1. EL ORDENAMIENTO TERRITORIAL
El ordenamiento territorial, definido de una manera simple, es el proceso técnico que permite definir para cada lugar del territorio, su mejor capacidad de uso al menor costo posible y ofreciendo mayor seguridad y menores costos para la población, la actividad económica y el ambiente, en la perspectiva de su desarrollo integral. Todavía más simple: el ordenamiento de un territorio es como el juego de ajedrez. Conociendo las características funcionales y las reglas de movimiento de cada pieza, uno puede plantear una buena estrategia que permita ganar la partida aún ante los embates más sólidos e inteligentes del contrincante.
El ordenamiento territorial supone un trabajo previo que es el de Zonificación Ecológico Económica (ZEE) mediante el cual profesionales de distintas ramas de las ciencias físicas y humanas (geólogos, hidrólogos, geomorfólogos, geógrafos, climatólogos, arquitectos, ingenieros civiles y de otras especialidades, sociólogos, antropólogos), sobre la base de mapas de suficiente detalle (por ejemplo a escala 1:25,000) y un intenso trabajo de campo premunidos de los equipos adecuados propios a cada especialidad, definen la vocación principal de los distintos segmentos del territorio de un valle, de una jurisdicción político-administrativa (provincia, distrito), de una región.
En el Congreso de la República existen hasta tres proyectos de Ley de Ordenamiento Territorial presentados entre los años 2011 y 2012 pero ninguno de ellos ha llegado a ser aprobado. Es más, no está definido cuál es el sector o institución que fungirá de órgano rector en materia de ordenamiento territorial. Algunas instituciones, como el Ministerio del Ambiente, cuentan con una Dirección General de Ordenamiento Territorial (DGOT) que apoya a distintos gobiernos regionales y municipios provinciales y distritales en la formulación de sus planes de OT…. pero la dimensión ambiental de desarrollo es sólo uno de los componentes –muy importante, es cierto- de cualquier plan de ordenamiento territorial. En realidad, esencialmente el OT es una compleja temática de corte horizontal y, por tanto, compete a todos los sectores e instituciones de los tres niveles de gobierno: nacional, regional y local. Acaba de crearse a nivel de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) un Viceministerio de Gobernanza Territorial, con varias Secretarías, lo que permite ver con optimismo la posibilidad de contar con un órgano rector capaz de convocar a todos los sectores e instituciones cuya participación y compromiso sea necesario para formular y ejecutar planes de OT a distinta escala geográfica y político-administrativa.
2. LA URGENCIA DE LA RECONSTRUCCIÓN
No obstante lo dicho en el punto I de este artículo, es imposible esperar el debate y la posible aprobación de una Ley en el Congreso de la República para recién empezar a actuar en el marco de la reconstrucción de los daños ocasionados por el Niño Costero de los meses pasados. No sólo se trata de que la urgencia de la reconstrucción exige una actuación inmediata para recuperar la calidad de vida de la población, urbana y rural, así como reponer la capacidad productiva de grandes sectores en los valles de la costa del país, sino que ya la Secretaría de la Convención sobre Cambio Climático ha confirmado hace varios años, con el suficiente soporte científico, que el cambio climático se manifestará cada vez con mayor frecuencia e intensidad y nada garantiza que, por ejemplo, en la próxima estación de lluvias (aproximadamente de noviembre de este año a marzo del año siguiente) nos afecte un Niño de igual o mayor intensidad al que acabamos de sufrir. En consecuencia, es necesario actuar sin esperar –lamentablemente- las normas legales que regulen todo el proceso nacional de ordenamiento territorial.
Hay muchos aspectos que nos parece fundamentales de tomar en cuenta en el proceso de reconstrucción, pero dada la brevedad de esta nota, haremos énfasis en sólo algunos de ellos:
- Hay que mirar la experiencia del pasado prehispánico. En el tiempo, durante el tránsito de la conquista española a la república, hemos echado al cajón del olvido una serie de conocimientos ancestrales con los que nuestros antepasados lograron una exitosa (para entonces) gestión del territorio. No nos estamos refiriendo a trabajos como la andenería que permitió crear suelo agrícola en las empinadas laderas de valles y quebradas andinos donde de manera natural no lo había. Tampoco de los canales de riego construidos labrando la roca para llevar agua para riego desde donde esta abundaba a los sectores escasos en materia de recurso hídrico. Estamos pensando sólo en la localización de los centros poblados prehispánicos en los valles de costa: desde Caral hasta Chan Chan, ellos se ubican fuera de los valles o bien en los sectores naturalmente elevados que aparecen en algunos sectores del fondo de valle. Veámos solamente el caso de las huacas y áreas de concentración de población prehispánica en lo que ahora es Lima Metropolitana: Mateo Salado, Huaca Pucllana (o Juliana), Puruchuco, entre las principales, son demostración de ello. Esta sabiduría ancestral evitaba, por lo menos, que la población y sus viviendas se vieran afectados por la manifestación periódica de El Niño, que –al margen de ser multiplicado en sus efectos por el cambio climático de origen antrópico desde el inicio de la era industrial y especialmente desde el empleo masivo como fuente energética de los combustibles fósiles (hidrocarburos) – es un fenómeno perenne relacionado con la forma como se organiza la circulación atmosférica y de las aguas oceánicas a escala planetaria. En otras palabras, hay “Niños” antrópicos (causados por la actividad humana) y “Niños” naturales.
- La construcción de viviendas, carreteras y otras vías, instalaciones industriales, parques, entre otros, ha sido hecha, en el tiempo y gradualmente, en lo que constituye el lecho excepcional de los ríos costeros, en una nefasta combinación de necesidad de terrenos para habitación, falta de planes de OT (o de su aplicación, ya que existen muchos planes de OT pero hechos sólo para cumplir las formalidades y que por tanto no se aplican) por parte de los municipios locales, o de la acción de mafias de traficantes de terrenos en donde no es raro encontrar involucrados a los propios funcionarios de los municipios locales.
