La gran depresión mundial de 1929 tuvo efectos muy graves en la economía peruana. La crisis mundial generó una significativa caída en el PBI nacional causando desempleo, inflación y escasez de productos esenciales por ausencia de divisas para la importación. Esta situación generó una ola de protestas que fueron agravadas por una evidente corrupción por parte de los allegados al régimen de Augusto B. Leguía, lo que condujo a su derrocamiento por el comandante Sánchez Cerro en 1930.
Hasta el año 1929, la economía peruana había estado creciendo a un ritmo acelerado, al son de las exportaciones impulsadas por sustanciales inversiones en agroindustria, minería, pesca y otros sectores como el petróleo. La crisis de 1929 causó una importante caída en el precio y volumen de las exportaciones peruanas y la interrupción del flujo de inversiones y préstamos del exterior.
El dinamismo de la economía durante el oncenio de Leguía se debió, principalmente, al crecimiento del sector exportador. Según estimados de Bruno Seminario y A. Beltrán, la participación de las exportaciones en el PBI pasó de 15% en 1910 al 27.9% en 1929 (cifra similar a la que se registró en 2019). Es por lo que el Perú no fue ajeno a la devastadora crisis mundial de 1929. En el ámbito fiscal, esta crisis significó la bancarrota financiera del Estado, que vio mermados sus ingresos por la reducción abrupta del comercio exterior y dejó de tener acceso a financiamiento externo para cubrir el déficit fiscal y atender sus obligaciones. El sector privado también se vio afectado; el mayor banco peruano de esa época, el Banco del Perú y Londres, colapsó en octubre de 1930.
Si bien el origen de la actual crisis económica difiere de la crisis de 1929, las consecuencias vienen siendo similares. En el Gráfico 1 se muestra la evolución comparativa del PBI para ambas épocas. Para facilitar la comparación se han fijado índices igual a 100 para el año anterior al inicio de la crisis.
En 1930 el PBI se contrajo 12% frente a la esperada caída de 14.5% para este año. En la crisis del 29 le tomó 5 años a la economía peruana recobrar los niveles de 1929. En la actual crisis la recuperación económica podría tomar más tiempo de lo que opinan las autoridades. Todo va a depender de las medidas económicas que adopte el gobierno, del crecimiento de las exportaciones y de la recuperación de la inversion privada. Lamentablemente ninguna de estos elementos se muestra prometedor. La incertidumbre de un año electoral, el deterioro de las cuentas fiscales y el comportamiento populista del Congreso y el Ejecutivo no ayudan
Las exportaciones, factor clave del crecimiento económico, al igual que en 1929 han sido afectadas significativamente con caídas superiores al 30% respecto a los años previos a la crisis (ver Gráfico 2). La interrogante es si estas seguirán cayendo en los próximos años como sucedió en 1929. Ello va a depender del comportamiento de las economías desarrolladas. Y las expectativas no son muy buenas ante la posibilidad de un rebrote de la pandemia y la desaceleración de la economía china.
Pero el indicador más preocupante en términos de la capacidad de recuperación económica es el empleo. En el Gráfico 3 se muestra la evolución de los índices de empleo durante las crisis de 1929 y la actual. Mientras que en 1929 la caída del empleo fue gradual y se arrastró por 5 años consecutivos, en la crisis actual la caída ha sido abrupta como consecuencia de la prolongada cuarentena.
En la crisis de 1929 el desempleo afecto mayormente a las actividades relacionadas con la exportación, especialmente la industria azucarera, algodón, minería y petróleo, ya que la mayoría del campesinado vivía de una economía de subsistencia y su nivel de “empleo” no era materia de medición. El empleo de la incipiente industria nacional no se vio tan afectada en 1929, a diferencia de lo sucedido en la crisis actual. Sin embargo la prolongación de la depresión mundial en 1929 hizo que el desempleo en las enclaves exportadoras se mantuviera elevado por muchos años. En la crisis actual, a diferencia de 1929, el problema con el desempleo es la presencia de un masivo empleo informal, que no es otra cosa que empleo camuflado, que se ha agravado con la pandemia y podría arrastrarse por años.
