérdidas de poder adquisitivo del consumidor, forzando al gobierno a elevar el sueldo mínimo o a continuar otorgando bonos a la población más necesitada generándose un círculo vicioso difícil de revertir. Estamos avisados.