Crítica ácida ha lanzado la oposición fujimorista en contra de las frecuentes actitudes y frases jocosas del flamante presidente, porque quitan seriedad y prestancia a su investidura, han dicho. Tal es una lectura sesgada que soslaya la importancia del buen sentido del humor ejercido desde las alturas del poder en un país en desarrollo, como es el Perú, como pretendo demostrar en este artículo.
Para empezar, hay que reconocer que el sentido del humor que ha mostrado PPK a partir de su triunfo electoral, fluye con la naturalidad del agua de manantial, a diferencia del humor taciturno y acartonado que mostró durante la campaña electoral, afectado probablemente por las consignas de guerra de sus asesores políticos más recalcitrantes. El humor del PPK presidente se percibe genuino y refleja al niño que todos llevamos dentro y lo mantenemos enjaulado por la presión social y el qué dirán. Y el niño que lleva dentro PPK se muestra musical y lúdico; es un infante sensible conectado a su entorno a través del juego, lo que le permite proyectar una serie de imágenes poderosas, de optimismo, de confianza en el futuro, de proximidad y sencillez; en buena cuenta, de capacidad para ponerse en el lugar y sentir lo que siente el ciudadano de a pie.
Nótese que PPK no «utiliza» su sentido del humor, ni para burlarse ni para subestimar a ningún oponente; antes prefiere reírse de sí mismo. Elude tanto la vulgaridad como la pose solemne y a veces arrogante de quien llega al poder transformado en el «terrible Hulk». Lo cual revela un contraste marcado entre su elevada autoestima y la baja autoestima de muchos políticos atrapados en la solemnidad de sus palabras y sus ínfulas de mandones de la tribuna para afuera, que va a contracorriente de la figura de un mandatario del pueblo.
Siendo así, no extrañe que el sentido del humor del PPK presidente ya haya empezado a tejer un manto de empatía y conexión con ese pueblo que es su mandante. Un manto que podría extenderse y alcanzar todos los rincones y estratos sociales del país. Este estilo de liderazgo natural, sustentado en un sentido del humor arraigado en la autoestima, puede convertirse en una herramienta poderosa, no sólo para encumbrar su popularidad, sino también para luchar contra la pobreza moral que afecta a muchos de nuestros niños y jóvenes, quienes podrán encontrar en la figura del presidente de la república al paradigma de vida que les estaba faltando, al modelo de persona al que hay que emular.
La sencillez y el sentido del humor acompañados de magníficas relaciones con los medios de comunicación, pueden devenir en un arma letal para repeler los ataques de sus opositores, sin necesidad de responder bajo el modelo del ojo por ojo y diente por diente. Una especie de llave de judo sofisticada que aplica la fuerza de ataque del contrario para vencerlo. También le ha de servir para disuadir a Keiko y sus seguidores en el Congreso de mantenerse en actitud de oposición destructiva.
Tocar la flauta, soltar lindos acordes en piano y darle un pasito pa adelante y otro para atrás, junto a una buena gestión de gobierno, puede ser la mejor medicina para un país en desarrollo y el mayor sacudón para empezar a pensar en un futuro venturoso para muchos que -como Mario Vargas Llosa- aun siguen preguntándose cuándo fue que se jodió el Perú.