En la crisis de 1929, para remediar la crisis económica, se contrató a una misión de expertos financieros, bajo la dirección de Edwin W. Kemmerer, para que hiciera recomendaciones sobre las medidas que debían tomarse. La misión presentó sus recomendaciones en abril de 1931, Fueron once recomendaciones: (1) Ley de impuesto a la renta. (2) Reorganización de la Contraloría General de la República. (3) Ley general de Bancos. (4) Establecimiento de una contribución predial a ser cobrada por los Concejos Provinciales y Distritales. (5) Creación del Banco Central de Reserva. (6) Ley de aduanas. (7) Informe anual sobre el crédito público. (8) Ley orgánica de Presupuesto. (9) Ley de reorganización de la Tesorería Nacional. (10) Ley monetaria. (11) Informe sobre la política tributaria del Perú.
El gobierno solo acogió parcialmente tres de ellas: la Ley monetaria, la Ley de Bancos y la reestructuración del Banco Central de Reserva. Todo eso, pese a que Kemmerer había sido enfático en que se debía aplicar en conjunto los once proyectos. Para aliviar la crisis de ingresos creada por el desempleo, el gobierno de Sánchez Cerro creó el reparto gubernamental de raciones a los desocupados, lo que acrecentó la popularidad del gobierno pero elevó el gasto fiscal ya inflado. Simultáneamente se anunció la creación de un fondo destinado a obras reproductivas a fin de aliviar el problema de desocupación. El presidente Sánchez Cerro y su ministro de Hacienda Pedro Bustamante anunciaron que ellos mismos iniciaban el fondo, renunciando a la mitad de sus haberes. Pero este proyecto no se llegó a concretar debido al cambio de gobierno.
El fin de los préstamos extranjeros destruyó la base económica del gobierno que tuvo que recurrir a la emisión inorgánica para financiar el gasto público. Como consecuencia el tipo de cambio de la moneda respecto al dólar americano pasó de 2.99 soles por dólar en 1929 a 5.86 en 1932. Con el asesinato de Sánchez Cerro y el ascenso al poder de Benavides se iniciaron acciones para mitigar el impacto del masivo desempleo. Una de las primeras instituciones en crearse fue la Junta Pro-Desocupados que fue financiada con una serie de tasas e impuestos que incluyeron: (1) 1% ad-Valorem sobre las exportaciones e importaciones. (2) 2% sobre las utilidades de las empresas. (3) 1% sobre las acciones, bonos y cédulas. (4) 1% sobre el monto de los alquileres. (5) 25% sobre la tarifa de rodaje de automóviles. (6) 2% sobre las apuestas. (7) estampilla de correos Pro-Desocupados. (8) 1% sobre los sueldos y jornales. (9) 10% del valor de cigarros y cigarrillos.
Se crearon Juntas Departamentales Pro-Desocupados con personal local, y personal del ministerio de Hacienda y un ingeniero asesor del ministerio de Fomento y Obras Públicas. Cada Junta departamental, en las que participaba el sector privado a través de personalidades destacadas de cada lugar, elegía a su presidente y dictaba su reglamento.
La mayor parte de las obras realizadas en todo el país consistieron en casas para obreros, hospitales, centros escolares y cuarteles para las fuerzas armadas. En 1937 se cambió el reglamento de las Juntas para realizar prioritariamente obras de represamiento, irrigación y encauzamiento de ríos. Las obras públicas realizadas por las Juntas Pro-Desocupados fueron factor determinante de la reducción del desempleo y la reactivación económica en un periodo en que la inversión extranjera fue inexistente. La experiencia de las Juntas Pro-Desocupados puede servir de base a las medidas que el gobierno podría tomar para solucionar el grave problema de desempleo e informalidad por la que pasamos en la actualidad.