La forzada renuncia de Evo Morales a la presidencia de Bolivia; el arrinconamiento del gobierno de Piñera en Chile; las sucesivas dimisiones de autoridades y huelgas contra el autocrático gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil; la violencia, corrupción y debilidad institucional que azota a Guatemala, Honduras y El Salvador; las protestas callejeras y el estado de excepción dictado por el gobierno de Lenín Moreno en Ecuador; son síntomas de una grave enfermedad de falta de gobernabilidad en América Latina.
Perú no se queda atrás con su decapitado Congreso a manos de un presidente Vizcarra favorecido de rebote por el hartazgo de la población respecto a la corrupción que se había tejido entre mandamases del Congreso y la fiscalía.
Queda claro que las sociedades de nuestros países ya no aguantan pulgas. Cualquier chispazo de disconformidad prende enseguida como reguero de pólvora a través de las redes sociales.
El detonante puede ser la falta de legitimidad de una elección, como sucedió en Bolivia, o la mala distribución del ingreso (Chile), o la corrupción (Perú). Para parar la hemorragia se necesita un consenso en torno a una agenda que permita restablecer la gobernabilidad y el equilibrio social y económico.
En Perú esta agenda debe contener estrategias destinadas a eliminar la pobreza del aprendizaje y la salud, la pobreza de la gestión pública y la pobreza de la libre competencia, que redunda en una mayor desigualdad en la distribución de los beneficios del crecimiento económico. La eliminación de estos tres frentes de pobreza debería elevar el crecimiento económico potencial, al reducir la conflictividad e inestabilidad social.
1. Eliminar la pobreza del aprendizaje y la salud
No podemos darnos el lujo de seguir esperando que la calidad educativa mejore a cuenta gotas. Se necesita un salto en la calidad educativa y de los servicios de salud, para que dejen de ser un privilegio. Tolerancia cero con la baja calidad de los docentes y, al mismo tiempo, pago de remuneraciones dignas para los buenos docentes.
2. Eliminar la pobreza de la gestión gubernamental
La capacidad de gestión de las entidades públicas del gobierno nacional, los gobiernos regionales y locales es deplorable. La burocratización, la corrupción, el clientelismo, el rentismo, la sobrepoblación de asesores, etc. son males endémicos que siguen latentes en la mayoría de entidades del Estado y empeoran día a día. La única manera de cortarlos de raíz es instituyendo la carrera pública en todo el Estado, organizando la descentralización en torno a gobiernos macro regionales y mancomunidades de gobiernos locales, fusionando entidades públicas que duplican funciones, sintetizando procesos a través del uso de tecnología.
3. Eliminar la pobreza de la libre competencia
El Estado no debería ser un botín de las mafias vinculadas al narcotráfico, el ‘club de la construcción’, el contrabando, la tala ilegal, la minería ilegal, la subvaluación, etc. Tampoco debe serlo para los grandes grupos económicos y debe poner mano dura contra la colusión ilegal, el dumping, la competencia desleal, las fusiones depredadoras, los ‘incentivos’ o exoneraciones con efectos concentradores de los excedentes sectoriales y otras prácticas que inhiben la competencia. Habrá pobreza de la libre competencia mientras no se transformen las economías regionales y locales en torno a conglomerados productivos competitivos.
Eliminando estas tres formas de pobreza, estaremos en mejores condiciones de elevar la gobernabilidad del país, en el marco de una sociedad más igualitaria y una economía más competitiva, generando condiciones para un crecimiento económico sostenido, afianzado en las capacidades creativas de nuestra población.