Una adecuada planificación urbana implica NO OCUPAR EL LECHO EXCEPCIONAL en los ríos costeros. ¿Cómo saber cuál es ese lecho excepcional? En realidad, ello se puede determinar con una combinación de conocimientos. Los registros de los caudales históricos máximos para cada estación de crecientes en cada río costero, es un primer dato valiosísimo: si un río como el Piura ha registrado en la estación de crecientes de este año un caudal excepcional de más de 3,000 metros cúbicos (m3/s) a la altura de la ciudad de Piura en un determinado momento, entonces, como primera acción, debe conocerse con exactitud cuál es la capacidad de transporte de la masa de agua en la sección del río a esa altura de la cuenca. Todo lo que exceda esa capacidad se convertirá en un desborde que afectará –como en efecto ocurrió- extensos sectores de la ciudad. Claro, que a continuación viene la comparación entre el costo de “alejar” a la ciudad de ese lecho excepcional de inundación o la construcción de defensas ribereñas o encauzamientos que eviten los daños o los atenúen al menor nivel posible.
- ¿Cuál es la solución? La solución es una combinación entre respetar lo que es, por lo menos, el lecho mayor de inundación del río, y altura sobre el lecho que deben tener las obras de defensa que se construyan en las riberas que tienen que hacerse a lo largo de varios kilómetros, mediante diversas soluciones de contención, entre las que se encuentran los muros de concreto armado con la cimentación y espesor adecuados para resistir la fuerza de las aguas. Obviamente, donde el curso del río tiene una mayor pendiente, la fuerza destructiva de las aguas es mayor y, en consecuencia, los ingenieros deberán calcular la cimentación, la longitud, el espesor, la altura y la densidad de las obras de defensa necesarios para garantizar la protección a las ciudades de esos embates.
Lo otro es reubicar a la población de los sectores que no hacen parte del casco urbano de las ciudades y que, por lo general son posesionarios víctimas de los traficantes de terrenos, a lugares seguros, no inundables, en donde se construirían complejos de viviendas básicas que serían vendidas a sus nuevos propietarios a precio de costo y con largos plazos de financiamiento. La banca comercial y de fomento tendrían que hacer, para ese efecto, una alianza que permita avanzar en las tareas de construcción de viviendas a plazos razonables.
Es importante –eso sí- que la reconstrucción, en lo que se refiere a viviendas de habitantes urbanos, tome en cuenta que esas personas trabajan y desempeñan labores en las ciudades, en otras palabras, son citadinos, por lo que no se les puede desprender de tal característica. Por ello, un buen plan de desarrollo urbano, que sí es posible sea diseñado por arquitectos y urbanistas y ejecutado por ingenieros civiles, en corto tiempo, se presenta como de una necesidad absoluta.
- Por último, como parte de esta breve reflexión, debe señalarse que también hay que hacer un trabajo en el delta o abanico de deyección de los ríos. Allí, a falta de pendiente, o sea, a poca distancia de la entrega de las aguas al mar, los ríos costeros forman deltas o, como en el caso del río Piura, transporta tantos sólidos en suspensión que al llegar al litoral marino forma una barrera en el sector de su recorrido final, que dificulta la evacuación del exceso de agua y su ingreso al mar, formando, en el caso de este río, el denominado Estuario de Virrilá. En los años de creciente excepcional, y en caso concreto del río Piura, se tiene la característica adicional de que cerca de su desembocadura se ubica el punto del territorio nacional de más baja altitud (- 34 msnm), en el desierto de Sechura cerca del cerro Illescas, por lo cual las aguas excedentarias, buscando siempre el punto más bajo que les permita su salida, forman la, así denominada, Laguna de la Niña, un enorme estanque transitorio que almacena millones de metros cúbicos de agua al que lamentablemente no se le puede dar mayor uso, hasta la fecha, por encontrarse más allá del valle, en el encuentro del río con el mar. En ese contexto, habría que considerar la forma de no desperdiciar un recurso tan precioso en la costa peruana como lo es el agua: las alternativas, que deben evaluase en términos de sus costos y beneficios, parecen ser: a) bombear el agua hacia los sectores productivos del valle de Piura; o b) descolmatar la represa de Poechos para recuperar su capacidad de almacenamiento que fue diseñada para aproximadamente 1,000 millones de metros cúbicos, pero que por la mala gestión de la cuenca, especialmente en la parte alta del río Catamayo-Chira, en territorio ecuatoriano, se estima que ha sido reducida a la fecha en cerca del 50 %.
Todo lo dicho en esta breve nota, indica la complejidad y el esfuerzo que implicará la recuperación de los impactos del Fenómeno de El Niño costero que acaba de afectar a los valles costeros del Perú, desde la frontera con el Ecuador, hasta Ica. A cada problema probablemente habrá que aplicar una solución distinta o con variantes, ajustada a la realidad física y humana de cada valle, pero ella debe ser lo suficientemente eficiente para garantizar que NUNCA MÁS vamos a tener que enfrentar descalabros como los observados este año. No hay que actuar como el avestruz: enterrando la cabeza ante la evidencia de los problemas. La naturaleza y especialmente los ríos, reclamarán siempre lo suyo y si no actuamos en consecuencia periódicamente tendremos que pagar, con creces, los enormes costos de la improvisación, de la falta de institucionalidad, y del predominio de la irracionalidad y de la corrupción en los procesos de ocupación del territorio. Para un país como el nuestro en donde todavía abunda la pobreza, mantener esta situación es un gravoso freno para su desarrollo.