Educación e igualdad de género

La reforma de la currícula escolar pretendida por el gobierno de PPK aplicando un enfoque de género, ha desatado una confrontación pugilística entre dos barras bravas dedicadas a denigrar la posición contraria, sin argumentos sólidos ni afán de comprensión mutua y aspiración de consenso. Para unos se trata de una reforma que sólo busca construir una sociedad en igualdad de oportunidades, tolerancia y respeto a los demás, mientras que para los otros es una reforma que induce al libertinaje sexual y al cambio de las preferencias sexuales de los niños y jóvenes estudiantes.

Una reforma de currícula es de por sí algo muy complejo, por lo cual debería desprenderse de una profunda reflexión filosófica, sociológica y pedagógica, involucrando a todas las fuerzas vivas de la comunidad educativa. Esta reflexión está pendiente y debe reemplazar al actual diálogo de sordos, peleas callejeras y avalancha de reacciones hepáticas y vomitivas.

En el enfoque de género concurren corrientes de pensamiento liberales, feministas y pluralistas o relativistas sexuales. Desde una perspectiva liberal, se reivindica la libertad del individuo como valor supremo de la sociedad, de hacer de su vida lo que le plazca. De aquí deviene la idea de libertad de género y la de igualdad de género. Ideas que tienen como virtud superar el statu quo del “Contrato Sexual” o estado patriarcal, que relegaba a la mujer en su rol social y la privaba de sus derechos fundamentales, como el derecho al trabajo, a votar, etc. En el Perú, ciertamente se necesita profundizar los valores de respeto de los derechos de la mujer, así como el respeto y tolerancia ante toda diferencia de raza, sexo o cultura.

No obstante, en el devenir del tiempo el concepto ‘género’ se ha pluralizado, implicando a toda orientación sexual -heterosexual, homosexual, bisexual, transexual, etc.- por lo que la proclama de igualdad de género ahora implica, no sólo que la sociedad acepte todas esas opciones, sino su entronización como modelo a seguir. Por decir, daría lo mismo que la sociedad estuviera constituida por cien por ciento de hogares homosexuales o heterosexuales, a pesar de que la Declaración Universal de los Derechos Humanos señala que es la familia (heterosexual) es el núcleo de la sociedad.

Como señala la socióloga alemana, Gabrielle Kuby (“La revolución sexual global”, 2016) el objetivo del enfoque de género es la superación de la ‘heterosexualidad forzada’ y la creación de un ser humano nuevo, con libertad de elegir y disfrutar su identidad sexual, con independencia de su sexo biológico. Implícitamente, este enfoque rechaza la influencia heterosexualista de la familia tradicional, por lo que le asigna al Estado la responsabilidad central para emprender este cambio.

He aquí quizás el principal escollo. Porque ese Estado llamado a hacer la reforma educativa es el mismo que ha sido incapaz de impedir las crecientes agresiones que reciben los niños a través de los medios de comunicación y el Internet. Vivimos un envanecimiento de las relaciones humanas y la libertad sexual -elevada a la categoría de libertinaje por influjo de un ‘Cuarto Poder Basura’- que ha puesto el impulso sexual fuera de borda, haciendo que ‘el otro’ sea un mero objeto de gratificación sexual.

Ciertamente necesitamos una reforma de la currícula educativa, pero no con un enfoque de igualdad de género, sino de igualdad de oportunidades y responsabilidades, y que coloque a la familia como eje de la sociedad. El pretendido binomio Libertad-Igualdad sólo puede germinar en sociedades vertebradas por lazos de amor y solidaridad, que primordialmente los da la familia. A pesar de cargar con el karma de las guerras y luchas interculturales, son ellas las que poco a poco irán perfilando sociedades más justas. En todo ámbito de la vida pública, se debe reconocer que la diferencia sexual entre hombre y mujer es el fundamento de la sociedad y su permanencia en el tiempo. Por ende, la reforma educativa debe empezar por las ‘Escuelas de Padres’, para que sean ellos los abanderados de la confrontación de sus hijos con la realidad cruda y peluda.