La economía latinoamericana se estancó en 2019, creciendo apenas 0,1%, mostrando a mediano plazo un ritmo de expansión modesto respecto a las demás economías emergentes y que algunas economías avanzadas, debido a tensiones sociales y políticas derivadas de una mala distribución del ingreso y la riqueza tras varias décadas de ajuste estructural y sistemas políticos y judiciales proclives a la hegemonía e impunidad de grupos de poder y autoridades involucrados en actos de corrupción.
Para 2020 se aguarda una expansión de entre 1,2 y 1,8%, que en última instancia dependerá de la posibilidad de que las tres economías más grandes -Brasil, México y Argentina- puedan mejorar. Sin embargo, las perspectivas de mejora de estas tres economías son débiles.
En Brasil se aguarda un repunte económico para 2020, con un crecimiento cercano a 2% frente al 0,9% de 2019, apoyada en la política monetaria expansiva agresiva que el Banco Central ha venido aplicando desde mediados de dicho año, junto a una posible recuperación de la inversión inducida por las reformas que viene aplicando el gobierno de Jair Bolsonaro. Sin embargo, hasta aquí su impacto no ha sido visible ante la incertidumbre política reinante.
En México, tras un estancamiento en 2019, se prevé un crecimiento modesto de entre 0,2 y 0,8%, debido a una esperada desaceleración de la economía de Estados Unidos hacia fines de 2020, con un sector manufacturero afectado por la guerra comercial impulsada por el presidente Trump contra el mundo, en un contexto de creciente riesgo país y contracción de la inversión ante la incertidumbre respecto a las políticas públicas y la seguridad para hacer negocios.
En 2020 la recuperación estaría afianzada en la ejecución del plan de infraestructura anunciado por el gobierno, la expansión de las remesas familiares (que llegan actualmente a US$ 33 mil millones anuales) y una política salarial expansiva que puede tener un efecto positivo en el consumo, aunque amortiguado por la incertidumbre persistente.
Hacia el 2021 la economía mexicana se puede ver favorecida por la disciplina fiscal que ha impuesto el presidente López Obrador, al impactar en una mayor eficiencia del gasto público y una mayor proporción del presupuesto público dedicado a proyectos de inversión de calidad.
Por su parte, en Argentina el gobierno de Fernández busca superar la crisis recesiva negociando con el FMI un alivio a corto plazo en los pagos de su deuda externa, a fin de poder elevar el gasto público al tiempo que eleva los impuestos como señal de responsabilidad fiscal, mientras el Banco Central trata de evitar un atraso cambiario que merme las reservas internacionales.
Un tinglado difícil de sostenerse en el tiempo, puesto que implica un acuerdo de precios y salarios estables, en un contexto de tarifas de servicios públicos atrasadas, que no cubren sus costos, por lo que demandan de crecientes subsidios, que tienden a aumentar con la devaluación del tipo de cambio.
Por tanto, con las tres economías grandes en panorama de tibia recuperación, no es mucho lo que se puede esperar, sobre todo teniendo en cuenta que economías medianas que antes mantenían un crecimiento de crucero, como Colombia, Chile y Perú, vienen afrontando fuertes tensiones sociales y políticas. Este cuadro de tensión también viene afectando a economías menores como las de Ecuador y Bolivia.
Todas ellas, especialmente la de Chile y Perú, observan alta vulnerabilidad ante una desaceleración de la economía china y una consecuente caída de la demanda por materias primas, a consecuencia del impacto del coronavirus y de las tensiones comerciales con Estados Unidos, aun cuando por ahora se prevé sean menores gracias a las negociaciones bilaterales en curso.
Entre todas ellas, la economía de Chile será la más afectada, por la incertidumbre social y política interna más que por razones externas, aguardándose que crezca apenas 1%, con caída de la inversión privada de 3,4%, un déficit fiscal trepando a 4,2% del PBI y una deuda pública rebasando el 30% del PBI (30,4%), lo que generará presión al Banco Central para reducir su tasa referencial entre 25 y 50 punto básicos.
En todo caso amerita resaltar que, a pesar de la severidad de su crisis interna y su vulnerabilidad externa, la economía de Chile no vaya a caer en recesión, gracias a sus fundamentos macroeconómicos. No obstante, el peso se mantendrá débil pudiendo avizorarse el surgimiento de presiones inflacionarias.
En este contexto, MAXIMIXE proyecta un crecimiento de 3,1% para la economía peruana, aunque con revisión a la baja debido al impacto del coronavirus, que será analizado en profundidad en el Encuentro Empresarial del Club de Análisis Estratégico de Riesgos (CASER), a realizarse este jueves 20 de febrero.