El artículo “Carta abierta a los constituyente lovers” del exministro Waldo Mendoza publicado en El Comercio ha generado un debate sobre la conveniencia de cambiar el modelo económico establecido en la constitución de 1993. Entre quienes plantean el cambio del modelo podemos citar a José de Echave con su artículo “Los C93 lovers” y Fernando Villarán con su “Respuesta a Waldo Mendoza: el modelo económico y la constitución”. Por otro lado, defendiendo el actual modelo económico se pueden citar el artículo de Iván Alonso (“Debate sobre el capítulo económico”) y mi reciente entrega en Linterna de Popa “Pobreza, Desigualdad y Crecimiento Económico”. Mientras que a nivel político el debate se ha centrado sobre si la constituyente le daría un poder total a la izquierda que le permitiría perennizarse en el poder como ha sido el caso de Venezuela y Bolivia, el debate a nivel económico se centra en el cambio del modelo neoliberal.
El artículo de Echave trata de minimizar los logros de la constitución del 93, aduciendo que si se quitan los diez años del superciclo de precios de materias primas, el crecimiento habría sido mediocre. Ivan Alonso en su artículo echa por tierra, con cifras, la aseveración de Echave. A la argumentación de Alonso habría que agregar, cosa que Echave ignora, que gracias a la Constitución del 93 se logró privatizar la actividad minera y que gracias a los compromisos de inversión, asociados a este proceso, se pusieron en producción los yacimientos mineros que han permitido el boom de exportaciones, clave del crecimiento económico de los últimos 30 años. Sin dicha inversión, el país no hubiese podido aprovechar la bonanza de los precios de las materias primas. Que mejor ejemplo la diferencia abismal entre el desarrollo de la actividad minera privada y el de Petroperú. La experiencia de Petroperú torna indefendibles los argumentos de Echave de que el Perú pueda tener algunas empresas públicas eficientes en algunos sectores claves.
Por su parte, Villarán, a diferencia de Echave, al menos si reconoce “… que el modelo aplicado desde 1990 ha traído crecimiento económico, exportaciones en aumento, mayores ingresos tributarios, baja inflación y reducción de la pobreza. Hay sobrada evidencia empírica para probarlo”. Sin embargo Villarán no concuerda que la inversión privada sea el principal impulsor del crecimiento económico. Para Villarán, la innovación tecnológica, es decir, la aplicación del conocimiento a la producción, junto con la productividad y el emprendimiento, son los verdaderos motores del crecimiento. Hablar solo de crecimiento económico es obsoleto. De acuerdo con Villarán, el desafío que tenemos por delante es ir más allá del crecimiento económico y buscar el desarrollo sostenible (DS) que contempla cuatro dimensiones: (i) la económica; (ii) la social (distribución de riqueza, educación, salud, empleo, etc.; (iii) la ambiental; y (iv) la político-institucional (ejecutivo, legislativo, corrupción, etc.).
El DS que describe Villarán es propiciada por las Naciones Unidas y está vinculada a la agenda de la izquierda caviar. De acuerdo con esta agenda, según Villarán, el modelo económico peruano no pasa el examen, es decir resulta “jalado” porque solo muestra resultados en la primera dimensión.
Lo que Villarán no menciona es que el modelo económico peruano si ha logrado avances significativos en las otras tres dimensiones, además de la económica. La mejor forma de demostrar que el modelo económico no resulta jalado, y que lo que sostiene Villarán es falso, es utilizar el Índice de Desarrollo Humano (IDH) elaborado por las Naciones Unidas. El IDH mide el grado de avance en las cuatro dimensiones señaladas por Villarán para 191 países de todo el mundo. En la Tabla 1 se presenta la evolución del IDH para los principales países de Latinoamérica. Por razones de espacio se han omitido el resto de los países incluidos en la muestra y solo se presentan algunos años del periodo 1990 – 2021.
Observamos que el Perú ocupa el lugar 84 de los 191 países y, en Latinoamérica, se encuentra por debajo solo de Chile, Argentina y Uruguay. Pero lo mas resaltante es la mejora que el IDH del Perú ha tenido desde que se inició la estimación del IDH en 1990. Hasta antes de la pandemia, el Perú junto con Bolivia, han sido los países de Latinoamérica que mejor desempeño han tenido en mejorar el índice de desarrollo humano, y en el caso de Bolivia se explica por que su IDH es uno de los más bajos del mundo (ocupa el puesto 118 de los 191 países de la muestra). Por lo tanto es falsa la aseveración de Villarán que el modelo económico peruano resulta jalado cuando se consideran las otras dimensiones del Desarrollo Sostenible.
Sebastian Edwards, economista chileno, profesor de la Universidad de California en Los Angeles, en reciente artículo, usando similares argumentos, demuestra los logros que el modelo económico neoliberal ha tenido en Chile. Edwards, en señal premonitoria, concluye su articulo con el siguiente párrafo. “… mientras tanto, los capitales se van del país, la inversión se seca, el gasto fiscal y la deuda explotan y la inestabilidad política se agudiza. Nada de esto, como es obvio, se resolverá con una nueva constitución sino por el contrario: se agudizará. Pero la suerte ya está echada; el suicidio de Chile parece asemejarse cada vez más al que cometió hace casi un siglo la vecina Argentina. Un suicido de manos de una ideología tan ponzoñosa y resistente que parece admitir resurrección”.
¿Por qué es que hemos llegado a la situación de desconocer los evidentes logros del modelo económico y propiciar su cambio por uno que priorice la intervención estatal, la sobrerregulación y recorte las libertades económicas? La respuesta la encontramos en las razones que esgrime Sebastian Edwards “ … y es que, hace muchos años … se viene cultivando un estado depresivo mediante un discurso público flagelante, que se negó sistemáticamente a reconocer el progreso que habíamos conseguido mientras se encargaba de demonizar al mercado, a los empresarios, al lucro y a todos aquellos principios que nos habían sacado de la mediocridad que históricamente nos había caracterizado…”.
Este mismo discurso se ha venido aplicando sistemáticamente en el Perú desde Paniagua. El sistema educativo peruano, primaria, secundaria y universidades han sido copados por este discurso por décadas, infiltrando estratégicamente la burocracia estatal y muchos medios de comunicación. Este discurso de odio ha sido potenciado por un funesto proceso de descentralización regional, iniciado por el gobierno de Toledo, que ha desarticulado el aparato público y ha propiciado la explosión de la corrupción y la ineficiencia del gobierno en todos sus niveles.
El problema es que el sistemático adoctrinamiento ideológico realizado durante los últimos 30 años no será fácil de revertir. Lo peor es que las soluciones que proponen los economistas de izquierda no son soluciones de avanzada sino una vuelta al pasado velasquista. El fracaso de similares modelos en Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Argentina parece que no hacen mella en la población.
Nuestra única línea de defensa es la defensa de la constitución y el modelo económico consagrado en ella. Pero esta defensa no debe limitarse a evitar una asamblea constituyente sino a evitar las perforaciones que se vienen haciendo al modelo económico día a día por parte del ejecutivo y el mismo congreso.