Los economistas solemos utilizar conceptos oscuros, que a veces nublan la razón del lector no especialista, en lugar de iluminarla. Eso pasa con el término ‘PBI potencial’, que para colmo es una variable no observable. Sin embargo, medirlo es crucial para saber cuál es la capacidad productiva límite de un país a largo plazo, sabiendo que su nivel está determinado por el crecimiento de la fuerza laboral, el crecimiento del capital (incluyendo el capital humano) y el progreso tecnológico.
Imagínese que usted es un policía manejando un patrullero. Puede observar la velocidad que lleva (PBI observado) mirando la aguja del velocímetro, así como también puede visualizar el límite de velocidad que marca ese instrumento (PBI potencial). De manera que, si lo pasa a toda velocidad un carro de motor más potente que acaba de asaltar un banco, usted sabrá si podrá perseguirlo y alcanzarlo, sin fundir el motor del patrullero.
Si usted manejara la economía del país, igualmente necesitaría conocer la velocidad del PBI observable y, además, requeriría visualizar la del PBI potencial; o sea, la velocidad límite de producción de bienes y servicios, alcanzable si se utilizara todos los factores de producción disponibles de una manera eficiente.
Si se mide el PBI potencial para una serie de años para los cuales se conoce el PBI observado, se obtendrá dos curvas que permitirán visualizar si éste evoluciona por encima o debajo del PBI potencial.
Es decir, se podrá saber si las autoridades económicas mantienen el pie en el acelerador muy a fondo, haciendo que se funda el motor de la economía. Al andar muy cerca o incluso encima de su límite, se estaría utilizando los factores de producción de manera insosteniblemente intensa, lo que se reflejará tarde o temprano en crecientes presiones inflacionarias, déficits fiscales y de balanza de pagos. O si, más bien, se está muy por debajo de ese límite, se sacrificaría innecesariamente el nivel de bienestar de la población, al no utilizar plenamente los factores de producción.
Midiendo el PBI potencial año a año también se podrá observar su tendencia; mejor aún si se mide el PBI potencial para cada sector de la economía, como lo hace MAXIMIXE aplicando el modelo PREDICE[1]. Una tendencia negativa es indicativa de que la economía está perdiendo capacidad de crecimiento a largo plazo, mientras que una tendencia positiva evidencia que la economía se está volviendo cada vez más competitiva, por lo que está ganando potencial para crecer cada vez más.
Por ende, medir el PBI potencial es fundamental tanto para diseñar una política económica anti cíclica óptima, como para formular una política de crecimiento y desarrollo económico sostenible.
Un país puede alcanzar temporalmente un PBI por encima del potencial, pero nunca de manera indefinida. Sin políticas de reforma estructural que tiendan a favorecer el funcionamiento eficiente del mercado laboral y los mercados de recursos y bienes; sin políticas que combatan la informalidad y las trabas burocráticas que afectan el clima de inversión e innovación, el crecimiento económico se vuelve efímero.
En Perú, la sostenida falta de inversión en los sectores pesca, agricultura, manufactura y construcción ha estancado la tendencia de crecimiento de sus respectivos PBIs potenciales. En el caso del sector electricidad, gas y agua, al igual que en sectores de servicios como comercio, transportes, hoteles y restaurantes, telecomunicaciones, servicios financieros, servicios prestados a empresas y gobierno, la tendencia de crecimiento de sus respectivos PBIs potenciales se ha venido en picada en los últimos años.
Todo esto condimentado, en el frente externo, con una guerra comercial abierta entre Estados Unidos y China y, en el frente interno, con una guerra política suicida entre el Congreso y el Ejecutivo. En un escenario de impotencia política como éste, la amenaza para el Perú es inmensa.
Alguien tiene que sacar al Perú de este círculo vicioso traducido en el hundimiento de la mayoría de sus sectores económicos; y ese alguien es Vizcarra. Tiene que aprovechar su creciente respaldo popular para, más allá de la limitada reforma política y judicial que facilitará el referéndum, emprender una ambiciosa política de reforma estructural integral.
Basta de auto complacencia y cortoplacismo. Llegó el momento de trabajar para el futuro, con miras a un bicentenario que ya está a la vuelta de la esquina y no puede agarrarnos con los PBIs potenciales abajo.
[1] Véase al respecto el artículo de Jorge Baca Campodónico, “Tormenta en el horizonte a nivel sectorial”, que Alerta Económica publicará mañana martes 16 de octubre.