Más sensatez previsional

El trabajo sobre el sistema previsional realizado por un grupo de economistas de la Universidad del Pacífico es un fracaso como estudio, porque arriba a la conclusión apocalíptica de que el sistema previsional peruano es un fracaso al no haber cubierto a toda la población, como si la informalidad de la economía fuera culpa del sistema, proponiendo su reemplazo por un sistema de pensión universal financiada por el fisco, que garantizaría una pensión de S/. 200 a todos los adultos mayores, hayan trabajado o no, con la cual a todas luces nadie podría vivir.

La mayor debilidad de este trabajo radica en su pobre tratamiento del corazón de cualquier sistema previsional, que es el mecanismo a través del cual ha de financiarse; justamente la mayor fortaleza del actual sistema previsional privado es que se financia con los aportes de las empresas y de sus propios trabajadores. Para los autores de esta llamativa propuesta la cobertura al cien por ciento se logra –manu militari- por arte de magia de un decreto y echando mano al mecanismo más forzoso que puede haber para financiar algo: los impuestos.

Hasta aquí el sistema privado de pensiones ha logrado una cobertura de alrededor de 5, 7 millones de personas, que representan el 36% de la PEA ocupada, generando un fondo acumulado de alrededor de S/. 80 mil millones, que equivalen a cerca de 90% del ahorro interno. Sin ese elevado nivel de ahorro no hubiese sido factible profundizar el mercado financiero peruano, permitiendo que la economía pudiera crecer a tasas altas durante más de una década. Ahí radica justamente su mayor contribución, en haber desarrollado un mecanismo de financiación creíble, exento del riesgo político de que el gobierno de turno malverse los fondos de los aportantes, quienes son sus propietarios legítimos.

Ciertamente, el sistema previsional privado actual es perfectible. Todavía la pensión que genera es baja, pues bordea el 40% del ingreso, aunque supera a la del sistema público, que sólo llega al 30%. Ello en parte se debe a los altos costos operativos y a las elevadas comisiones que cobran las AFPs, dando lugar a que su rentabilidad supere largamente a la de sus afiliados. Además, hace falta mayor simplicidad, agilidad y flexibilidad para que el afiliado pueda recurrir a una jubilación anticipada, así como para que pueda elegir la modalidad y el plazo para cobrar su fondo pensionario. Asimismo, pretender aplicar el actual sistema, tal cual, a los trabajadores independientes, fue un intento impropio tratándose de personas acostumbradas a asumir mayores riesgos que los trabajadores dependientes, y estando sujetos a ingresos aleatorios que implican decisiones de ahorro e inversión articuladas entre varios miembros de la familia. Para ellos el valor del dinero hoy es muchísimo mayor que para quienes tienen una remuneración fija, por lo que descontarle aunque sea un centavo significa una merma ostensible en su capacidad de generar ingresos a mediano plazo para asegurar su futuro a largo plazo. Por ello, el intento de obligarlos por decreto a ingresar al sistema privado de pensiones despertó tremenda polvareda, que culminó en su derogatoria.

Sin embargo, las demás críticas del estudio referido son injustificadas. Como por ejemplo la acusación de que el sistema previsional privado ahonda las distorsiones en el mercado laboral, siendo un obstáculo para su formalización, siendo en realidad todo lo contrario, puesto que es un factor de atracción para las personas que privilegian la seguridad antes que el riesgo, contribuyendo a robustecer la oferta laboral. Antes bien, los principales obstáculos para la formalización son la baja productividad de las pequeñas y micro empresas, así como el elevado costo del despido.

Respecto al cuestionamiento que hace el referido estudio sobre la aplicación de un mecanismo de ahorro forzoso, que es en el que se basa todo sistema previsional sostenible, conduciría a que sea el propio Estado el que deba acarrear con la pesada carga del financiamiento, y ya sabemos a dónde conduce eso; lo estamos viendo aquí en el Perú con el actual sistema previsional público que anda absolutamente desfinanciado y, para el caso en que se universalizara la responsabilidad del Estado de financiar la seguridad previsional, ya estamos viendo cómo en Europa y Estados Unidos se ha transformado en una peligrosa fuente de quiebra fiscal. En tal sentido, pretender eliminar los aportes obligatorios que hoy gravan las planillas formales, es tan o más descabellado que pretender introducir arbitrariamente a los independientes al sistema privado de pensiones.

En suma, mejoremos el futuro previsional del Perú con planteamientos constructivos, sustentados en investigaciones rigurosas y especializadas en la materia, dejando a un lado las propuestas ocurrentes que conlleven la virtual destrucción de una base institucional y macroeconómica fundamental para el desarrollo sostenible del país.