Filosofía moral de la ayuda fiscal de emergencia

¿Tiene el gobierno un enfoque moral que sustente el diseño de sus medidas de ayuda fiscal de emergencia? Dada la invasión intempestiva del Covid-19 al territorio peruano, posiblemente no haya tenido tiempo para realizar tal reflexión, que podría parecer ociosa, pero sin la cual cualquier política está llamada a ser un rotundo fracaso.

Preguntas tan elementales como ¿a quién quiero ayudar, a los más pobres o a los más vulnerables o a los más afectados? Pobres, vulnerables y afectados son términos que quizás puedan sonar similares, pero no lo son. Y la falta de claridad en su entendimiento complica la situación, porque cabe pensar en diversas combinaciones, donde solo algunas de ellas sean las que mejor describan la base moral en la que debiera inspirarse la política de ayuda fiscal de emergencia.

No tener esta claridad dará lugar a inconsistencias y desorientación estratégica en el mando político, convirtiéndolo en presa fácil de manipulación y captura por parte de grupos de interés. Porque es evidente que ante decenas de miles de millones de soles por desparramarse del chanchito fiscal que acaba de romperse tras largas décadas de atesoramiento sacrificado, hay lobos, zorros y buitres al acecho. muy duchos en el lonche gratis.

Situémonos en un escenario filosófico de la mayor simpleza, definiendo que a los que el gobierno quisiera ayudar es a los más vulnerables. Pero como los recursos de ayuda son escasos, también podría definir que, si bien en general su objetivo es ayudar a los más vulnerables, quisiera concentrar más su ayuda a aquellos que además son los más afectados por el impacto económico del Covid-19, y dentro de ellos con mayor prioridad aún a los más pobres. La graduación y priorización de la ayuda es así una condición moralmente justificada, a partir del reconocimiento de que la vulnerabilidad es una condición potencial de pérdida ante la situación de emergencia; lo contrario a la resiliencia que es la capacidad de resistir y sobreponerse a ella.

Por ejemplo, a nivel de la población, podría colegirse que los más vulnerables son los miembros de familias pobres y no tan pobres que viven hacinadas, sin servicios básicos de calidad, altamente expuestas al contagio de la enfermedad, por su cercanía a concentraciones geográficas del virus o a mercados de abastos de alta densidad poblacional. Mientras que, a nivel de empresarial, se podría colegir que los más vulnerables son los negocios manejados por independientes, así como las micro, pequeñas y medianas empresas; muy distantes de la fortaleza patrimonial, de liquidez y de rentabilidad de las grandes empresas y corporaciones conformantes de grandes grupos económicos.

Ahora, veamos lo que implica tener claridad moral en el diseño de la política de ayuda fiscal de emergencia. Concretamente en el programa Reactiva Perú, que es un mecanismo que dará acceso a las empresas a S/ 30 mil millones de liquidez inmediata garantizada por el Estado, para evitar que se rompa la cadena de pagos y las empresas quiebren o despidan trabajadores.

En este contexto, ¿Cuáles serían las empresas más vulnerables? Las empresas con mayor probabilidad de quebrar o de incumplir sus obligaciones de corto plazo. Esto querría decir que los recursos de Reactiva Perú deberían dirigirse primordialmente a empresas medianas, pequeñas y micro con cualquier nivel de calificación de riesgo, desde normal hasta deficiente y dudoso, así como a las empresas que no registran calificación de riesgo por no tener acceso al crédito bancario.

Sin embargo, Reactiva Perú ha sido diseñado como un mecanismo de ayuda fiscal subsidiada sólo para las empresas que tienen una calificación de riesgo ‘normal’ y ‘problema potencial’. Las empresas grandes con calificación de riesgo normal en principio no deberían tener acceso a estos recursos subsidiados, dado que con facilidad pueden resolver cualquier necesidad financiera recurriendo al sistema incluso hasta sin garantías. Mientras que las empresas con calificación ‘Problema potencial’ también podrían acceder a créditos normales, aunque posiblemente con garantía suplementaria del Estado, pero por no más del 50%, porque ya disponen de otras garantías.

Si no se segmenta a los beneficiarios de Reactiva Perú por tamaño, el sistema financiero va a canalizar la mayor parte de la ayuda del Estado en las empresas de los grandes grupos económicos, que son las que menos la necesitan; salvo que estén con calificación deficiente o dudoso. Además, muchas de las empresas grandes y corporaciones están vinculadas a bancos y, al pertenecer a grandes grupos económicos, tienen grandes espaldas para resistir la tormenta. A río revuelto, no debería haber ganancia de pescadores, como ya la hubo en situaciones similares, como en la crisis de 2008.

De no modificarse radicalmente la filosofía moral de Reactiva Perú, las empresas más vulnerables y, dentro de ellas las más pequeñas, terminarán cerrando sus puertas en masa, rompiendo la cadena de pagos y generando un pavoroso nivel de desempleo, porque resulta que mientras más pequeñas son más intensivas en mano de obra. Un sinsentido absoluto que quedará impreso en los anales de la historia de la infamia del coronavirus.