El gobierno británico redobló esfuerzos el lunes para atajar los incendios causados por el Brexit, que ha sepultado a la libra esterlina, provocando episodios xenófobos y tiene a la clase política y a los socios europeos en vilo.El dimitido primer ministro David Cameron confirmó que su gobierno respetará la voluntad popular y anunció la creación de un departamento especial de altos funcionarios encargado de las complejas negociaciones para dejar la Unión Europea (UE).
Pero el Reino Unido no invocará el artículo 50 del Tratado de Lisboa, que establece el inicio de salida de un miembro de la UE, hasta que no tenga “una visión clara de los nuevos acuerdos” con sus vecinos europeos, explicó Cameron ante el Parlamento.
La respuesta de Alemania, Francia e Italia fue rotunda. “No va a haber discusiones formales o informales sobre la salida del Reino Unido de la UE mientras no haya una demanda de salida de la UE”, dijo la canciller alemana, Angela Merkel, tras recibir a sus pares de esos países. El forcejeo negociador se prolongará previsiblemente el martes y miércoles durante la cumbre de la UE en Bruselas, a la que acudirá Cameron.
La incertidumbre que rodea el proceso impacta de forma especial en los mercados, por ello los empresarios e inversores ya hacen planes para deslocalizar actividades.
Standard & Poor’s bajó la nota ‘AAA’ del Reino Unido dos peldaños, hasta ‘AA’, con perspectiva negativa.
La bolsa de Londres perdió 2, 55% al cierre, y el impacto fue especialmente duro en el sector bancario, el inmobiliario, las aerolíneas.
La libra esterlina cayó en picada de nuevo y llegó a marcar su peor nivel frente al dólar en las últimas tres décadas. En dos días se ha depreciado 12% respecto al dólar y un 10% respecto al euro.
Una quinta parte de los dirigentes empresariales británicos prevé deslocalizar una parte de sus actividades, según un sondeo. El Brexit supone otro desafío “desfavorable” para la economía mundial, advirtió el Tesoro estadounidense.
A la tensión política y financiera se añadieron algunos incidentes xenófobos en distintos puntos del país.
Un centro cultural polaco en pleno centro de Londres amaneció con pintadas racistas, y en una localidad del sur de Inglaterra, Huntingdon, aparecieron folletos exigiendo a los polacos que se vayan del país, motivando una queja de la embajada.
Una parte de los votantes pro-Brexit aseguran que hay demasiados inmigrantes en el país, y la comunidad polaca en el Reino Unido es la más numerosa de los países de la UE, con unos 654.000 miembros, según el censo del 2011.
Una diputada europeísta británica, Jo Cox, fue asesinada hace dos semanas en plena campaña del referéndum por un perturbado con simpatías neonazis, lo que causó conmoción en la clase política.
Cameron condenó esos ataques “despreciables” y aseguró que su gobierno permanecerá vigilante.
La intención de Londres es preservar los derechos de millones de trabajadores europeos en el país para que no haya una réplica que perjudique a sus pensionistas y trabajadores en el resto de la UE.
Cameron quiso salir al paso también de las amenazas independentistas de Escocia, una región que votó en contra del Brexit y cuyo gobierno nacionalista amenaza con otra consulta independentista, tras la del 2014.
El jefe de gobierno británico aseguró ante el Parlamento que tanto el parlamento escocés como el norirlandés serán consultados durante la negociación de salida, pero reiteró que el interés para ambos pasa por obtener “el mejor acuerdo” para el Reino Unido.
“Es absolutamente esencial que nos mantengamos concentrados, que nadie pierda la cabeza y actúe sin reflexionar”, pidió el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, que tras visitar Bruselas pasó por Londres.
En la misma línea se manifestó el conservador Boris Johnson, líder de la campaña Brexit y el mejor posicionado para sustituir a Cameron.
“El único cambio” en la vida de los británicos, “y no hay gran prisa, es que el Reino Unido se separará del opaco y gigantesco sistema legislativo de la Unión Europea”, escribió en un artículo publicado en el Daily Telegraph.
La onda de choque también llegó al Partido Laborista, cuyo líder, Jeremy Corbyn, vio como dimitía más de la mitad de su gabinete en protesta por su forma de conducir la campaña del referéndum.
Los diputados laboristas votarán el miércoles una moción de censura a su líder, que, de prosperar, sería sometida al voto de los afiliados.