La mayor parte de noticias y análisis sobre la pesca en el Perú, así como las críticas y denuncias, están referidas a la pesca industrial de anchoveta, en alguna menor medida al resto de la industria y en menor escala a la pesca artesanal. Pero poco o nada se dice o analiza en sus impactos sobre la alimentación, en especial de las poblaciones más pobres.
En la misma línea, en esta época del año, se ven muchos reportajes sobre los impactos del frío sobre las poblaciones rurales, especialmente las dispersas en el altiplano. Pero poco o nada se dice tampoco sobre sus necesidades alimentarias y sobre las medidas que está adoptando el Estado.
Es el momento oportuno para que un nuevo gobierno adopte una nueva visión sobre las perspectivas de la pesca. La industria, tanto de harina como de conservas y congelados ya está, de una u otra manera, regulada, controlada y caminando. No al gusto y satisfacción de todos probablemente, pero ya está. Lo mismo ocurre con la pesca artesanal. Le falta, pero ahí está.
Por tanto es hora de la alimentación nacional y de lo que la pesca peruana puede hacer por sus poblaciones más vulnerables. Las ciudades principales y las poblaciones costeras de una u otra forma acceden al pescado, aunque lejos del alcance de todos los bolsillos, eventualmente aparecen recursos accesibles como el bonito, caballa y jurel.
El problema nacional está en alimentar a esas poblaciones altoandinas que, además de sufrir los efectos del friaje necesitan una nutrición adecuada.
El Programa Nacional de Vivienda Rural, del Ministerio de Vivienda, está pretendiendo prevenir los efectos del friaje mediante la construcción de viviendas mejoradas; pero podría integrarse con un programa de asistencia alimentaria en base a anchoveta y pota si existiese voluntad política para revivir programas que existieron en gobiernos anteriores e integrar esfuerzos para reducir costos y aumentar alcance y beneficios.
Promocionar el consumo de pescado en las ciudades, ofertando productos de precios inalcanzables para gran parte de la población, no es una solución. Tampoco la es vender de vez en cuando, un poco de pescado barato. La alimentación en base a productos hidrobiológicos tiene que ser sostenible y no un producto de venta político.
El tema viene por focalizar a las poblaciones necesitadas de mejor nutrición y priorizar su atención a través de un programa apropiado. El SISFOH, Sistema de Focalización de Hogares podría ser una buena base de análisis para implementar programas de acción integrales entre vivienda, salud, educación y pesquería.
No se trata de programas asistencialistas exclusivamente, sino una combinación de acciones promotoras de empleo en base a educación y creación de mercados.
El ex Centro de Entrenamiento Pesquero de Paita, hoy FONDEPES, tiene la capacidad y la experiencia para reconstruir y continuar algunos de estos programas, los cuales si existe decisión política, pueden ir acompañados de otros sectores.
El Estado no puede olvidar su deber y su obligación con las poblaciones más pobres del Perú. Tiene que dejar de lado la confrontación con una industria que de una u otra forma está regulada, para concentrarse en el objetivo final de la pesca, que debe ser la alimentación nacional. Gran tema pendiente y muy poco tocado que puede empezar a manejarse con buena voluntad y disposición de todas las partes en beneficio de resolver en forma definitiva el problema de la desnutrición y la anemia infantil. Sin una población adecuadamente alimentada y debidamente protegida, cualquier esfuerzo educativo será insuficiente y por lo tanto el progreso del país siempre será solo una esperanza y no una realidad.