Crisis moral y vacancia

PPK salió ayer domingo con la pierna en alto a replicar a las acusaciones que pesan sobre él respecto a los negocios que desarrollaron sus empresas (ancladas en una misma oficina de Miami) con Odebretch, durante los años en que él fue ministro de Estado del Perú.

Negó contundentemente ser corrupto y que le haya mentido al país, al afirmar que nunca tuvo vínculos de negocios ni profesionales, directos o indirectos, con el grupo Odebretch. Sin embargo, a renglón seguido adujo que las transacciones de sus empresas con Odebretch fueron transparentes y sus contratos fueron lícitos, dado que dieron lugar a operaciones bancarizadas. Entonces, sí hubo transacciones y negocios entre sus empresas y Odebretch, por lo que antes había mentido.

De otro lado, admitió haber brindado asesoría, a través de First Capital, a la empresa H2Olmos, a cargo de Odebrecht y a la empresa de Kallpa en Chilca, en 2012 cuando no era ministro. Además, confirmó que en siete contratos, Westfield recibió pagos por parte de Odebrecht, por servicios financieros gestionados directamente por Sepúlveda, sin su conocimiento ni participación.

Uno de sus argumentos más fuertes fue no haber creado cuentas ficticias en paraísos fiscales, por lo que todo estaría bancarizado, tributado y reportado. Sin embargo, no dio información detallada de los bancos y movimientos de cuentas, así como de las fuentes de los ingresos percibidos por sus empresas y los suyos, y los montos de impuestos que pagó a la SUNAT.

Luego señaló que durante muchos años ha desconocido qué negocios han tenido sus empresas, por cuanto él quedó sólo como accionista y delegó a su socio y amigo Gerardo Sepúlveda la gestión. Cabe señalar que la División Estatal de Compañías de Florida consigna a nombre de PPK siete empresas, de las cuales cuatro han estado en plena actividad. No obstante, PPK omitió informar sobre su participación en las empresas Westfield Capital, Westfield Financial Advisors, Latin America Enterprise Fund Managers y Florida Bayshore Properties en su hoja de vida ante el Jurado Nacional de Elecciones.

Señaló que en cuanto fue nombrado ministro, en 2001 y 2004, renunció a todos los directorios en los cuales estaba, y que se separó de la gestión de su empresa unipersonal, Westfield Capital, dedicada a la banca de inversión, encargándole a su amigo y socio Gerardo Sepúlveda esa función, pidiéndole a éste que no le reporte sobre los negocios de su propia empresa. Los contratos que firmó Sepúlveda con Odebretch son de asesoría financiera para levantar fondos después de ganar una concesión del Estado peruano. Evidentemente que tenía que firmarlos él, pues no hubiese sido dable que los firmara su socio PPK siendo ministro de Estado, y encargado de apurar la concesión de la Interoceánica para Odebrecht.

Lo que aquí llama la atención es que PPK, siendo el dueño de Westfield Capital, no le haya exigido a su gestor seguir un Código de Ética y un Manual de Buenas Prácticas Corporativas, que son instrumentos obligatorios para cualquier banco de inversión, los cuales tendrían que haberle prohibido contratar con proveedores del Estado peruano, para evitar conflictos de intereses. Más aún, tratándose de proveedores grandes como Odebretch, sobre todo tratándose de una empresa que mantenía litigios con el Estado peruano.

PPK dijo desconocer no sólo los negocios de Westfield Capital y otras empresas suyas, sino tenerlas prohibidas de enviarle reportes sobre los estados financieros. Sin embargo, el cobraba dividendos de estas empresas en la ignorancia de su procedencia; algo muy inverosímil.

Sin embargo, en otro pasaje reconoció haber estado al tanto de que su socio Gerardo Sepúlveda “trataba de conseguir negocios, pero no solo con Odebrecht, la empresa Enelsur, él la puso en bolsa aquí, pero tiene muchos otros clientes.” Quiere decir que su desconocimiento no era absoluto, porque de lo contrario le hubiera dado un cheque en blanco a Sepúlveda para hacer negocios con quien quiera y sin informar; muy difícil de creer. Claro está que sostener totalmente lo contrario, implicaría llegar a suponer la posibilidad de una sincronización entre accionista y gestor para ‘aprovechar’ la gran influencia del accionista-ministro.

