Durante las últimas semanas, las noticias que llegan desde África, ligadas al ébola, están contribuyendo a reforzar los lugares comunes que se tienen de dicho continente: pobreza, violencia, falta de infraestructura e incapacidad política para responder ante una crisis humanitaria. Sin embargo, a ésta imagen pesimista se contrapone una mucho más optimista, ya que desde comienzo de siglo África Subsahariana ha experimentado un espectacular ritmo de crecimiento. Según el Banco Mundial entre 2001 y 2013 la región creció a un promedio de 5, 5%, por encima de la Unión Europea y EEUU, e incluso del Norte de África, Medio Oriente y Latinoamérica (entre los diez países que más crecieron entre 2001 y 2013 cinco son del África Subsahariana: Angola, Chad, Etiopía, Guinea Ecuatorial y Nigeria), y a este crecimiento económico le ha acompañado reducción de la pobreza (de 58% en el 2000 a 48% en el 2010) y reducción en la mortalidad infantil. Incluso en el plano empresarial, firmas africanas han logrado reconocimiento internacional en actividades como la exportación de flores que requiere un alto grado de complejidad logística.
Algunos autores consideran que el reciente proceso de crecimiento africano tiene una naturaleza pasajera, asociada al fuerte aumento del precio de las materias primas que exporta ésta región, y es que casi el 60% del valor de las exportaciones africanas están concentradas en petróleo, metales preciosos y minerales; y son precisamente los precios de estas materias primas los que han crecido de manera muy importante durante el lapso 2001-2013. La historia económica nos enseña que el precio de las materias primas sufre vaivenes muy importantes; por tanto, si se produce un cambio de tendencia en la evolución de los precios, el crecimiento se podría detener. Otra variable que ha apoyado el crecimiento, pero que tiene, en parte, un componente temporal, es la inversión china en la infraestructura de transporte del África Subsahariana. Estas inversiones han permitido que zonas remotas de África hayan mejorado su acceso a los mercados nacionales e internacionales, aumentando notablemente las oportunidades de negocio de muchos productores. La expansión de las telecomunicaciones y, especialmente, de los teléfonos móviles, también han jugado un papel importante en la integración de los mercados.
No obstante, a favor de la visión que el crecimiento africano no es pasajero están aquellos que señalan la mejora de la calidad de las instituciones en África: reducción de los episodios de violencia, mayor estabilidad política, mejora en el cumplimiento de los contratos y reducción de la corrupción. Ciertamente, los datos indican que durante este siglo se ha producido una reducción de los conflictos armados en África Subsahariana y que la democracia ha ganado terreno. Además, según los datos del Doing Business del Banco Mundial, algunos países del África Subsahariana, aunque todavía se encuentren muy lejos de los países más avanzados, han logrado mejorar en aspectos tales como el cumplimiento de los contratos. A todo ello, existe un hecho de mayor contundencia que permite tener confianza en la continuidad del crecimiento africano: el cambio estructural.
La simple comparación de los países más ricos con los países más pobres pone de manifiesto que el peso de la agricultura en el conjunto de la economía es muy pequeño en los primeros y muy grande en los segundos. En cambio, el peso de la industria y de los servicios es más grande en los países más ricos que en los países más pobres. La productividad de la industria y de los servicios es superior a la productividad en la agricultura. Por tanto, si se produce una migración de trabajadores de la agricultura a la industria y los servicios, aumenta la productividad por trabajador. Y según han mostrado en un reciente estudio los profesores Margaret McMillan y Kenneth Harttgen (“What is driving the ‘African Growth Miracle’?”), el 50% del crecimiento en la productividad del trabajo en África Subsahariana se ha debido a este cambio estructural.
¿Qué factores explican este proceso de cambio estructural? En primer lugar, McMillan y Harttgen muestran que los países africanos que partían con un mayor porcentaje de trabajadores en el sector agrícola han logrado mayores reducciones en el peso de la agricultura. Esto parece lógico, ya que las posibilidades de reducción siempre serán mayores para aquellos países que parten de un mayor porcentaje. En segundo lugar, se han producido mayores reducciones en el peso de la agricultura en aquellos países en los que el aumento del precio de las materias primas ha estado acompañado de una mejora en la calidad de las instituciones. La explicación sería que un aumento del precio de las materias primas permite unos mayores ingresos gubernamentales, y si estos mayores ingresos se invierten en acciones que fomenten el crecimiento a largo plazo, como mejorar el acceso y la calidad de la educación, aumentará la probabilidad de que se puedan desarrollar oportunidades de negocio en la industria y los servicios.
De hecho, McMillan y Harttgen muestran que la mejora en la educación de las mujeres en las zonas rurales está correlacionada positivamente con la reducción del peso de la agricultura. Es interesante observar que una variable de carácter coyuntural, como los mayores ingresos por la exportación de materias primas, si se conjuga con un elemento estructural, la calidad de las instituciones, también puede contribuir al crecimiento a largo plazo. En 1954 el Premio Nobel de Economía Arthur W. Lewis ya defendió que el desarrollo económico estaba unido al crecimiento de los sectores modernos y el declive de los sectores tradicionales. Parece que África Subsahariana ha logrado, por fin, tomar esta senda.