En vísperas de cumplir su primer año de mandato y, en pleno descenso empinado de su popularidad, el presidente Vizcarra decidió renovar su gabinete de ministros. Se cierra así un ciclo con la salida del ex premier César Villanueva, que estuvo signado por una agenda amplia de marcada orientación igualitarista, regionalista y anti corrupción, pero que fue afrontada con poca vocación reformista y baja capacidad de gestión.
Más allá del impulso presidencial que culminó en el referéndum y en el tránsito hacia un poder judicial y una fiscalía de la nación más impermeabilizados contra la corrupción, su gabinete no lo ayudó a extender el ímpetu reformista hacia todos los confines del Estado.
A Vizcarra le quedan por adelante apenas dos años y cuatro meses para la entrega del mando a su sucesor y llegar a la celebración del Bicentenario de la Independencia del Perú. De aquí a esa fecha, uno de los mayores retos del gabinete entrante será combatir la corrupción que sigue vivita y coleando en gran parte del aparato burocrático.
En este contexto, Vizcarra no puede darse el lujo de nombrar a un buen amigo como reemplazo de Villanueva. Necesita en esa posición clave a una personalidad con perfil de estadista, que reúna tres requisitos básicos: conocimiento técnico de la problemática de todos o la mayoría de los sectores; capacidad de gestión estratégica y ejecutiva; y capacidad de comunicación y negociación con todas las fuerzas políticas y sociales. Sin estas cualidades difícilmente podrá ser el director de orquesta que Vizcarra requiere para que su liderazgo político sea resiliente.
Mujer u hombre, debe ser alguien que desde el primer día tenga claro lo que hay que hacer y cómo hacerlo. De ninguna manera alguien que llegue a aprender, pues prácticamente queda año y medio para hacer cosas importantes, dado que los restantes diez meses serán de fiebre electoral.
Los demás miembros del gabinete de ministros también deben reunir competencias similares. Siendo esencial que sepan trabajar en equipo, puesto que gran parte de los problemas de cada sector son de naturaleza multisectorial.
En tal sentido, la aspiración de llegar a tener una paridad de género en el gabinete debe estar supeditada a que ella o él cumpla cabalmente con ser idóneo para el cargo que se le asigne. El argumento igualitario jamás debería ser pretexto para colocar a personas no idóneas en cargos políticos claves. Lo que se quiere es una economía en crecimiento sostenido capaz de forjar una sociedad cada vez más igualitaria. Justamente para ello se requiere conformar el mejor gabinete de ministros posible, sin exclusión por sexo, raza o lo que fuera.
En el ministerio de economía y finanzas, en particular, se requiere inyectar una dosis de liderazgo para impulsar desde ahí reformas encaminadas a lograr un desarrollo agroindustrial, forestal, metalúrgico, textilero y de servicios intensivos en capital humano sostenido. De ser un simple cajero clavador de más impuestos, este ministerio debe asumir un rol proactivo, impulsor del desarrollo productivo con inversiones descentralizadas debidamente priorizadas y ejecutadas.
A estas alturas del partido, la presentación del nuevo gabinete ante el Congreso no puede volver a ser un mero trámite para solicitar su confianza. El Perú entero necesita conocer un plan de gobierno con objetivos, metas y estrategias muy claras, con prioridades muy bien definidas.
Un gabinete de gran reputación técnico-política, junto a un plan de gobierno impecable, generaría una ola inversora privada notable que, bien articulada con la inversión pública, podría contribuir a la integración económica territorial del país.
El nuevo gabinete tendrá como uno de sus principales retos, destrabar los mega proyectos de inversión de infraestructura paralizados y los proyectos promotores de una minería limpia generadora de desarrollo inclusivo.
Sería además muy saludable que el nuevo gabinete le dé a la cultura el lugar que le corresponde, para poner en valor el gran patrimonio cultural del Perú. Somos un país de artistas, por lo que debemos aspirar a ser competitivos en teatro, cine, literatura, pintura, escultura, museología, etc. Para ello es fundamental desarrollar sendos ecosistemas eficientes, que nos permita transformarnos en país exportador de arte y hacer de nuestra actividad artística una fuente masiva de ingresos y empleos de calidad.