La magnitud del desastre que viene ocasionando El Niño Costero exige un esfuerzo de análisis riguroso y esclarecedor, a la luz de algunos cálculos publicados recientemente que podrían confundir al trastocar conceptos de pérdidas en stock de infraestructura (carreteras, puentes, viviendas, canales de riesgo, caminos, colegios y centros de salud), con afectaciones en la producción de bienes y servicios (sembríos, comercio, transporte, construcción, manufacturas, etc.). También se ha equiparado las pérdidas en stock de infraestructura con el costo de la reconstrucción, lo que no es correcto debido a que se trata de infraestructura deficiente, por lo que en principio la reconstrucción costará al menos 30% más si se pretende evitar repetir los errores del pasado, si se pretende que no vuelva a colapsar con la misma facilidad ante un nuevo suceso climatológico. La reconstrucción de carreteras y viviendas debe implicar una reconceptualización de trayectos y reubicación de asentamientos humanos, con base en criterios de movilidad urbana e interconexión logística.
Hay quienes -al revés- asumen al ojo una magnitud de declive del PBI de las regiones más afectadas por el fenómeno climatológico, para luego calcular por regla de tres simple, cuánto tendría que invertirse para recuperar ese PBI, sin haber evaluado la magnitud de la pérdida real de infraestructura.
Más allá de ello, la mayoría de los cálculos no están incorporando el impacto en el PBI de la pérdida o afectaciones transitorias del capital humano, derivadas de los más de medio millón de damnificados, al tener que abandonar sus actividades habituales, para poder recuperar sus viviendas y sus capacidades de producción.
Hay que considerar, además, que El Niño Costero empezaría a debilitarse hacía fines de abril, con ayuda del cambio de estación y la llegada de una onda Kelvin fría a la costa norte del Perú. Esto significa que las pérdidas de stock de infraestructura y de PBI seguirán ampliándose por lo menos hacia mayo. Por más rápido que se inicie el proceso de reconstrucción, éste sólo empezará a ser visible desde julio, y recién tomará fuerza en 2018, ante la necesidad de realizar previamente un debido planeamiento y los estudios correspondientes.
Bajo todas estas consideraciones, en la consultora MAXIMIXE estimamos que la pérdida de PBI ocasionada por El Niño Costero hasta febrero sería del orden de 0,7 puntos del PBI, lo que nos llevó a reducir nuestro pronóstico para 2017 de 3,8% a 3,1%. Si se considera el impacto previsible entre marzo y mayo, la merma en el PBI podría situarse entre 1 y 1,4 puntos del PBI, lo que llevaría el PBI proyectado de 2017 a entre 2,8% y 2,4%. No obstante, el rebote que puede llegar a tener el repunte de la aprobación presidencial en la confianza empresarial y del consumidor, podría amortiguar ese efecto. Mientras tanto, en MAXIMIXE mantendremos nuestra proyección de 3,1% inalterada hasta mayo, aunque en revisión a la baja.
Por el lado de las pérdidas de infraestructura, consideramos que éstas serían mayores a las que viene reportando el gobierno. Sólo en Piura, la infraestructura colapsada, inhabilitada y afectada implicaría una pérdida de S/. 5.600 millones, mientras que en Lima rondaría los S/. 4.000 millones y en el resto del Perú S/. 7.700 millones, arrojando un total de S/. 17.300 millones (US$ 5.088 milones). Esta magnitud de pérdida debería dar lugar a un Programa de Reconstrucción con un presupuesto del orden de US$ 7 mil millones, cuya ejecución debería estar a cargo de una corporación de desarrollo blindada contra las coimas y la improvisación. Este presupuesto debe financiarse con US$ 5 mil millones de los US$ 8 mil millones disponibles en el Fondo de Emergencia, más mil de endeudamiento público más otros mil millones de la cobranza de deudas tributarias de empresas grandes a la SUNAT.
No tendría lógica abandonar la organización de los Juegos Panamericanos para disponer de sus US$ 1.200 millones presupuestados para financiar la reconstrucción. Para no generar mayor esfuerzo fiscal, estos juegos deberían financiarse con parte de los recursos destinados al Plan de Impulso Económico, con el que se planea inyectar S/. 6.600 millones a la economía. El costo en pérdida de imagen de un abandono de Perú de estos juegos, sumado a la ganancia reputacional de colocar los reflectores del orbe sobre Lima como sede de un certamen de talla mundial, más que justifican su continuidad.
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