Economía peruana brilla en América Latina

A pesar del ruido político y de que durante los gobiernos de Humala y PPK Perú perdió varios peldaños en competitividad, en lo que va de 2018 la economía peruana ha seguido creciendo por encima del promedio de América Latina.

Las perspectivas de crecimiento regional se han deteriorado, aguardándose una expansión de apenas 0,6% para 2018 y 1,6% para 2019, ante el endurecimiento de la política monetaria de Estados Unidos y los conflictos comerciales, aunados a las turbulencias en Argentina, la lenta recuperación de Brasil y el caos económico de Venezuela.

En contraste, en 2018 Perú crecerá 3,8%, con perspectiva de trepar a 4% en 2019, según proyecciones de MAXIMIXE; un ritmo muy por encima que el de la mayoría de sus pares latinoamericanos. Senda positiva que también acompañan Colombia y Chile.

Argentina está envuelta en una severa recesión con inflación alta, debido a la dificultad del gobierno de Macri para reequilibrar una economía sobre endeudada, saqueada por la corrupción de la dinastía Kirchner, y coaptada por su andamiaje rentista que sigue intacto.

En Brasil la recuperación se viene tornando lenta, aguardándose un crecimiento de 1,4% para 2018, apenas encima del 1% de 2017, y muy por debajo del 3% trazado por el gobierno a inicios de año, tras la severa recesión que afrontó en 2015-2016.

Para el derechista presidente electo, Jair Bolsonaro, será muy complicado hacer que la economía repunte, al tener como reto inmediato sanear unas finanzas públicas desplumadas durante el gobierno de Vilma Rousseff, al desatar una ola galopante de endeudamiento público, que hoy se sitúa en torno al 86% del PBI, debido a los persistentes déficits fiscales inducidos por una política de subvenciones fiscales indiscriminadas e inversiones públicas sobrevaloradas y sin rentabilidad social.

Si bien el déficit fiscal brasileño tiende a llegar al 2% del PBI en 2018 con perspectiva de seguir subiendo, Bolsonaro ha prometido extinguirlo en 2019 sin subir impuestos, lo que implicaría realizar una reducción del aparato público que engrosaría la cifra de 12,7 millones de desempleados, equivalentes a una tasa de desempleo de 12,1%.

La única forma de neutralizar el impacto social del previsible ajuste fiscal brasileño sería generando un shock de confianza, capaz de atraer más inversiones extranjeras, rompiendo con el tradicional enfoque autárquico de la política de promoción de la inversión privada en Brasil. Enfoque que engendró la maraña de vínculos mafiosos que dieron lugar al Lava Jato, que hizo que la tasa de inversión se desplomara a 15,6% del PBI en 2017, desde el 20,4% de 2014.

En México se aguarda una desaceleración moderada del crecimiento (2,1% para 2018 y 2,3% para 2019). Cada vez más se va asentando la idea de que el nuevo gobierno izquierdista de López Obrador será duro frente a algunos intereses económicos rentistas, aunque apegado a una ortodoxia macroeconómica que permita garantizar un equilibrio fiscal y externo, aunado a un entorno favorable para la inversión.

Definitivamente Perú sigue brillando en el concierto latinoamericano. A septiembre de 2018 ya acumuló un crecimiento de 3,6%, mayor al 2,6% alcanzado a septiembre de 2017, por lo que a diciembre podrá cerrar el año en 3,8%.

Podríamos haber brillado más ciertamente, si no fuera por el ruido político, pero lo importante es de que venimos brillando con luz propia, mostrando resiliencia; capacidad de sobreponerse ante condiciones adversas.

Esta luz podría ser más radiante hacia la celebración del bicentenario en 2021, si se llegara a superar la falta de institucionalidad y de permisividad frente a la delincuencia común y de cuello y corbata.

El referéndum que se avecina es un hito orientado a superar esa falencia, que tendría que complementarse con una reforma profunda del poder judicial, orientada a consolidar la independencia, eficiencia y transparencia de sus órganos constitutivos.

Perú crece económicamente en una democracia con libertad de expresión y un poder judicial que ha empezado a ser rescatado del reino de la corrupción y la impunidad, gracias a una nueva hornada de jueces y fiscales jóvenes.

Para consolidar este giro, falta depurar la conducción de la Fiscalía de la Nación, a la vez que se asegura la idoneidad de jueces, fiscales y demás actores del engranaje judicial. Urge desarrollar un blindaje institucional que les permita ejercer sus funciones jurisdiccionales con independencia plena del poder político, demostrando que la justicia se aplica por igual para todos.