Hace pocos días se cumplieron doce años del fallecimiento del Dr. Carlos Llano Cifuentes (1932-2010) ocurrido el 5 de mayo de 2010. Quienes tuvimos el privilegio de ser sus alumnos en el programa Master del IPADE en Ciudad de México, guardamos un cálido recuerdo de sus enseñanzas. Y anoche, revisando el archivo hallé el artículo que comparto por considerarlo de evidente vigencia.
Carlos Llano, filósofo, profesor, escritor, conferencista y empresario, es una de las figuras más importantes de la intelectualidad mexicana de la segunda mitad del siglo XX. En la obra escrita que dejó y en las instituciones que contribuyó a fundar y dirigir se pone de manifiesto su capacidad para conjuntar la profundidad teórica y la acción práctica (1).
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La opinión pública mexicana parece convencida de que el país necesita un nuevo modelo económico. Dudo que muchos sepan qué quieren decir cuando piden un nuevo modelo económico.
Ningún modelo económico es capaz por sí solo de hacer que los mexicanos hagamos un buen trabajo. Para ello se necesita, además de un apropiado enfoque de la macroeconomía, un marco jurídico concorde, y, sobre todo, un conjunto de convicciones éticas vividas por los ciudadanos.
Ahora es la empresa, y no los grandes esquemas estatales de la economía, la que carga sobre sí –para bien o para mal- el protagonismo de la prosperidad y de la justicia. Si este eje fundamental falla, las leyes y las supuestas tendencias económicas trazarán sus juegos de artificio en el vacío.
Lo que necesitamos es un nuevo modelo de empresa, aunque no se desprecien ni las grandes visiones de la economía ni los amplios marcos jurídicos.
El nuevo modo de hacer la empresa requiere un nuevo modelo de ser del empresario.
Nuestra mirada directiva se refería antes a un contorno específico del mercado. Esta perspectiva mercantil ya no sirve: los mercados han perdido la posibilidad de manejarse en plural. El mercado más grande del mundo no es Estados Unidos, sino el mundo mismo: nuestro primer cambio es el de alargar el horizonte de nuestra mirada.
Más la globalización no se refiere sólo al mercado de venta, como muchos suponen, sino paralelamente, al de adquisición; y no sólo a las materias primas que componen nuestro producto, sino a las partes mismas, ya elaboradas, que lo integran. Un habano –por ejemplo-, cuya concepción original proviene de Cuba, se elabora hoy con trabajo recogido en las vegas de Santo Domingo; con fibras cultivadas en tabacales de San Andrés Tuxtla, Veracruz, y con la capa exterior proveniente de Camerún; las operaciones industriales se realizan en Kingston, Jamaica, y las comerciales se dirigen desde Nueva York. Se trata de un simple cigarro habano.
A la globalización del mercado sigue el carácter internacional del capital. Parte de la ampliación de nuestras perspectivas domésticas entraña que los modelos económicos hagan de México un atractivo lugar de inversión: esto no deben perderlo de vista los preconizadores de nuevos modelos para nuestro país.
Por otra parte, la globalización del mercado y del dinero se ve acompañada por la del personal. Hoy los obreros de Detroit no compiten con los capitalistas de Ford o de Chrysler, sino con los propios obreros automotrices de Osaka o Kioto; y los competidores directísimos de nuestros operarios textiles del Estado de México son sus homólogos de Corea o Bangladesh.
No obstante, este movimiento de dilatación necesita ser complementado paradójicamente por otro de contracción. Si en el terreno del mercado, dinero y personal debe pensarse a lo grande del mundo, en el del producto y servicio se ha de pensar a lo pequeño de su especialidad.
Esta constricción de especialidades muy determinadas en el producto o servicio es precisamente la que permite la apertura globalizadora, la cual hace posible que las empresas medianas y pequeñas puedan abrirse al gran mercado del mundo. Hella KG Hueck, fábrica de luces delanteras, cuenta entre sus clientes a Volkswagen, Mercedes Benz, Ford, Renault, Fiat, Chrysler, Toyota y Nissan (Glouchevith, Juggernault, Andrés Bello, Chile, 1995).
Lo sorprendente para nosotros es que este doble movimiento de diástole y sístole se dé también en la pequeña empresa italiana, caracterológicamente más cercana a nosotros.
Finalmente, debemos decir que la globalización no es homogeneización. El empresario de México debe elegir su propio modo de actuar, sin acogerse a discutibles imitaciones. Pero de eso hablaremos en otra ocasión (2).
(1) Cátedra Carlos Llano UP-IPADE. https://www.carlosllanocatedra.org/blog-carlos-llano/nuevo-modelo-economico-nuevo-empresario
(2) Este artículo se publicó en la revista Expansión, Ciudad de México, 8 de noviembre de 1995