Grecia y Europa preparan una negociación final por la deuda

Los dirigentes europeos se enfrentaron a unos de los días más importantes de la construcción europea en décadas. Tras el “No” griego al acuerdo que los acreedores propusieron a Atenas a cambio de seguir otorgándole más préstamos para que siga pagando los vencimientos de deuda, Bruselas espera al primer ministro Alexis Tsipras con una nueva y definitiva propuesta de acuerdo. Angela Merkel y François Hollande se reunieron anoche en París para intentar acordar una postura común ante la cumbre. Un pacto previo de Merkel y Hollande es básico porque empiezan a surgir fisuras. Más allá de las condiciones económicas, las capitales del sur parecen intentar mantener a Grecia en la Eurozona, aún por motivos geopolíticos, frente a la dureza e incluso los deseos abiertos de expulsión de algunas capitales del norte, que ven en la Grecia de izquierda de Tsipras una amenaza ideológica y un socio incumplidor.

Tsipras consiguió reforzar su posición, una negociación que incluye un pedido común para reestructurar la deuda. Esa unidad de las fuerzas políticas helenas hará un poco más fácil un acuerdo definitivo con los acreedores. El premier heleno también cambió ayer al hombre fuerte de la negociación con Europa, Yanis Varoufakis. Tsipras debió llegar ayer a Bruselas con propuestas de ajustes y reformas detalladas y tendrá muy escaso margen para negociar con Europa. Le quedan horas más que días. El vencimiento de casi 3.600 millones de euros con el BCE el 20 de julio hubiera sido la última línea roja, pero el BCE apretó ayer un poco más el garrote al cuello de la economía griega. El Central europeo decidió mantener la liquidez de emergencia a los bancos griegos –cerrados desde hace una semana y con un corralito que permite retiros de efectivo de un máximo de 60 euros diarios- pero les aumentó las garantías necesarias para acceder a esa liquidez. Eso, significa que la presión sobre la banca aumenta y que si de la cumbre de esta noche no sale algún principio de acuerdo claro, el BCE podría cerrar definitivamente el grifo el miércoles. De hacerlo, el sistema bancario griego colapsaría en horas. Para evitar el congelamiento económico, Atenas no tendría más opción que crear alguna forma de pago nacional, haciendo de facto su salida del euro aunque legalmente seguiría siendo miembro de la Eurozona.

El presidente del BCE, Mario Draghi, esperará a la señal política de la cumbre porque no quiere ser señalado como el culpable de la primera ruptura del bloque. La deuda sigue siendo el elefante en la habitación que los acreedores no quieren ver. Grecia no podrá pagarla sin una fuerte reestructuración si no consigue un escenario que se antoja de ciencia ficción: crecimiento de al menos un 4% con superávit fiscal del 3, 5% durante 15 años en plena deflación. El FMI dijo ayer que está listo para ofrecer asistencia a Atenas, pero esa ayuda no podrá ser en forma de préstamos porque sus estatutos le prohíben prestar dinero a una país que haya incumplido sus vencimientos y Grecia no pudo pagar el martes pasado uno de casi 1.600 millones de euros.

De la cumbre podrían salir tres escenarios. El primero y todavía posible sería un acuerdo, al menos a corto plazo, que permitiera seguir arrastrando el problema sin romper con Grecia. El segundo sería una salida pactada del euro. Y el tercero la ruptura violenta dejando que los bancos griegos se quemen en el fuego lento del corralito, que por ahora sigue hasta el jueves, informaron los diarios internacionales.