Compramos un lenguado y nos dan otra cosa

Se ha revelado, según algunos medios de comunicación, que gran porcentaje del pescado que se vende en restaurantes y supermercados de Lima no corresponde a la especie ofrecida.

Podemos consumir sin mayor problema ante la ausencia de controles y la pasividad del público consumidor.

Este engaño descubierto en la venta de “perico por corvina”, pone en evidencia y nos recuerda que vivimos en una sociedad en la cual la cultura del engaño se ha enquistado.

Más allá de determinar si la responsabilidad en la sustitución de especies en algunos restaurantes es de la autoridad por falta de controles eficaces, o del empresario grande o pequeño que estafa a sus clientes de esta manera, lo que todos debemos preguntarnos es ¿qué hacemos los ciudadanos comunes y corrientes que somos los consumidores ante este tipo de situaciones? ¿Debemos quejarnos como siempre de que nos están estafando y que nadie hace nada? ¿O ya es momento de hacer algo realmente práctico y eficaz?

Quienes nos venden productos olvidan que existen solamente en función al consumidor. Por tanto se deben a nosotros y nos merecemos mejor trato y respeto. Los empresarios no podrían existir si no les comprásemos su producción.

Se nos ha impuesto la cultura del engaño y la cultura del caudillo que gana una elección o seguidores en base a la farsa y a la mentira, sin doctrina que convenza.

El sistema ha sido pervertido.

Los consumidores nos hemos convertido en un blanco publicitario que nos impulsa a consumir y consumir, no importando si la calidad del producto es la que merecemos.

Los ciudadanos venimos siendo engañados y utilizados por políticos y caudillos sin el menor interés por nosotros.

Esto ocurre, porque lo permitimos.