Mi artículo de la semana pasada (“Sensatez del Informal e Insensatez del Gobierno”, 18/05/2020) mostró que el daño del mal diseño y ejecución de la estrategia de confinamiento del gobierno ya excede enormemente el beneficio de extender su duración. Perú ya batió todos los récords de contagio, duración del confinamiento y número de muertes directas o inducidas por el Covid-19 por falta de atención hospitalaria para otras enfermedades.
Para fines de mayo el número de muertes directas e inducidas por el Covid-19 llegará a 640 por millón de habitantes; uno de los niveles más altos a nivel mundial. Tendencia irreversible dado que la gente se está muriendo en sus casas, sin posibilidad de atención de emergencia.
Mientras tanto arrecia el desempleo, el cierre de empresas y la pérdida de ingresos de la mayoría de familias, principalmente de las que son pobres o sustentadas en labores informales, al no hallar paliativo en el salvavidas de liquidez lanzado por el gobierno, que quedó atrapado mayormente en las grandes empresas.
Pero también están padeciendo muchas familias de clase media, que vivían de un trabajo dentro de negocios muy golpeados y que ahora se quedarán sin empleo. Como es el caso del rubro de restaurantes, bares, comercios y servicios diversos, que en la etapa post Covid-19 tendrán que operar a pérdida ante una demanda muy reducida, lo que no les dejará margen para repagar un préstamo, así sea a tasa cero.
El desafío para ellos es su reconversión en modelos de negocios tipo delivery o tienda online, aunque para ello necesitarían asistencia que no tienen cómo pagarla, salvo que el gobierno se dé cuenta que los 60 mil millones de soles de Reactiva Perú son un alarde excesivo de ayuda para los que no la necesitan. De ahí podrían salir recursos para ayudarlas a acceder a la asistencia técnica y estratégica necesaria para salvar su negocio.
Muchos de estos negocios necesitarán renegociar sus contratos de alquileres, cuyos montos tendrán que reducirse severamente, lo que a su vez impactará negativamente en el valor de los inmuebles. Las empresas inmobiliarias, por tanto, también generarán pérdidas.
Ante esta situación es urgente evitar que la sangría económica se profundice. Para lo cual corresponde que el gobierno sustituya su política de lento ingreso a la fase de nueva normalidad económica, por una política de aceleración de la llegada de la misma, para lo cual es menester suspender de inmediato el confinamiento para la población menos vulnerable por edad y condiciones de salud.
Debe también restituirse la libre actividad económica, salvo las actividades que implican grandes aglomeraciones incontrolables.
En paralelo debe ponerse en ejecución un conjunto de prácticas simples de aforo, distancia e higiene en los locales de los negocios, con el soporte de las municipalidades y la sociedad civil. Así como la difusión de prácticas alimentarias que contribuyan al fortalecimiento del sistema inmunológico de la población.
Ni los hospitales tienen sitio para enfermos, ni los enfermos quisieran llegar ya a un hospital, donde saben que la muerte es casi segura, dado el desgaste enorme del plantel médico y las pésimas condiciones de operatividad administrativa y de infraestructura.
Haga caso señor Vizcarra. Es tarde para cuarentenas mal llevadas o llorar sobre leche derramada. Solo quedan dos opciones: reabrir o reabrir. No hay tiempo que perder: Reabrir todo todo! ¡Cuanto antes!