La caída de los ingresos tributarios y el aumento incontenible de los gastos del gobierno vienen incrementando el déficit fiscal mes a mes y como consecuencia, la deuda pública continúa su marcha ascendente. En el Grafico 1 se presenta la evolución mensual de los ingresos y gastos del gobierno general para el periodo 2012 – Abril 2023. Como es usual presentamos el acumulado de los doce últimos meses para evitar las estacionalidades de estos indicadores.
Observamos que los gastos del gobierno, que se habían elevado como consecuencia de la pandemia, han reiniciado su marcha ascendente con un ritmo que supera la tendencia observada en el periodo previo a la pandemia. Este mayor ritmo viene siendo alimentado por la todavía elevada inflación y las emergencias que venimos experimentando en lo que va de este año.
Lo grave de esta situación es que viene acompañada de un estancamiento de los ingresos, que analizamos en detalle en nuestra entrega de la semana pasada. En el Gráfico 2 se presenta la evolución del resultado económico del gobierno central expresado como porcentaje del PBI. Observamos que desde el último trimestre de 2022 el déficit fiscal se ha venido incrementando, alcanzando el 2.43% del PBI en los últimos doce meses. Lejos han quedado los tiempos en que el gobierno central arrojaba saludables superávits económicos, inclusive superiores al 2% del PBI, lo que nos permitía reducir la deuda pública año a año, mejorar nuestra calificación crediticia, atraer inversión extranjera y obtener crédito en mejores condiciones.
Con estos resultados difícilmente se logrará la meta fiscal del MEF de tener un déficit inferior al 2.1% este año. Una vez más los supuestos utilizados para la elaboración del presupuesto quedan desbordados por la realidad. Los pronósticos de las agencias climáticas internacionales auguran la ocurrencia de un fenómeno de El Niño severo para 2024. Esta perspectiva debería obligar al MEF a replantear su estrategia fiscal para el próximo año; de otra manera difícilmente se cumplirán las metas de reducción del déficit fiscal en los próximos años.
La elevación del déficit fiscal viene forzando al gobierno a elevar su endeudamiento. La deuda pública total llegó en el mes de marzo de este año a la cifra récord de 84,976 millones de dólares (ver Gráfico 3), lo que significa que cada peruano tiene una deuda de más de 2,575 dólares, equivalentes a 9 salarios mínimos.
La deuda pública medida en dólares americanos ha pasado de 37,397 a fines de 2012 a 84,976 millones, lo que equivale a un incremento de 127.2% en un periodo de 10 años. Como consecuencia, la deuda pública ha pasado de representar menos del 20% del PBI en 2012 a más de 33% en 2023. Si bien es cierto que la deuda como porcentaje del PBI es aun inferior a casi todos los países de la región, su crecimiento en los últimos años preocupa, especialmente por que la ley de transparencia fiscal fija límites, al nivel de la deuda como porcentaje del PBI, muy cercanos a los niveles actuales.
Otro aspecto que preocupa es que la nueva deuda pública se viene contrayendo a tasas de interés cada vez más elevadas debido a las políticas monetarias que se vienen aplicando a nivel mundial para contener la inflación. Esto viene encareciendo el servicio de la deuda y por ende, realimentando el déficit fiscal. Uno de los pilares del modelo económico desde los noventa ha sido la solidez de las cuentas fiscales. Esto nos permitió reducir los niveles de las deuda pública como porcentaje del PBI y lograr el ansiado “grado de inversion” por parte de las calificadoras de riesgo que ha permitido la atracción de inversión extranjera.
Adicionalmente, es cuestionable que el nuevo endeudamiento se venga utilizando para incrementar el gasto corriente (incluyendo frecuentes bonos y subsidios de corte populista) o para financiar inversiones de cuestionada rentabilidad, como la nueva Refinería de Talara.
La solidez de la política fiscal y de la política monetaria del BCRP han sido los pilares del modelo económico que nos han permitido crecer por más de 30 años. Pareciera que nos estamos quedando solo con la solidez de la política monetaria. Y sabemos que es difícil caminar y peor, correr con una sola pierna. Si queremos volver a correr como en el pasado es necesario que se enrumbe la política fiscal. Aumentar los gastos corrientes en transferencias monetarias, bonos y subsidios no es una política sana, como tampoco lo es incrementar consultorías innecesarias o una burocracia improductiva. Nuestras autoridades tienen la palabra.