Para el 2015 la economía mundial tomaría algo más de dinamismo que en el 2014, principalmente por un mejor año para EEUU, cuyo crecimiento será impulsado por una política monetaria aún expansiva, una situación fiscal más neutral, una menor deuda de familias y empresas, un importante aumento de la riqueza de las familias y mejoras en la confianza de consumidores y de empresarios. De hecho, todo apunta a que, dada la fuerza que está tomando la recuperación, la Reserva Federal comenzaría a incrementar la tasa de interés en el primer semestre del próximo año.
En contraste, el crecimiento de la Zona Euro seguirá bajo, afectado principalmente por la incapacidad de Francia e Italia de enfrentar problemas estructurales que limitan su crecimiento potencial (sistemas laborales y tributarios, competencia en el sector de servicios, mejoras en infraestructura y ajustes en políticas sociales), y por los efectos en las expectativas de la crisis de Ucrania. Dada la fuerte desaceleración de Alemania y el mayor riesgo de que la Zona Euro vuelva a caer en recesión y experimente deflación, se requerirá una combinación de política fiscal más expansiva en Alemania y acciones monetarias no convencionales mucho más agresivas del Banco Central Europeo. Lo que sí será un factor positivo es la importante depreciación que ha experimentado el euro, que se ha anticipado a que la autoridad monetaria será capaz de concretar sus intenciones de introducir estímulos más agresivos.
En Japón la administración de Shinzo Abe deberá ser mucho más pujante en la introducción de reformas estructurales en áreas como la competencia, la desregulación, la inmigración y la apertura comercial y financiera, para así poder aumentar la tasa de crecimiento de su producto potencial. China, donde el sector privado está tomando un rol cada vez más importante en su economía, tendrá que balancear muy bien su progreso, corrigiendo sus desequilibrios e introduciendo estímulos focalizados para evitar que su crecimiento se resienta con más fuerza. Este escenario será algo más favorable para los países emergentes en cuanto a crecimiento del producto y del comercio mundial, aunque menos favorable en cuanto a condiciones financieras internacionales, flujos de capitales y volatilidad de sus monedas. Las perspectivas de precios de productos primarios tampoco son muy auspiciosas debido a que el crecimiento de China, posiblemente, seguirá reduciéndose.
Considerando este escenario externo, el principal reto para los países emergentes, y para Perú en particular, va a estar en cómo reimpulsar su crecimiento. Para esto no hay atajos. Ergo, los esfuerzos de los países emergentes deberán concentrarse en fortalecer su marco de políticas macrofinancieras -en preparación al alza de tasas de la Fed y para mejorar su capacidad de poder utilizar políticas contracíclicas- y, al mismo tiempo, mejorar el clima de negocios y remover obstáculos internos que afectan el crecimiento potencial. En esto último, Perú tiene grandes oportunidades para reducir la incertidumbre y articular una agenda de crecimiento que impulse la inversión y las mejoras de productividad, partiendo por destrabar proyectos de inversión, lo cual no solo tendría un efecto positivo en el crecimiento potencial, sino que también estimularía la demanda interna, considerando que no es mucho más lo que se puede esperar del entorno externo.