La historia de la incertidumbre económico electoral 2001-2016

En el Perú los años electorales han tenido pocos factores comunes y si muchas diferencias. El proceso electoral del 2001 se enmarcó en un escenario de retorno a la democracia y por ende muy poca polarización política; los cuatro candidatos con opciones, A. García, L. Flores, F. Olivera y A. Toledo, se esforzaron en cumplir con el perfil de líderes democráticos, lejos de cualquier posición extremista y sin ánimos de auto-denominarse “outsiders”. Es por ello que el consenso del mercado premió a dicha contienda electoral con un bajo nivel de incertidumbre y buenos indicadores de pulso económico en el primer trimestre: el índice de la BVL acumuló una expansión de 5% y la capitalización bursátil, el sol y el riesgo país se mantuvieron estables.

En el siguiente proceso electoral, el del 2006, el escenario cambió radicalmente, apareció la figura del “outsider” con la presencia de O. Humala, dentro de una terna con opciones que completaban A. García y L. Flores. La polarización fue marcada y la defensa de ideologías estuvo en la palestra durante toda la campaña proselitista. El hecho que quien lideraba la intención de voto hasta febrero (L. Flores) era la representante de la opción más pro-mercado, motivó al consenso del mercado a pensar que el proceso se desarrollaría a semejanza del 2001; nada hacía sospechar que el galope final de A. García y O. Humala llevaría la cota de incertidumbre a picos históricos. Por suerte, gracias a lo ganado en los primeros dos meses, el nerviosismo poco influyó en el pulso económico del primer trimestre: el índice de la BVL acumuló una expansión de 23%, la capitalización bursátil creció 3%, el sol se apreció 2%, el riesgo país bajó en 26 puntos y en negativo sólo se reportó el retroceso de la confianza empresarial en 3 puntos.

Para el 2011, el alto y sostenido crecimiento económico merced al boom de los commodities y las bajas tasas de interés, convirtió al sillón de Pizarro en el “Santo Grial” de la fauna política nacional. Es por ello que a diferencia del proceso electoral del 2006, en éste rivalizaron cinco candidatos con opciones: L. Castañeda, K. Fujimori, O. Humala, P.P. Kuczynski y A. Toledo. Fue una campaña con poca polarización (exceptuando a O. Humala, el resto de candidatos se plegó al centro político) y mucha fragmentación (tanto así, que los electores simpatizaban por más de un candidato), campo de cultivo perfecto para la prosperidad del radicalismo de O. Humala. Desde luego que dicho panorama fue mal recibido por el mercado y generó un alto nivel de incertidumbre que afectó al pulso económico del primer trimestre: el índice de la BVL retrocedió 6%, la capitalización bursátil bajó 12%, la confianza empresarial descendió 3 puntos, y el tipo de cambio y el riesgo país, que si bien en el acumulado trimestral no mostraron variación significativa, si tuvieron episodios mayúsculos de volatilidad.

En el presente proceso electoral la fragmentación de opciones es igual de amplia que la del 2011, destacando como candidatos principales a A. Barnechea, K. Fujimori, A. García, P.P. Kuczynski y V. Mendoza. Pero hasta allí llegan las similitudes con el pasado, puesto que en ésta contienda si existe una muy alta polarización, vinculada más que a ideologías a los anticuerpos generados por la candidatura de K. Fujimori (“memoria muscular”), dividiéndose los electores entre fujimoristas y anti-fujimoristas; lo que ha propiciado que los candidatos se esfuercen en sintonizar con el ideal antifujimorista y capturar al elector indeciso. En ese afán por lograr distanciarse del resto, los candidatos han enfilado una serie de propuestas populistas como la rebaja de impuestos, el aumento de la RMV, la construcción de obras irrealizables en el corto plazo, el incremento de sueldos para los empleados públicos, etc.

A la fecha el consenso del mercado aún no ha reaccionado ante la avalancha de medidas efectistas, por lo que al cierre del primer trimestre el nivel de incertidumbre no ha trastocado al pulso económico: el índice de la BVL está en franca recuperación y acumuló un avance del 20%, la capitalización bursátil creció 9,2%, el número de no residentes con tenencias de bonos y acciones nacionales ha dejado de caer, el sol se ha apreciado en 0,8% luego de perder valor durante el 2015, la confianza empresarial ha mejorado en 4 puntos y el riesgo país retrocedió 9 puntos. Es evidente que a partir del 10 de abril, el nivel de estrés económico guardará estricta correlación con los perfiles de los dos elegidos para el ballotage: mientras más populismo hayan predicado, mayor serán los niveles de incertidumbre económica futura.