PPK puso especial énfasis en la diferencia entre ser accionista y gestor, aduciendo que los accionistas no son responsables de los negocios de la empresa, mientras que el gestor sí. Sin embargo, se asume que todo accionista se mantiene siempre al tanto de la marcha de la empresa, revisa sus estados financieros y los negocios a los que está dedicada la empresa. Para ello cuenta con un directorio que realiza una función controladora y que además dicta las políticas de la empresa y se preocupa de mantener informados a sus accionistas.

Más allá de ello, no mostró de qué manera se formalizó esa separación suya de la dirección y gestión de Westfield Capital. En cambio, dio su palabra de que Sepúlveda nunca le pidió que utilizara su influencia a favor de alguna empresa o proyecto.

Se le preguntó a PPK por qué concepto se le transfirió 380 mil dólares a su cuenta del BCP. Y él respondió que eran dividendos que formaban parte de 6 millones 672 mil soles, en rentas por cuenta extranjera. Lo cierto es que, siendo PPK ministro, Odebretch pagó más de 700 mil dólares a la cuenta de Westfield Capital (de propiedad unipersonal de PPK), de la cual se derivaron fondos a la personal de PPK en el BCP, por valor equivalente a la mitad de esa cifra.

Este jueves el Congreso debe dar su veredicto sobre el pedido de vacancia del cargo de presidente de la república. Mientras tanto somos un barco a la deriva, sin timonel y con 30 millones de peruanos amotinados unos contra otros, en una lucha fratricida.

En medio de este confusionismo, la maquinaria mediática de PPK y de la izquierda criolla busca polarizar al país, con ruido de golpes de Estado inexistentes, para sembrar miedo dentro de la población anti-fujimorista y buscar así un soporte para detener la vacancia de PPK, que ya no se encuentra en la bancada oficialista, y ni siquiera en el gabinete de ministros.

En medio del naufragio proliferan las voces tremendistas. La tumultocracia quiere ‘disolver el Congreso’; lo mismo que hizo Fujimori en 1992. Osea, anti-fujimorismo con ideología fujimorista! Hay que evitar cometer los mismos errores y aprender de la historia.

Por su parte, tras bambalinas, el fujimorismo no abandona su afán de descabezar la Fiscalía de la Nación y el Tribunal Constitucional, no con un afán de sana depuración sino de lograr un blindaje ante los repiques del aluvión de información pendiente de las investigaciones Lava Jato. No obstante, hay que reconocer que la mayoría fujimorista está respetando las reglas de juego en el proceso de vacancia que se le sigue a PPK. En Perú la incapacidad moral no se prueba y la Constitución no prevé un antejuicio (proceso legal) para el presidente, como sí existe en Estados Unidos. El proceso para declarar la vacancia se viene cumpliendo a cabalidad, incluyendo el derecho de PPK a defenderse.

La sociedad civil no debería dejarse manipular por ninguno de estos extremos en pugna. Lo primero que hay que defender es la institucionalidad democrática y el cumplimiento estricto de la Constitución y las leyes, a todos por igual. Ni impunidad ni golpe de Estado.

Si se aprueba la vacancia este jueves, la mejor opción para el país es aplicar la Constitución a raja tabla, para que Martín Vizcarra, Primer Vice-Presidente de la República, asuma el mando en reemplazo de PPK. Si él organiza un gabinete independiente, capaz y no lobbysta, las cosas tienen que irle mejor al Perú, dada la clamorosa falta de liderazgo de PPK.

Vizcarra es un hombre honesto, se inmoló en el escándalo del proyecto Chinchero, pero sin estar implicado en el entorno lobbysta de PPK que gestionó granjerías a favor del insolvente concesionario. Tiene liderazgo demostrado siendo gobernador de Moquegua, es esforzado luchador y muy dialogante.

Debemos trabajar duro para revertir año y medio perdido; sin reformas, con sobre endeudamiento galopante, creciente déficit fiscal, caída de la recaudación, corrupción e inseguridad ciudadana rampantes.

Necesitamos una clase política que asuma responsabilidad por las consecuencias de sus actos y que no se limite a justificar sus actos con sus vagos ideales o sus consignas caudillescas. Serenidad, patriotismo y moralidad son ingredientes indispensables en esta hora aciaga del Perú. Hay que recobrar estos tres valores para que retorne la credibilidad gubernamental y la confianza de la población.

 

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