Se afirma con toda justicia que desde la publicación en 1988 de “La Teoría de la Organización Industrial” de Jean Tirole, la teoría económica no volvió a ser la misma. El flamante Nobel de Economía 2014 profundizó en las ideas seminales de los también galardonados R. Coase y O. Williamson para mostrar de manera implacable las grandes diferencias entre el mundo de fantasía de la enseñanza microeconómica tradicional en el que las industrias están compuestas por empresas perfectamente competitivas, sin efectos negativos en la sociedad y que por lo tanto no necesitan ser reguladas, y el mundo real en el que industrias están dominadas por pocas empresas que tienen un amplio poder de mercado, que pueden cobrar precios mucho más altos que los costos y bloquear la entrada de otras firmas; Tirole nos invitó a pensar en oligopolios y otras formas de mercado.
En los últimos 20 años, todos sus aportes han dado a los economistas un vasto armamento metodológico basado en un sofisticado uso de la probabilidad matemática, convirtiendo al maestro francés en el gran forjador de la teoría de los juegos aplicada a la teoría económica. El reciente reconocimiento que la Real Academia Sueca de Ciencias otorga a las invalorables innovaciones de Tirole, cierra con broche de oro dos décadas en las que la revolución de la teoría de los juegos dominó las ciencias económicas y los Nobel: en primera instancia el premio recayó en los fundadores del método matemático (en 1994 a J. Nash, R. Selten y J. Harsanyi, y en 2005 a R. Aumann y T. Schelling) y en segundo término se honró a los académicos que llevaron la aplicación a diferentes áreas del conocimiento económico (en 2007 a L. Hurwicz, E. Maskin y R. Myerson). Tras premiar al eslabón de la cadena que faltaba, es muy probable que ésta sea la última medalla para la línea de investigadores de la teoría de los juegos, teniendo en cuenta que se viven épocas en las que los enfoques conductuales vienen tomando el control de la teoría económica y llevando los aportes de D. Kanhneman a límites inimaginables para una ciencia que requiere con urgencia vientos de cambio.