¿Podrá Vizcarra hacer un buen gobierno?

El Perú entero quisiera que sí, que el presidente Martín Vizcarra y su gabinete de ministros presidido por César Villanueva puedan hacer un buen gobierno. En buena hora el Perú ha podido capear una crisis política respetando su orden constitucional. La sencillez y la energía de la que ha hecho gala Vizcarra para moverse al lugar de los hechos en los primeros días de su gobierno, han despertado una esperanza de cambio en la población. Los gestos cuentan, como en su momento contaron a favor de PPK sus bailecitos y su sentido del humor inglés. Pero ya sabemos que eso no basta.

Vizcarra ha pedido voltear la página haciendo un llamado a la unidad para superar la crisis política que golpeó al país durante las últimas semanas. Sin embargo, los sucesos vergonzosos que precipitaron la renuncia de PPK no son más que la cereza sobre la enorme torta de la corrupción. Vizcarra se comió la cereza, pero la torta sigue ahí, intacta.

La crisis política ha sido capeada sólo en la epidermis del cuerpo social, en cuyo interior cunde una metástasis de falta de credibilidad en toda la clase política. No sólo en los que se han ido, sino también en los que se han quedado. Porque para la población todos son corresponsables en mayor o menor medida.

El país anda dentro de una vorágine de galopantes niveles de desempleo, informalidad, déficits fiscales, gasto corriente e inseguridad que es preciso parar en seco, para luego empezar a revertirla. Si el país sigue caminando, es sólo gracias a que los peruanos aún mantienen la fe en ellos mismos. Necesitan ahora recuperar la fe perdida en el Estado.

Siendo así, para que la esperanza despertada por el estilo dinámico de Vizcarra se convierta en optimismo, tendrá que demostrar que es un líder capaz de aplicar los santos óleos a toda una era de corrupción, tirando abajo todo un andamiaje constituido por leyes, normas, acuerdos, roles y vínculos mafiosos entre funcionarios públicos y grupos económicos poderosos.

Ello implica contar con un gabinete de verdaderos ministros y no de meros secretarios. De ministros que compartan una visión y un plan de gobierno ambicioso y consistente. Ministros que puedan trabajar en equipo, sin conflictos de intereses y sin vínculos con el andamiaje de corrupción que hay que desmantelar. Ministros con vocación planificadora, capacidad ejecutiva y valores sólidos.

En su discurso de presentación del nuevo gabinete ante el congreso, se aguarda que el premier César Villanueva anuncie un conjunto de reformas profundas, implicando la solicitud de facultades para reorganizar el aparato del Estado. Esta reorganización se justifica por la necesidad de reducir las clamorosas duplicidades de funciones y actividades entre organismos del Estado que compiten más que las propias empresas privadas. También se justifica por la premura de prevenir la corrupción, elevar la eficiencia y la responsabilización de los funcionarios públicos.

Una reforma de esta envergadura debe constituirse en un pilar que se conjugue con una reforma tributaria y laboral que incentive la formalización; una reforma del sistema de pensiones para evitar una hecatombe fiscal a mediano plazo; la desactivación de Invierte.pe y la reactivación de un SNIP mejorado; un plan de austeridad del gasto corriente y de subsidios sin retorno social sostenible; un plan de eliminación de barreras burocráticas y trabas a la inversión y a la libre competencia amparadas por ley; un plan de descentralización fiscal y de financiación creativa de la infraestructura prioritaria; y un plan de digitalización de los servicios que brinda el Estado a la sociedad.

Estos planes trasversales deberán ser acompañados por planes de desarrollo sectoriales de corte pragmático, que apunten a alcanzar objetivos y metas ambiciosas en forestación, reforestación, desarrollo agrícola, acuicultura, energético renovable y de clusters agroindustriales y de servicios. También por planes orientados a combatir la tala ilegal, la minería ilegal, el narcotráfico, el contrabando y la subvaluación.

El país demanda una gestión de gobierno transparente, eficiente y sensible, volcado a favor de los peruanos más pobres y de las pequeñas y micro empresas que son la energía vital de nuestra economía. Sin populismos, sin mercantilismos y sin corrupción, y con mucho sacrificio de todos en aras de un futuro promisorio hacia el Bicentenario del Perú, que se cumple en 2021.