La Era Post-Coronavirus

La humanidad ve al coronavirus como un enemigo al que hay que vencer cuanto antes. La humanidad acostumbrada al sálvense quien pueda y al consumismo dilapidador de los recursos naturales, ahora se ve en la necesidad de quedarse en casa, encerrada en su miedo. ¿Humanidad en guerra contra un virus o en crisis de conciencia?

Para la mayoría de las empresas el COVID-19 es una feroz amenaza a su supervivencia. La economía mundial lo siente como el detonante de fuerzas recesivas más potentes que las de la Gran Crisis Financiera de 2008.

Sin embargo, más allá de sus dolorosos efectos económicos y letales, desde una perspectiva de mediano y largo plazo, este bicho sin vida puede ser el gran promotor del cambio y la transformación moral, ética, económica, social, ambiental y digital de esta humanidad decadente. Puede ser un acicate para que tome conciencia de la necesidad imperiosa de reinventar el futuro.

Después de esta pandemia biológica estaremos ante la gran oportunidad para desencadenar una pandemia política focalizada contra los malos políticos, los malos empresarios, los malos trabajadores, los malos padres…

La soberbia, la discriminación y el desprecio por el otro y su cultura, son los cimientos del actual orden económico mundial. Llegó el momento de derrumbarlos para dar inicio a un nuevo orden en sintonía con la naturaleza, con la verdadera libre y sana competencia, sustentada en la igualdad de oportunidades y el trabajo solidario.

Aprovechemos nuestro encierro para reflexionar y enseguida gestar nuestro propio cambio como personas, la transformación de nuestras empresas, la transformación del Estado burocrático para ponerlo al servicio del ciudadano.

Hay que pasar de la resistencia a la reinvención y la transformación. Empecemos por el sistema de salud, que aquí en Perú como en muchos otros países está en descomposición. Se necesita unificar, investigar, poner en valor los conocimientos medicinales ancestrales de nuestra selva y sierra, aumentar la capacidad de camas, suministros y personal médico capacitado.

Las empresas deben convertir el trabajo remoto en una práctica de excelencia, lo que demanda un cambio de cultura rotundo, sustentado en disciplina, compromiso y un prolijo control de gestión. Las entidades educativas deben migrar al aprendizaje remoto continuo, generador de verdadero valor.

El año 2020 marcará un hito histórico, a partir del cual la vida biológica será el eje del raciocinio político y la acción política. El equilibrio biológico y el vínculo del ser humano con la naturaleza como valores fundamentales de una nueva visión compartida de futuro. Un futuro verde, aromático y luminoso, antes que negro y pestilente.

Una cuarentena obligada no necesariamente revela afán de control totalitario. Una cosa es coronavirus en una sociedad de bajo nivel educativo, como la peruana, que coronavirus en una sociedad altamente educada, como la de Suecia. Allá el Estado puede darse el lujo de limitarse a sugerir e informar, pues las personas entran en cuarentena por voluntad propia. A eso debiéramos llegar algún día.

Después de todo, una sociedad que acepta mayoritariamente un estado de emergencia, al menos en las encuestas (como es el caso del Perú), no deja de ser una sociedad libre pues es indicativo de que existe un nivel de conciencia de que así se está ensanchando la libertad de todos, ante una amenaza catastrófica que puede implicar una masiva mortandad.

No extrañe que sean los de abajo los que más infrinjan el estado de emergencia. El miedo en este caso no es de los más vulnerables económicamente sino de los más pudientes, que pocas veces han visto tan de cerca una amenaza para sus vidas y su forma de vida, mientras que quienes viven en la marginalidad están acostumbrados a chapotear en mares de incertidumbre y no tienen más opción que salir a buscarse el pan de cada día, si el Estado no les da otra opción para encontrarlo.

El coronavirus ha lanzado una advertencia rotunda a la humanidad: no se puede seguir practicando un capitalismo mercantilista, monopólico y consumista. En este sentido, el virus aparentemente nos aísla e individualiza, pero en el fondo está creando sentimientos colectivos fuertes, favorables a una renovación de los sistemas económicos.

La disyuntiva que nos plantea no es optar entre la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano, ni entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global, como lo plantea Yuval Harari[1].

El empoderamiento ciudadano y la solidaridad global son aspiraciones latentes que en cada país tienen su propio reloj, dependiendo de diversos factores educativos, culturales e institucionales. No se puede optar por ellas a corto plazo. Una amenaza letal como el coronavirus ayuda a acelerar las manecillas, pero mientras tanto no queda más opción que recurrir a un estado de emergencia que enfatiza la vigilancia y el aislamiento doméstico.

Sí coincidimos con Harari en que se aproxima un nuevo orden post coronavirus. Uno que implicará forjar un liberalismo más igualitario, solidario y ecológico, en el que la libertad esté distribuida de manera pareja entre todos, y en el que la salud y la educación sean verdaderas prioridades, siendo conscientes de que hay que trabajar para vivir y no al revés, y que la vida sólo es posible si nuestras actividades económicas son sostenibles y respetuosas del ambiente y el equilibrio ecológico.

 

 


[1] Yuval Noah Harari: The world after coronavirus. Financial Times, 20 de marzo 2020.